En lo que a la comedia muda hollywoodiense se refiere, hubo varios grandes, entre los que se cuentan Mack Sennett, Charles Chaplin, Stan Laurel, Buster Keaton y Harold Lloyd, en solitario o en comunión con Hal Roach. Hubo más, por supuesto, pero estos evolucionan el género (y el cine) aportando su creatividad y su personalidad a la comedia muda, desde el gag más elaborado al más veloz. En el caso de Chaplin y Laurel su procedencia y sus orígenes profesionales son ingleses, lo que marca una diferencia cultural, de ritmo y de sentido del humor, respecto a Sennett, Keaton y Lloyd, que son estadounidenses, pero la comicidad de estos y de aquellos acaba por estimularse y combinarse en el slapstick y hacen de la comedia de golpe y porrazo algo mucho más grande, más elaborado y equilibrado que el chiste visual. Añaden su tono y su perspectiva, dominan la acción y el ritmo, crean ambos, según las características de cada uno de estos artistas del humor, y logran crear el arte cinematográfico de la risa; el cual encuentra en el francés Max Linder a uno de sus primeros genios… Salvo Sennett, los nombrados también desarrollaron un personaje que les hizo populares entre el público de su época; con el tiempo, icónicos, leyendas del cine. Pero antes de dar forma a esos reconocibles tuvieron que probar otros diferentes; incluso imitando y a veces parodiando. A Stan Laurel se le recuerda mayoritariamente por dar vida al “flaco” que creó a partir de su matrimonio artístico con Oliver Hardy, pero ya era un consumado cómico antes de establecer la relación que todavía hoy se recuerda y disfruta. Uno de sus papeles previos fue doblemente paródico en Dr. Pickle & Mr. Pride (Scott Pembroke, 1925), en la que brome la dualidad de un científico inglés, parodia del Jekyll/Hyde interpretado por John Barrymore en Dr. Jekyll and Mr. Hyde (John S. Robertson, 1920).
Parodiar un éxito de cine no era novedad, Keaton ya lo había hecho en Tres edades (Three Ages, 1923), cuya fuente de inspiración y de burla era Intolerancia (Intolerance, David Wark Griffith, 1916). Esta intención burlesca no da un resultado chabacano, sino festivo —años después, la parodia cinematográfica caería con frecuencia en la burla enlatada, la que se repite sin apenas variaciones, abusando de la caricatura y del chiste fácil y vulgar—. La diversión propuesta por Laurel le permite transformar su personaje incial, un científico elegante y comedido, en mister Pride, un niño-adulto cuya villanía consiste en rondar las calles londinenses —se aprovecharon los decorados de El jorobado de Notre Dame (Hunchback of Notre Dame, Wallace Worsley, 1923)— para robar helados, disparar pequeños proyectiles por un tubo cilíndrico a otros “mocosos” o asustar con un matasuegras o con una bolsa llena de aire, la que explota a una mujer desprevenida. <<¡Boooom!>> No, que es silente. Como se puede apreciar, Pride resulta ser un monstruo sin igual, pues la pócima elaborada por Pyckle desata a un adulto travieso e infantil, con ganas de divertirse, sin el condicionamiento de las normas de conducta adultas. Todavía no ha sido socializado ni adulterado. Su irracionalidad está relacionada con su infantilismo, de tal manera que la versión de Mr. Hyde creada por Stan Laurel no deja de ser un niño grande como pueda serlo su “flaco”, aunque este no es travieso, solo un “buenazo” portador de caos.
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