domingo, 7 de abril de 2024

La zona de interés (2023)


<<El mayor acontecimiento trágico de los tiempos modernos es el asesinato de seis millones de judíos europeos. En una época no carente de tragedias, tal suceso merece ese nada envidiable honor por razón de su magnitud, unidad de tema, significación histórica y absoluta opacidad. Porque nadie comprende este acontecimiento. El asesinato de seis millones de judíos no puede justificarse por entero en términos de pasión, privada o pública, ni de error, locura, fracaso moral, o fuerzas sociales aplastantes e irresistibles. Pasados veinte años, se debate sobre el hecho más que nunca. ¿Qué sucedió? ¿Cómo sucedió? ¿Cómo se pudo permitir que sucediera? ¿Quienes son los responsables? Este gran acontecimiento es una herida que nunca cicatrizará; incluso el bálsamo de la inteligibilidad nos es negado…>> Lo escrito por Susan Sontag (1) continúa vigente, todavía esas preguntas colean en la historia y en el presente. Como una pesadilla que todavía se recuerda avanzado el día, no se pueda olvidar lo que no comprendemos. Podemos explicarlo de mil maneras, pero siempre habrá mil una que se escapan, zonas oscuras que no lógranos iluminar para mirar en ellas; nos aterroriza y quizá así deba ser. No podemos abarcar dentro de la lógica ni de la ilógica el asesinato fríamente calculado y llevado a cabo en los campos de exterminio; ni los supervivientes pudieron, ¿cómo iban a poder después de verse, sentir y ser en el horror y la muerte? Podemos conocer el hecho, pero no explicarlo en su total dimensión porque, como dejó escrito Primo Levi (2), <<en el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en nosotros, está fuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del fascismo, pero está fuera y más allá del propio fascismo. No podemos comprenderlo; pero podemos y debemos comprender donde nace, y estar en guardia. Sí comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también>>.



Dudo que se precise recurrir a teorías y estudios sociológicos y psicológicos para comprender que, aparte de ser manipulable, el ser humano manipula su espacio y a quien puede dentro de su entorno; es decir, sus intereses inmediatos marcan su percepción de las cosas y de las personas que le rodean y con quienes interactúa. No le interesa lo que no quiere ver y lo que sí, pretende que sea su realidad. Intenta construir la que mejor le encaje. Lo demás queda fuera o, sencillamente, forma parte del paisaje que, de tan conocido, ya no llama la atención. Esto puede darse de modo consciente o inconsciente, pero, en todo caso, se da porque al individuo, o a la comunidad de la que forma parte, le supone un beneficio. Así, salvo excepciones, no importa más que el dejarse llevar por los valores e intereses propios y grupales que han sustituido a los generales impuestos por las religiones en la Antigüedad y en épocas feudales. En la novela La zona de interés, el autor, Martin Amis, narra desde el pensamiento de tres personajes. Uno de ellos, Doll, el comandante nazi que dirige el campo de concentración, concluye uno de sus pensamientos diciendo que <<en cualquier caso, como siempre hemos dejado claro, el sistema cristiano del bien y del mal, de lo bueno y lo malo, es un sistema que rechazamos de forma categórica. Tales valores —reliquias de la barbarie medieval— ya no tienen validez. Ya solo existen resultados positivos y resultados negativos>>. (3) Reconoce y acepta que se ha impuesto el resultado como nuevo credo, lo que implica que cualquier medio este justificado y sea considerado parte asumible para la obtención del fin perseguido. Pero nada de lo dicho contesta los interrogantes planteados por Sontag, los cuales habrá que seguir preguntándose para no olvidar que sucedió y que podría volver a suceder; en todo caso, lo incomprensible quizá nunca podamos abarcarlo en su su total magnitud o, como apunta Amis, ya concluida su novela, <<los hechos consignados por una historiografía de decenas de miles de volúmenes, no se ponen en duda en absoluto; pero, en cierto sentido, siguen siendo increíbles, superan nuestra capacidad de creer, y no pueden asimilarse por completo.>> (4)



