sábado, 15 de noviembre de 2025

El cliente (1994)


El ámbito legal que asoma en las películas basadas en novelas de John Grisham se encuentra repleto de zonas oscuras, de turbiedad, de sombras, sin cabida para la justicia y la verdad que solo triunfan gracias a sus héroes y heroínas. Allí, en esa opacidad, se impone la manipulación y la mentira, el dinero, los intereses ocultos… Forman parte del paisaje que Grisham emplea en sus superventas, que toman como excusa la abogacía o los tribunales para introducir héroes y heroínas, intrigas sin excesivo trasfondo y cuentos infantiles como este en el que Mark (Brad Renfro), un niño de once años, inicialmente asustado y enfadado, siempre inteligente y marginal, es el héroe de una función en la que Reggie Love (Susan Sarandon), dama andante, ex alcohólica, generosa y de recursos, le ayuda desinteresadamente en su lucha contra los gigantes que lo amenazan tras ser testigo del suicidio de un abogado de la mafia. En el cine basado en las novelas de Grisham se enfrentan David y Goliat —Tom Cruise contra el bufete de Memphis; Matthew MacConaughey contra el Klan y el sistema legal sureño; Julia Roberts contra un gigante empresarial con contactos políticos en las más altas esferas; o Matt Damon contra las aseguradoras médicas—, pero no hay suspense en el resultado, pues sabemos de sobra que siempre gana David —que para eso es interpretado por estrellas, aunque MacConaughay todavía no lo fuese en aquel instante de su carrera, pero sí Sandra Bullock, que era su fiel escudera—, aunque sea con la ayuda de caballeros o damas andantes, como si la vida real fuese un cuento con final feliz o una historia de las que campan por la Biblia, el libro que el “reverendo” (Tommy Lee Jones) cita en todas las vistas y juicios en los que participa.

Aparte de artificioso, y del más de lo mismo, el resultado de El cliente (The Client, 1994) es de combustión y consumo rápidos. No deja poso, no plantea conflicto ni interrogantes en el espectador, uno lo descubre cuando tiempo después de verla se pregunta ¿qué puedo recordar de ella? ¿El nombre de Grisham? ¿El de su director Joel Schumacher? ¿El de sus estrellas? ¿Qué se trata de otro thriller ambientado en un marco jurídico y sureño? En menor o mayor medida, esto también vale con otras películas basadas en textos de Grisham, tales como La tapadera (The Firm, Sydney Pollack, 1993), Tiempo de matar (A Time to Kill, Joel Schumacher, 1995), que cuenta con el guion de Akiva Goldwman, quien en El cliente ejerce de coguionista, El informe pelícano (The Pelican Brief, Alan J. Pakula, 1993) o Legítima defensa (The Rainmaker, Francis Ford Coppola, 1997) —El jurado (Runaway Jury, Gary Fleder, 2003), cuyo protagonista se cuela en el sistema para sacar vengarse—, en las que héroes y heroínas se enfrentan a la mala praxis y a la injusticia, a peligros mortales y a asesinos profesionales contratados por aquellos que no desean que la verdad salga a la luz; aunque en este caso, quienes ponen en peligro la vida del protagonista y de su familia es el Estado, a través de ese fiscal y de su acoso para que el chaval, al que criminalizan y encierran, declare en un juicio contra un miembro de la mafia de Nueva Orleans. Al “reverendo” y a sus acólitos no les importa la situación en la que dejen a Mark, persiguen un fin y no les importa los medios empleados para lograrlo; ni que conviertan al niño en un claro objetivo de la organización criminal. En realidad, la meta de la fiscalía, como también sucede en Tiempo de matar, es doble, por un lado ganar el caso y, por otro, una victoria mediática que podría servir al fiscal en su carrera política…

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