Si bien ya existían empresas cinematográficas dedicadas a producir films de bajo presupuesto durante el periodo silente, la más famosa la Columbia de Harry Cohn, fue como consecuencia de la profunda crisis económica de la década de 1930 cuando los grandes estudios de Hollywood optaron por crear un tipo de producciones que hoy conocemos como serie B. Esta segunda división dentro de la industria se convirtió en una fuente de ingresos adicional de reducido coste, que aparte de completar la oferta de las salas de exhibición y de satisfacer la demanda popular fue un campo propicio para desarrollar el talento y la precisión narrativa de los cineastas, que debían superar las trabas impuestas por el escaso presupuesto y el poco tiempo de rodaje, ajustando la narración a poco más de una hora de duración. Otro lastre a superar lo encontraban en la falta de actores y actrices de primer orden, cuestión que se solventó empleando actores y actrices noveles, secundarios o antiguas estrellas cuyas carreras artísticas se encontraban en decadencia. Desde un punto de vista argumental estas producciones de bajo coste solían sentirse más cómodas dentro de márgenes genéricos: cine negro (Detour, El demonio de las armas, The Narrow Margin), western (las numerosas producciones protagonizadas por John Wayne antes de triunfar gracias a su protagonismo en La diligencia, Tras la pista de los asesinos, Los cautivos), ciencia-ficción (El increíble hombre menguante, La humanidad en peligro, La invasión de los ladrones de cuerpos) o terror (Yo anduve con un zombie, Ladrón de cadáveres, La mujer y el monstruo), géneros que permitían ceñirse a la filosofía del cine B(arato), digamos que entretenimiento sin necesidad de gran desembolso en decorados o en los sueldos estelares y desorbitados. La serie B sirvió para que muchos y muy buenos directores se formasen, o incluso realizasen la mayor parte de su carrera, dentro de un sistema que les proporcionaba mayor libertad artística y creativa; entre estos grandes realizadores se encuentran nombres de la talla de Jacques Tourneur, Edgar G.Ulmer, Budd Boetticher, John Brahm, Anthony Mann, Richard Fleischer, André de Toth, Robert Wise, Donald Siegel, Mark Robson, Jack Arnold, Joseph H.Lewis y tantos otros.
Los grandes estudios crearon departamentos para este tipo de producciones, aunque también existían otros menores que, como Monogram o Republic, inicialmente se dedicaban en exclusiva a este tipo de películas; conscientes de la posibilidad de que invirtiendo pequeñas cantidades podrían obtener cuantiosos beneficios, además de completar la demanda cinematográfica a la sombra de las grandes producciones. Entre estos estudios destaca la R.K.O., que en la década de 1940 desarrolló un departamento exclusivo para producciones de bajo coste que fue dirigido por Val Lewton, productor que contrató a Jacques Tourneur para el rodaje de la mítica La mujer pantera (1942), film que inicio un magnífico ciclo de cine de terror sugerido y que costó alrededor de 130.000 $, recaudando una cifra treinta veces mayor. Este inesperado éxito posibilitó una mejor distribución comercial, así como un auge en la realización de producciones de escaso desembolso, cuyo encanto y derroche imaginativo las convierten en un referente cultural y social de una época, que concluiría con la aparición de la televisión y sus programas del oeste (de treinta minutos de duración). El final de la serie B dio pie al nacimiento de nuevas productoras y productores, que asumiendo gastos mínimos se dedicaron a rodar el mayor número posible de films al año. Uno de sus máximos exponentes fue Roger Corman en su etapa en la American International Pictures, por donde pasaron nombres como los de Richard Matheson, Francis Ford Coppola, Peter Bogdanovich o Martin Scorsese, así como, actores de la talla de Vincent Price, Peter Lorre, Jack Nicholson o Boris Karloff (ya presente en la "unidad de terror" de Lewton), quienes encontraron el hueco que se les negaba en producciones de mayor envergadura. Este tipo de pequeñas empresas no era exclusividad estadounidense, sino que también surgieron en otros puntos del globo, así pues en Gran Bretaña se fundaron la famosa Hammer y su competidora Amicus, sellos cinematográficos orientados hacia el cine de terror de bajo presupuesto, donde directores como Terence Fisher o Freddie Francis y actores tan conocidos como Peter Cushing o Christoper Lee desarrollaron buena parte de su carrera. En latitudes más meridionales, en Italia, destaca la figura de Mario Bava, un director con un estilo muy reconocible, especializado en películas de terror y maestro del Giallo, y en España se podría citar la figura de Jesús Franco, responsable de la muy lograda Miss muerte; ambos son dos buenos ejemplos de como un presupuesto discreto no tiene que estar reñido con el resultado final del producto.
En la actualidad podría decirse que no existe un cine B propiamente dicho, sino una serie de compañías que realizan y distribuyen producciones de bajo coste, llámense B, C o Z, con actores venidos a menos o poco conocidos, y con unos directores que tienen como premisa principal sacar el producto adelante sin pensar en la calidad del mismo, sino al tipo de sector que va dirigido. De partida, estas películas están condenadas a un lanzamiento directo en dvd, blu-ray o al visionado televisivo que a menudo se desarrolla entre ronquidos. Sin embargo, de aquella época pretérita, quedan sus grandes títulos, sus grandes cineastas e historias donde lo más importante no sería la espectacularidad de las imágenes, ni los rostros famosos, sino aquello que cuentan y cómo lo cuentan, aunque también es justo decir que el grueso de la producción de la serie B de aquel entonces poco o nada ofrecía y ofrece al espectador.
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