El inicio y el final de Toni poseen la clara intención de atrapar la vida en su constante ciclo vital, que se repite en un grupo de emigrantes similares al de Toni (Charles Blavette) a su llegada, con quien compartirían la misma idea de esperanza que les impulsa a abandonar su hogar, porque allí, donde nacieron, no hay lugar para ellos, salvo como los desheredados que en la emigración se convierten en marginales. La narración de Toni es rica en matices, modesta en su ambición de ser realista, recogiendo los sonidos naturales y los detalles de un instante físico y humano, referencias de ese mundo real que condiciona los comportamientos humanos, que a menudo se saben tristes, indeseados, aunque inevitables. Por todo el film deambula esa sensación de pérdida, de imposibilidad, de pesimismo que se centra en la aceptación de Toni, un hombre que nunca olvida su deseo por Josefa y que le obliga a intentar protegerla, aunque para ello deba romper con un matrimonio que nunca ha debido de aceptar, y menos aún al ser consciente de sus fuertes sentimientos hacia otra persona. Toni llega al sur de Francia con la esperanza de encontrar un lugar donde comenzar una nueva vida. Tras ese prefacio en el que se muestra el movimiento migratorio de cientos de personas, la historia avanza hasta encontrase a un individuo que se ha adaptado a un hogar que ya es el suyo, donde trabaja y donde mantiene relaciones con Marie (Jenny Helia), la mujer que le abrió las puertas de su casa y de su corazón; sin embargo, Toni no la corresponde, porque se ha enamorado de una emigrante española llamada Josefa (Celia Montalván). Toni la corteja, circunstancia que parece ser correspondida, pero la irrupción de Albert (Max Dalban), impide que se consume su deseo. Jean Renoir se sirvió de este argumento para mostrar una de las realidades con las que se encontraban los hombres y mujeres de la década de 1930, donde la profunda crisis económica acuciaba a unos seres que debían abandonar sus hogares y trasladarse hacia nuevos horizontes en los que se encontrarían con situaciones distintas a las esperadas. Este planteamiento confirma a Toni como un antecedente del neorrealismo que surgiría en Italia la década siguiente. Sin embargo, la película no es un estudio de una realidad, sino un drama que se desarrolla dentro de esa realidad, una situación que se descubre pesimista, y que se centra en Toni, un personaje que debe aceptar que las cosas no son como a él le gustaría que fuesen, cediendo a un matrimonio no deseado y a una vida que no le llena. Algo similar le ocurre a Josefa, una mujer que sufre la violencia de un matrimonio en el que el amor no existe y que le llevará a una situación desesperada.
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