martes, 6 de diciembre de 2011

Operación Pacífico (1959)


Las películas de submarinos suelen presentar situaciones extremas que se ciernen sobre una tripulación que debe superarlas si pretende alcanzar su objetivo, y eso es lo que sucede en Operación Pacífico (Operation Petticoat, 1959), pero desde una perspectiva ligera y divertida, en la que la amenaza aparece en forma de cinco enfermeras que recogen tras hacerse a la mar. Pero antes de que eso suceda el buque necesita ser reparado, una circunstancia que en cualquier otro momento no sería tan complicada como durante la guerra. "El tigre del mar" no ha entrado en acción y los japoneses ya le han causado daños suficientes como para llevarlo al desguace, una posibilidad que el capitán Sherman (Cary Grant) evita tras presentar a su superior razones para que le permita reparar parte de los destrozos, y así poder navegar hasta el lugar más cercano donde pueda ser reparado por completo. Sin embargo, los arreglos no avanzan dado la falta de materiales para poder llevar a cabo los ajustes que se pretenden, y ahí es cuando aparece, como llovido del cielo, el teniente Holden (Tony Curtis), un oficial a quien la guerra le trae sin cuidado, porque lo único que desea es que se acabe para poder contraer matrimonio con la multimillonaria que le aguarda en el continente. Sabiendo eso, también se puede comprender que se trata de un individuo que busca lo que necesita sin plantearse cómo lo hace o dónde lo consigue. Los robos y los engaños se le dan a la perfección, ofreciendo todo lo necesario para que las reparaciones avancen, mientras el capitán intenta no preguntarse cómo es posible que obtenga un material que desaparece de los almacenes o mismo de la oficina de quien está al mando. Gracias a este arranque, Blake Edwards presentó a dos oficiales totalmente distintos, pero que se necesitan, cuestión que Sherman comprende y que le obliga a hacer la vista gorda con las extravagancias de un teniente que pretende que su estancia en el submarino se parezca a la de un crucero, intención que parece conseguir cuando sube a bordo a un grupo enfermeras necesitadas de transporte. La aparición de las mujeres crea una situación anómala, en la que todo se vuelve patas arriba, y coincide con la repentina enfermedad de buena parte de la tripulación, ¿quién podría culparles por caer enfermos y ser atendidos por esas enfermeras altamente cualificadas? "El tigre del mar" continúa su travesía por aguas infestadas de buques enemigos, expulsando humo y emitiendo ruidos que indican que algo no funciona demasiado bien. Pero no sólo deben temer a los japoneses, sino también a su propia flota, que desconoce que un submarino rosa forma parte de ella. La lucha de la tripulación se enfrenta a la alegría que se respira desde que han llegado las chicas, quienes en mayor o menor medida trastocan la marcialidad que se les exige, sobre todo la del teniente, quien parece dispuesto a conquistar a la teniente Duran (Dina Merrill) ¿qué cabría esperar si no? Pero también la del jefe de máquinas (Arthur O'Connell) y, por supuesto, la de un capitán que empieza a creer que la teniente Crandall (Joan O'Brien) es una espía japonesa, pues allí donde ésta asoma el caos parece reinar, como cuando hunden un camión en lugar del barco que pretendían mandar al fondo del mar. La travesía que rodó Blake Edwards resultó un divertimento excelente al enfocar un viaje submarino desde el enredo que se produce gracias a esa situación anómala que se crea en el interior de la nave; destacando el enfrentamiento entre el jefe de máquinas y la mayor Heywood (Virginia Gregg), porque el primero descubre como la segunda se apodera de sus funciones reparando una pieza vital con una faja, pero que aunque parezca increíble funciona; como también funciona la picaresca de Holden, que proporciona los momentos de humor más absurdo y desenfadado, sin olvidar el talento natural de Cary Grant para la comedia, quizá por eso y por su condición de estrella la película se abre con su personaje en un presente en el cual el submarino se encuentra a punto de realizar su último viaje, cuestión que le permite revivir una odisea que, sin duda, nunca llegaría a olvidar.

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