Un hombre sin rostro es el nexo que une las tres historias que forman La sombra (Cień, 1956), película que, a partir de su intriga, muestra parte de la situación política polaca desde la ocupación alemana, durante la Segunda Guerra Mundial, hasta el momento presente en el que el desconocido se arroja del tren en marcha. La sombra, tercer largometraje de Jerzy Kawalerowicz, se ubica meditada la década de 1950 y abandonaba el realismo empleado por el cineasta en Celulosa (Celuloza, 1954) y en Bajo la estrella frigia (Pod Gwiazda Frygijska, 1954), su primer y segundo largo —que en realidad son una única película en dos partes—, que deja su lugar a la ambigüedad y al misterio. La propuesta se divide en tres momentos puntuales, la guerra, la inmediata posguerra y el presente, instantes que relacionan Polonia con el comunismo que se impone tras la contienda. Al tiempo, el cineasta polaco apunta claroscuros y sospechas, que acompañan a dicha implantación. Para realizar su película, Kawalerowicz se vale de analepsis, de una fotografía en blanco y negro acorde al título y de una planificación que permite que el film avance en apariencia sencilla, sin alardes que despisten, potenciando el misterio y sin dar pistas ni explicación de la relación que los distintos episodios guardan entre sí, y con ese cuerpo sin rostro que una joven pareja recoge en la vía del tren y lleva al hospital más cercano, donde se introduce el primer recuerdo. El segundo, corre a cargo de un policía veterano, que rememora el momento en el que perseguía a una banda armada, que poco antes, durante la guerra, había pertenecido a la resistencia. La tercera historia, más cercana en el tiempo, la narra el hombre a quien la policía detiene con la chaqueta del cuerpo desconocido, el cual, siguiendo a Hitchcock, sería el “macguffin” empleado por Kawalerowicz para experimentar con las formas e introducir el contexto político en su film.
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