Ya se sabe que una película basada en un hecho real no es historia, sino su dramatización y fabulación, y que muchos films toman de la realidad para crear espectáculo y una narración que puede o no guardar fidelidad con los sucesos o personas que la inspiran. Lo mismo puede decirse de los personajes, ¿cómo conocerlos y hacerlos cercanos al público? No se puede, el cine no crea vida, solo la imita; toma su apariencia, juega con ella y especula cómo podrían ser esos personajes ajustados al medio cinematográfico —para que funcionen en la pantalla—, lo que llevaría a la creación de otros distintos a los reales. ¿Qué queda de los James Hamm y Nicki Lauda reales en los interpretados por Chris Hensworth y Daniel Brülh de Rush (Ron Howard, 2013)? El nombre y la competición, pues en la pantalla son personajes cinematográficos, creados para hacer el efecto que se persigue, el de la rivalidad que se complementa; contrarios que se atraen. En eso son como “el Gordo y el Flaco”, no me refiero al volumen de sus cuerpos, sino a que, igual que Stan y Oli, sus personalidades son como el día y la noche; y como esas partes diarias, que nunca conviven pero que siempre van unidas, Hamm y Lauda se necesitan más que una mosquito hembra un chupito sanguíneo para ser los mejores pilotos de la Fórmula 1.
Aunque Oli siempre pretende destacar sobre Stan, sentenciando e indicando lo correcto, Laurel y Hardy se complementan en una relación simbiótica e infantil, simbiosis que los engrandece como cómicos y niños grandes. En esto los pilotos imitan sin éxito al gordo y al flaco. Carecen de la grandeza que une a los cómicos, pero existe cierta complementariedad cómica en los pilotos. A pesar de que el resultado no siempre resulte simpático ni atractivo, el cine hollywoodiense parece encontrarse a gusto enfrentando y uniendo opuestos en la pantalla; “unión” que se establece entre los dos rivales de Rush, una película cuya dirección corrió a cargo de un cineasta que ya está más que rodado en este tipo de cine de “entretenimiento” y consumo rápido. Inicialmente, Howard sitúa la película en la parrilla de salida, pero retrocede seis años en el tiempo para mostrar a los dos rivales, cuando aún no son famosos y corren en categorías menores, pero ya entonces tienen algo en común. Los dos han decidido el camino que quieren tomar. James porque ama el riesgo y Nicki porque es lo que sabe hacer. Uno es valiente, el alma de la fiesta; el otro frío y no gusta entre sus compañeros. Hamm es visceral, juerguista, mujeriego e impredecible; Lauda es calculador, frío, trabajador incansable, de sinceridad molesta. Pero, tras el aparente rechazo y sus diferencias evidentes, saben que son mejores gracias a que están ahí, el uno para picar al otro…
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