Aparte queda la cotidianidad, la que Jonathan Glazer expone en su película a través de la familia protagonista, de la que se vale para mostrar los intereses que mueven a sus personajes adultos, pero también generaliza desde esas individualidades que apenas hablan ni se inmutan. Ya no se trata de abordar la barbarie de los campos de exterminio en la pantalla; La zona de interés (The Zone of Interest, 2023) no va de ello, aunque vaya, sino que desvela la perspectiva del día a día familiar e íntimo del individuo que tiene el poder sobre otros individuos, a quienes solo ve como parte de su trabajo, son el medio que le proporciona la posibilidad de alcanzar su bienestar. Hoss resulta eficiente, metódico en la oficina, y padre cercano en el hogar. En definitiva, valora su comodidad, a los suyos y a sí mismo. Igual le sucede a su mujer, ejemplo del ideal femenino nazi: madre, esposa y ama de casa, creyente de la superioridad que la ideología del partido atribuye al origen germánico; de ahí que no sienta el menor miramiento a la hora de amenazar a una de sus sirvientas. Puede hacerlo y lo hace, así de simple. Eso es todo, pues, para ella, no es nada más que alguien que incluso le debe la vida: de no servirla, la muchacha podría estar al otro lado del muro. Eliminada la culpa, no se siente remordimiento, ya no se plantea la posibilidad de un castigo. No lo hay porque su trabajo y sus métodos están respaldados por la Ley, el Pueblo y el Estado, que en la Alemania nazi vendría a ser lo mismo.



Los nazis se hicieron con el control en 1933, año en el que ya ponen en marcha su entramado, su burocracia, la idea de superioridad y de bienestar para los alemanes (que consideran como tal) y el terror para los judíos y otras minorías que no encajan dentro de su ideal; también la noción del espacio vital, lebensraum, empieza a cobrar forma en los despachos. El estado nacionalsocialista lo promueve y pretende llevarlo a cabo con el ejército, apoderándose de territorios como Polonia, con burócratas, funcionarios, matarifes y oficiales como Hoss o Eichmann, que no dejan de ser arribistas que comprenden que la suerte les sonríe. A ella se aferran, ya que les sitúa en la parte privilegiada de un régimen brutal, donde la compasión desaparece o solo queda para los suyos. Igual que Shoah (Claude Lanzmann, 1985), que no muestra imágenes del pasado al que dedica sus nueve horas, la cotidianidad expuesta por Glazer tampoco expone dentro de su campo visual la realidad histórica; aunque esta nunca desaparece. Su propia ausencia, como sucede en Una jornada particular (Una giornata particolare, Ettore Scola, 1977) con la situación vivida en Italia fascista, enfatiza los hechos históricos. La barbarie no se muestra en la residencia de Rudolf Höss; no sabemos lo que sucede en Auschwitz. Solo quienes están dentro la sufren; fuera ese dolor es inexistente. En la zona de interés no hay cabida para plantearse más que la vida cotidiana y llevar a cabo la organización de los trabajos, empleando mano de obra esclava, y el exterminio de los judíos.



