miércoles, 17 de enero de 2024

Nyad (2023)


El mensaje de Nyad (Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi, 2023) es claro, pero de cuestionable validez y ya de dudosa para quien reflexione las sentencias que le dicten. Insiste en el condicional “si no se rinde, cualquiera logrará el objetivo que se proponga”. ¿Seguro? ¿Solo se necesita esa condición para lograrlo? ¿Y si se le añade esfuerzo? ¿Se lograría de pleno? ¿Cuántas personas son felices y comen perdices? ¿Cuántas han atravesado a nado los más de 160 kilómetros que separan la costa cubana de los cayos de Florida o escrito una obra literaria que sea algo más que de consumo? ¿O cuántas que han luchado y trabajado por alcanzar sus metas han visto cumplidos sus objetivos? Su mensaje comunica conformidad, más que lucha, pues vendría a decir que aguantes que, aunque todo te vaya mal y no logres salir del punto donde te encuentras atrapado o estancado, llegará el día de tu triunfo. Quizá llegue antes el de tu entierro, pero eso no lo puede decir un film hecho para contentar al gran público defendiendo la corrección, que es la que los responsables pretende transmitir entre su insistente cantinela de “quien la sigue, la consigue”. Sin embargo, rehuyen matizar que quienes lo consiguen son casos mínimos, no el total. Son particulares que destacan porque en ellos se reúnen varios factores (algunos externos) que les posibilita alcanzar lo perseguido. Claro que hay que luchar, además ya la propia existencia te lo exige, pero también hay que saber reconocer cuando la lucha cae en el sinsentido que ya no obedece a la idea primigenia de la ilusión, sino a un espejismo en un desierto de imposibilidad. Este no es el caso de Diana Nyad (Annette Bening), aunque a punto esté de perecer en sus intentos de alcanzar la costa de Florida, a nado desde la cubana. Tal vez, no le habría importado porque en el intento ya estaría cumpliendo parte de su deseo: ser diferente, escapar de la monotonía de la que echa pestes, sentirse especial, única, cuando cualquier ser es irrepetible, no por especial, sino sencillamente por ya ser.

La heroína de la película no solo quiere demostrar que puede lograr su sueño, sino que puede lograrlo habiendo superado los sesenta años de edad. Y ahí, se introduce otro gran mensaje para el mundo, que la edad no limita y no es traba para la consecución de un sueño, como el que ella persigue desde hace más de treinta años. ¿En serio? Acaso ¿tenemos las mismas ilusiones que de jóvenes, dueños de la juventud en la que todo es posibilidad, aún existe el todo por hacer y el mucho por desaparecer? El film aboga por la certeza y anima a no desistir. Se posiciona positivo, en el pensamiento plano y unidimensional que ya asoma en El héroe solitario (The Spirit of Saint Louis, Billy Wilder, 1957), Rocky (John G. Avildsen, 1976) y tantos otros productos de superación y gloria, tal como “prueba esto y adelgazarás en cuatro días” o “compra esta sillón eléctrico, que te relajará y rejuvenecerá tanto como esta crema revitalizante”. Es lo que gusta ya no solo en Estados Unidos, sino en cualquier lugar donde domine un pensamiento tan simple como el expuesto, el cual cae con solo mirar a la realidad y comprobar que no todo esfuerzo obtiene su recompensa ni toda recompensa llega por haber realizado un esfuerzo. La vida es más compleja y no da lo que siembras, sino lo que recoges, que puede variar, ser más o menos, sin relación proporcional al trabajo realizado. Pero volviendo a la película, que resulta entretenida, lo mejor se encuentra en sus dos actrices principales: Annette Bening y Jodie Foster, sobre todo en la primera. En todo caso, da gusto verlas en plena forma dando vida a Diana y a Bonnie, la entrenadora y amiga de la portento que desafía al mar y a sí misma bajo la supervisión y la colaboración de un equipo. Y ahí, en otro dicho popular, “la unión hace la fuerza”, Nyad encuentra su tercer punto de interés: la amistad y la unidad que se forja entre los miembros de esta aventura de reto y de superación (tantas veces vista en la pantalla grande y chica) dirigida por Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi y escrita por Julia Cox, que adaptaba el libro en el que la propia nadadora relata su gesta, pues, obviamente, eso es lo que fue. Como producto hecho para vender sin molestar, para entretener mostrando el duro camino hacia el triunfo (y triunfando, que si no, no habría película), Nyad funciona de maravilla y como film de mensaje (me) transmite que “el cine de Hollywood, el público, la sociedad de consumo en general, continúan necesitando héroes y heroínas que crear, publicitar e idolatrar; necesita, para hacer creíble el todo es posible, encontrar un individuo concreto que alcanza la victoria y el éxito que se resiste a los demás”, para así continuar vendiendo la idea de que todos pueden lograrlo.



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