viernes, 5 de agosto de 2011

Caravana de mujeres (1951)


La colonización y la conquista de los territorios del oeste norteamericano fue un tema recurrente para un buen número de westerns que, en la mayoría de los casos, giraban en torno a hombres y, en menor medida, a mujeres que se embarcaban en una lucha contra los elementos, contra los moradores del lugar y contra sí mismos. Una de las producciones más atípicas y destacadas podría ser Caravana de mujeres (Westward the Women, 1951), una película en la que la mujer cobra un protagonismo que anteriormente no había alcanzado y lo hace porque es ella quien con su sufrimiento, sacrificio, entrega y lucha toma las riendas de unos carromatos que deben cruzar más de cinco mil kilómetros de un terreno accidentado, peligroso y árido. La explicación para una odisea de semejante calibre se encuentra en el territorio de California, donde más de un centenar de hombres han construido un pequeño pueblo rodeado de tierras fértiles y con enormes posibilidades de futuro, sin embargo, éste no puede ser, porque se han olvidado de lo más importante: las raíces, una familia, mujer e hijos. Para solucionar el error deciden reunir una cantidad de dinero y contratar los servicios de Buck (Robert Taylor), un guía experto y rudo a quien no le gusta estar cerca de las mujeres, porque no las entiende, de modo que inicialmente rechaza la oferta de Roy Whitman (John McIntire), el líder de la comunidad, mas no puede rechazar la segunda, mucho más suculenta. Arreglado el aspecto económico, Buck y Roy se dirigen a Chicago, ciudad donde reclutarán a las mujeres que busquen una oportunidad en una tierra llena de ellas. La estancia en la ciudad sirvió a William A. Wellman para presentar a ese grupo de ciento cincuenta mujeres que se han decidido a emprender un largo viaje que podría acabar con la vida de muchas de ellas. Buck les advierte de la locura que significa la epopeya de cruzar el territorio, intenta convencerlas para que desistan y permanezcan en la seguridad de la metrópolis, sin embargo, ellas se han decidido, incluso han elegido a su futura pareja gracias a las fotografías que lucen en un tablón de la sala. El rechazo del guía hacía el grupo de mujeres es patente desde el primer instante, además de advertirles de que no se acerquen a sus hombres, con quienes mantiene una charla similar. Las pioneras son inexpertas, tan sólo cuatro de ellas saben manejar un tiro y únicamente dos son capaces de manejar un arma, pero la necesidad, el esfuerzo y la ilusión consiguen que aprendan rápido, y el día señalado sorprenden al líder de la expedición. La marcha se inicia con las esperanzas intactas, aunque la aventura no ha hecho nada más que comenzar y con ella las dificultades no tardan en presentarse. El terreno, los indios, la suciedad, los kilómetros,... son duros escollos que deben salvar, amparándose en su gran valía y capacidad de sacrificio; no obstante las causas externas no son los únicos factores que juegan en su contra, también lo hace las relaciones entre el grupo. Los primeros problemas no tardan en presentarse como consecuencia de las relaciones que mantienen varios de los hombres con algunas de las mujeres, una atracción conflictiva que provoca que los muchachos de Buck deserten en compañía del grupo de chicas. Ahora, el grueso del grupo femenino sólo pueden contar con la compañía de Buck, Roy, Ito (Henry Nakamura), cocinero y conciencia del gran jefe, y un cuarto muchacho, enamorado de una de ellas. La tempestad emocional se desata y los nervios afloran en la caravana, incluso Buck mantiene una tensa relación con una de las mujeres, Danon (Denise Darcel), la misma que le ha escogido como pareja sin que él lo sepa; la tensión entre ambos es palpable, así como otras circunstancias que afectan al grupo. La muerte, la tragedia o los accidentes se convierten en el pan de cada día, pero aún así continúan avanzando, hasta que un ataque indio produce más bajas de las que Buck puede asumir y decide emprender el camino de regreso a pesar de ser consciente de que eso significaría que nunca más sería contratado para guiar una caravana, pero la decidida oposición de las futuras esposas le obligan a continuar hacia la meta. La primera, la segunda y la octava impresión que me genera Caravana de mujeres
 es la de estar ante un excelente western, emocionante, duro en sus obstáculos, esperanzador en su superación, una mezcla que pretende transmitir las emociones y los sentimientos que embargan al grupo, poco común, en el que mujeres de diferente condición y procedencia asumen el protagonismo de sus vidas y se lanzan a la epopeya, a retar al destino y alcanzar aquel que les depare una nueva vida, quién sabe si igual que la vieja, pero sí con la posibilidad de soñarla, de aferrarse al sueño que las impulsa y les hace avanzar por un territorio de sacrificio donde se ganan el respeto y la admiración de ese hombre que inicialmente las rechaza.

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