Jim Wilson (Robert Ryan) es un policía, antigua estrella de fútbol americano, que se siente resentido como consecuencia de once años de trabajo en el que sólo encuentra crimen e inmundicia. Esta constante le ha llevado a encerrarse en sí mismo, se siente solo y esa soledad le consume. Se ha convertido en una persona violenta, fácil de provocar, dos circunstancias que le conducen a utilizar método bruscos para resolver los casos que le asignan. Uno de sus compañeros le advierte del peligro que corre de seguir por ese camino, incluso, el jefe del departamento le recrimina sus malos modos, a pesar de los buenos resultados. Así pues, para tratar de frenar esa actitud, el capitán le envía fuera de la ciudad con la misión de resolver el asesinato de una niña. A Wilson no le queda más remedio que aceptar y dirigirse a un pueblo donde se encuentra con el padre de la víctima (Ward Bond), un hombre que sufre, que clama venganza y que le advierte que no se entrometa, que será él mismo quien matará al asesino de su pequeña. Sin apenas tiempo para nada más, padre y detective se encuentran persiguiendo al sospechoso, pero sufren un accidente. Tras abandonar el automóvil llegan a una casa solitaria donde vive una mujer invidente. Mary (Ida Lupino) descubre de inmediato la soledad que habita en el corazón de Jim y se convertirá en el detonante para que el agente se replantee su situación.
La primera parte de la película sirve para presentar al policía, un personaje marginal dentro de su entorno, un ser aislado y que se aísla, posiblemente, como medida de protección ante los horrores y la maldad que presencia. No quiere que aquello que le rodea le afecte, y sin embargo, no puede evitar verse condicionado por ello. Poco a poco, se ha ido endureciendo hasta el extremo de no poder controlar la violencia que le generan los criminales con los que se encuentra. Esta parte es la más interesante, la más negra y la que funciona mejor. Hacia la mitad del metraje, el film adquiere otro enfoque, el enfrentamiento de Wilson consigo mismo, gracias a la aparición de Mary. El encuentro con Mary cambia algo en el interior de Jim, reconoce en ella a un ser honesto y también condenado a la soledad. El momento del cambio se produce cuando se encuentra a punto de atrapar al asesino, en una lucha que le enfrenta con el padre de la niña asesinada, pero también consigo mismo. La casa en la sombra (On Dangerous Ground) no fue una película personal de Nicholas Ray, aún así, es una buena muestra de cine negro, en la que el paisaje urbano siempre se muestra de noche, en ambientes tétricos y llenos de sombras. Lo mismo sucede con el paisaje rural, donde la nieve, la noche y la casa en la sombra delatan la misma soledad que transmite el personaje del policía.
Como apunte final, la música de fondo, compuesta por Bernard Herrmann, podría considerarse, por momentos, un esbozo de lo que conseguiría el gran compositor en la película Con la muerte en los talones (1959).
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