sábado, 16 de noviembre de 2024

La verdad sobre el caso Savolta (1978)


La neutralidad española durante la Gran Guerra (1914-1918) enriqueció a la burguesía industrial catalana en una medida insospechada en tiempo de paz. Mientras parte de Europa se destrozaba, los productos catalanes se vendían a alto precio en los mercados de los países en conflicto, desde cacerolas hasta productos textiles, pasando por la venta de alimentos y de ¿armas? Pero, al tiempo que las fortunas crecían y que los afortunados calculaban mal sus inversiones —como se demostraría tiempo después—, los movimientos obreros amenazaban la hegemonía de los patronos industriales. Para ponerle freno, pactaron con el gobierno central, que envió al general Severiano Martínez Anido para hacerse cargo de la gobernación, lo que supuso uno de los máximos momentos de represión de los movimientos sindicalistas y del avance del proletariado barcelonés en sus conquistas laborales y sociales. Más adelante, la represión cambió su cara al establecerse la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y prohibirse el sindicato obrero C. N. T. (Confederación Nacional de Trabajo), de ideología anarcosindicalista y el de mayor afiliación en Cataluña. Por entonces, la Confederación estaba liderada por Ángel Pestaña, que se había iniciado en el anarquismo desde el periodismo y la propaganda, Joan Peiró, que llegaría a ser ministro durante la guerra civil (1936-1939) y, posteriormente, ejecutado tras el conflicto, y Salvador Seguí, que sería asesinado el 10 de marzo de 1923 por uno de los pistoleros del sindicato “Libre”. Cuando esto último sucede, todavía no existe la F. A. I. (Federación Anarquista Ibérica) y, probablemente, de seguir Seguí con vida, no vería la luz y los confederales no se habrían decantado por la tendencia anarquista que cobra mayor fuerza y contundencia tras la fundación de la Federación Anarquista en 1927. Entonces, en el periodo anterior a la dictadura de Primo de Rivera, los confederales forman un grupo que sueña y pretende la mejora laboral que los patronos no quieren ni pueden consentir porque ven amenazados sus bolsillos, sus privilegios e intereses de clase.

A finales de la década de 1910 e inicios de la siguiente, la Barcelona obrera estaba dominada por el sindicalismo confederal y por el temor de la clase dirigente, formada por el gobierno y los empresarios, a una transformación social que jugaría en contra de su beneficio. Ese miedo al cambio y a sus consecuencias —miedo que se recrudece a partir de la victoria bolchevique en la revolución rusa—, los convenció para ponerle freno. Se hizo, entre otras vías, mediante una fuerza de choque clandestina: el “sindicato libre”, eufemismo tras el que se escondía una realidad diferente a la que su nombre indica. <<El pistolerismo barcelonés, aunque constituye un fenómeno único, puede ser dividido, no obstante, en dos épocas bien diferenciadas. La primera comprende los años que van del 16 al 19, y que tiene su origen en Barcelona a causa de la guerra europea; y la que va del año 19 al 23, que se inicia con la intervención del Sindicato Libre, alcanza su mayor virulencia durante el mandato de Martínez Anido y Arlegui y termina cuando Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, asume todos los poderes y se proclama dictador.>> (1) Con beneplácito de los líderes catalanes, que también se sentían amenazados por un posible cambio que los dejase fuera de juego, e inspirada por Martínez Anido se recrudece un periodo de pistolerismo que Eduardo Mendoza recoge en La verdad sobre el caso Savolta.

Se contrataba a matones a sueldo para que ejerciesen una violencia disuasoria, que no dejó de recrudecerse en la Ciudad Condal, por entonces, la población más industrializada de la península ibérica y uno de los puertos marítimos más importantes del Mediterráneo… Aunque no narra su historia de modo lineal, y emplea diferentes tipos de narrador, desde la primera persona hasta documentos (creados para dotar a la ficción de veracidad histórica), Eduardo Mendoza ubica gran parte de su espléndida novela en ese ambiente de luchas de clases que Antonio Drove recrea de manera lineal en su libre adaptación cinematográfica, la cual encuentra en Jose Luis López Vázquez al excepcional actor que siempre que pudo demostró con creces ser. López Vázquez se transforma en el periodista que, entre quijotesco y sindicalista, lucha con la letra y la verdad por un mundo obrero emancipado del estado de semiesclavitud que todavía predomina en las fábricas como la de Savolta (Omero Antonutti), representante de esa clase dominante que considera el proletario como una subespecie que explotar, fábricas y sistema en los que perseguir un sueño de mejora puede costar la vida. De ese modo, disminuyendo el protagonismo de Javier Miranda (Ovidi Montllor), respecto al que adquiere en la novela, en la que asume el doble rol de narrador y de testigo de los hechos que declara en Nueva York, contando igualmente con el antagonismo del arribista Lepprince (Charles Denner) e incrementando la presencia de “Pajarito” de Soto en la película, Drove logra una narración más convencional, entre la intriga y el docudrama, pero igualmente efectiva a la hora de exponer los diversos temas tratados: amistad, amor, traición, violencia, lucha de clases, sindicalismo, huelgas —el film se inicia poco después de la huelga general de agosto de 1917—… en definitiva, el movimiento obrero y la reacción, aspectos estos que, en la pantalla, quedan mejor retratados en una obra cinematográfica clave como Los camaradas (Il Compagni, Mario Monicelli, 1963).

(1) Ángel María de Lera: Ángel Pestaña. Retrato de un anarquista. Argos Vergara, Barcelona, 1978.

No hay comentarios:

Publicar un comentario