A Neil Jordan le gusta contar cuentos e historias, no en vano, aparte de director de películas, es novelista. Un ejemplo de su gusto de relatar con imágenes, quizá el más evidente, sea En compañía de lobos (1985), pero no es el único. En su segundo largometraje llevaba los cuentos de hadas a un terreno adulto, y en Mona Lisa (1986), su tercer film, toma el cine negro y el relato criminal para contar la historia de amor entre la elegante prostituta y el ingenuo delincuente. No es un amor al uso, sino el soñado o deseado por el personaje de Bob Hoskins. Tampoco suena la voz de un narrador que relate la historia; quien podría narrarla, la está viviendo. Es su propia experiencia en presente, también la de Simone (Cathy Tyson), la mujer de quien George (Bob Hoskins) se enamora, quizá atraído por el misterio que hay en ella. Acaba de salir de la cárcel, tras siete años, pero continúa encerrado, incluso aislado sin querer estarlo. Solo tiene un amigo (Robbie Coltrane) y su viejo “jaguar”. Poco a poco, se da cuenta de su soledad y de que nada sabe de la vida, al menos de la que descubre cuando se sumerge en los bajos fondos o aguarda en los hoteles a donde acompañando a la enigmática prostituta que le ha empleado como chófer. En el primer caso, tal como hace el personaje de George C. Scott en Hardcore (Paul Schrader, 1979), desciende a un submundo de prostitución y pornografía donde busca a la adolescente que tiene la edad de su hija, a la que su ex-mujer no le deja ver; y en el segundo, idealiza a la mujer con quien inicialmente choca, pero de quien se enamora perdidamente.
Jordan toma del cine negro y del relato criminal y crea un cuento oscuro en el que Simone no es una mujer fatal, más bien es una mujer sin suerte, golpeada por la vida y por quien había sido su chulo (Clarke Peters), un tipo violento de quien ha logrado escapar. Pero el pasado sigue ahí; no solo porque le asuste que la alcance, sino porque alguien querida, la adolescente, ha quedado atrás, atrapada en la prostitución y en manos del hombre que la asusta. Simone encuentra en George a alguien que la que protege, aunque ella sepa protegerse; en realidad, ve en su nuevo amigo a quien puede ayudarla a recuperar lo perdido. Ni la prostituta ni el ex-presidiario son afortunados, más bien parecen tristes y conscientes de ello. Pero George siente que todo puede cambiar, porque se ha enamorado de esa chica que le pide que busque a Cathy (Kate Hardie). Sus modales y sus gustos son dudosos, es irascible, se deja llevar por sus arrebatos de ira, pero es un tipo sensible, irascible, emocional, como ya deja claro la introducción del personaje propuesta por Jordan. En ese instante, lo define al son de Mona Lisa, cantada por Nat “King” Cole. George visita un barrio típico, de edificios iguales y de personajes con visas similares y distintas a la suya. Intenta visitar a su hija, pero sufre rechazo. Su ex le cierra la puerta, lo que ya indica que es un tipo excluido de la “normalidad”. Ante ese rechazo y la imposibilidad que conlleva, no le queda más reacción que enfurecerse. Siempre se enfurece, no por ser un tipo furioso, sino porque le supera descubrirse fuera y no comprender comportamientos para él inexplicables; siendo como es, un tipo aparentemente lógico, aficionado a la lectura de novelas de crimen y misterio, relatos policíacos e intrigas, que ignora que la suya y la de Simone es una historia de las que podría leer y charlar con su amigo Thomas…
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