El larger que dirige Hoss es un campo de muerte programada, constante, ya sea por las condiciones a las que son sometidos los confinados, por los constantes disparos, sonidos que llegan del campo, las cámaras de gas ausentes en pantalla, solo por un instante se percibe la ceniza sobre la superficie de las aguas del río vecino. Es la única prueba visible de que allí sucede algo inquietante; por un momento preocupa al comandante, pues teme que esa masa gris en el agua altere su cotidianidad familiar. Aparentemente, el matrimonio protagonista podría pasar por uno cualquiera o ser como cualquier otro, salvo que sabemos, por la Historia y por algunas pistas aportadas por Glazer en los diálogos y en las imágenes, que la pareja ha creado su hogar sobre la muerte de los judíos, la cual para ellos no es un crimen, solo su criminal cotidianidad. Pero ¿y si no supiéramos que hay fuera de la zona, al otro lado de la valla? ¿Qué creeríamos estar viendo? ¿Cambiaría nuestra percepción? ¿Qué opinaríamos entonces de ese matrimonio? En la pantalla siempre asoma lo que el director (o el responsable del film) quiere que veamos. Esto, si bien es común a todas las películas, no siempre lo que se expone agudiza lo que permanece fuera; pero a veces, como sucede con la exposición de Glazer, también en lo que no sale se encuentra lo que pretende expresar (o el espectador interpretar). Así, en La zona de interés se juega con lo expuesto y lo omitido y, de la suma de ambos, se desvela un todo, que no todo, pues este resulta imposible de abarcar tanto para el cine como para la mente humana…



El interés de los Hoss vendría marcado por su egoísmo, su placer, sus necesidades y caprichos, por la promesa del espacio vital (para él y los suyos) del que habla la mujer cuando se entera de que a su marido van a trasladarle, lo que trastocaría la cotidianidad a la que se niega a renunciar. A nadie de la familia parece importarle nada más que su comodidad, ese bienestar que han logrado gracias al ascenso al poder de los nazis y a que cumplen el programa que su fanático líder ya había señalado antes de alcanzar el poder. Entonces, ¿quién de los privilegiados se pregunta qué sucede al otro lado del muro? Nadie, para los allí reunidos el otro lado no existe o, en el caso del comandante nazi, no es más que su rutina, su cumplir con su ideología y con el trabajo que le proporciona el mando y la sensación de superioridad. No duda de lo que hace ni le genera el menor conflicto interno; y ese bienestar se transmite en su vida hogareña. Primo Levi se preguntaba cómo era posible que la población civil no supiese nada de lo que sucedía en los campos; pero no es que no lo supieran, es que no querían saberlo. Levi, y cualquiera que no cierre los ojos, llegó a esa conclusión. No se trataba de una realidad paralela, sino de una realidad desechada, borrada de la cotidianidad del recinto familiar donde se desarrolla la película. Levi y otros supervivientes lo comprendieron. Hablan de ello en sus escritos y de esa indiferencia parece hablar Jonathan Glazer en su inspiración cinematográfica de la novela de Martin Amis, inspiración porque nada tiene que ver con la obra literaria, la cual da voz a la interioridad de tres narradores que desvelan el panorama interno y externo; inspiración, por tanto, porque la película es una obra autónoma, con espíritu propio, que aborda sin adornos la cotidianidad y, quizá, también nos refleja a nosotros, a nuestra facilidad para desinteresarnos por cuanto no nos proporcione placer y beneficio inmediato, dejando de lado la solidaridad y el dolor ajeno, incluso viviendo y medrando gracias a él. Salvando las distancias de las circunstancias que rodean a los protagonistas y de las que son responsables, pues participan directamente, quizá no difiramos tanto en la tendencia a centrarnos más y más en lo nuestro, en nuestra zona de interés…



(1) Susan Sontag: Contra la interpretación y otros ensayos (traducción de Horacio Vázquez Rial). DeBolsillo, Barcelona, 2007.


(2) Primo Levi: Si esto es un hombre (traducción de Pilar Gómez Bedate). Austral, Barcelona, 2018. 


(3) (4) Martin Amis: La zona de interés (traducción de Jesús Zulaika Goicoechea). Anagrama, Barcelona, 2015.

1 comentario:

  1. La madre de la mujer de Hoss no soporta lo que pasa del otro lado del muro es la única que se marcha, en medio de la locura que no tiene razón de ser en un plano meditado, pero la vida que llevan algunos bajando los brazos frente a la locura de lo que ocurre a su lado, es algo tan normal, es el mirar al otro lado frente a una situación terrible lo mas adecuado, no pelear por algo justo solo mirar sin hacer nada.

    ResponderEliminar