Veterano curtido en decenas de producciones cinematográficas, colaborador y socio de David Lean, director de fotografía y, finalmente, director de sus propias películas, Ronald Neame basculó su interés entre los films de personajes —Whisky y Gloria (Tunes of Glory, 1960) o Un genio anda suelto (The Horse’s Mouth, 1958)— y el cine de entretenimiento —La aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972) o Meteoro (Meteor, 1979). En Odessa (The Odessa Files, 1974) propuso lo segundo, aunque no por ello perdió de vista el lado emocional de su personaje principal, al que enfrenta al pasado y al presente en un mismo instante, cuando comprende que la amenaza nazi no ha desaparecido, sino que está escondida: oculta, pero latente en la sociedad. Lo hace a partir de lo escrito por Frederick Forsyth en la novela homónima, lo hace en forma de intriga y suspense; y como tal, la película (y por lo leído del escritor, supongo que también la novela) tiene sus trampas y transita pasos comunes al género, mas esto no impide que Neame, cineasta experimentado y de contrastado talento narrativo, logre hacer olvidar que se trata de un film que solo aborda la superficie del tema expuesto —Marcel Ophuls profundizarían en la fuga de nazis y el cambio de identidad en su documental Hotel Terminus (Hôtel Terminus, 1988). La repetición de pautas genéricas y superficialidad resultan cómodas para el público y para el desarrollo de intriga protagonizada por Jon Voight, que da vida a Peter Miller, un periodista independiente que recibe de un amigo policía las memorias de un judío, superviviente del campo de exterminio de Riga, que acaba de suicidarse. Lo que Peter lee, le decide a investigar el paradero del comandante del campo Eduard Roschmann (Maximilian Schell), apodado “el carnicero”, y descubre la organización clandestina O.D.E.S.S.A. Formada por antiguos miembros de la SS que se han infiltrado en las distintas capas de la sociedad alemana, la organización se dedicó a poner fuera del alcance de la justicia a los suyos. Rochmann fue uno de ellos, pero hay muchos más que han cambiado su identidad.
En la década de 1960, el mediático juicio a Adolf Eichmann precipitó más detenciones; algunos habían vivido sin problema en Alemania, incluso sin cambiar su nombre. Pero, además, una sombra neofascista parecía cobrar forma. Y el cine de la década de 1970 insistirá en esa amenaza en la sombra, en Odessa y en otras películas como El hombre de la cabina de cristal (The Man in the Glass Booth, Arthur Hiller, 1975), Marathon Man (John Schlesinger, 1976) o Los niños de Brasil (The Boys from Brazil, Franklin J. Schaffner, 1978), aunque ya encontramos un ilustre antecedente en El extraño (The Stranger, Orson Welles, 1946), en la que uno de los personajes es un criminal de guerra que ha cambiado de identidad y se hace pasar por un profesor en una pequeña localidad estadounidense. ¿Quien le ayudó a huir? ¿Odessa? Dicha organización alcanza las altas esferas sociales y empresariales, quizá también las políticas y legales. Tiene agentes en la policía y sobrados recursos económicos, como apunta Simon Wiesenthal (Shmuel Rodensky), el célebre cazador de nazis —el Wiesenthal real asesoró el film e inspiraría el personaje a quien da vida Laurence Olivier en Los niños de Brasil—, cuando Peter le vista en Viena. Están por todas partes, y el periodista, salvo en su intimidad con Sigi (Mary Tamm), se encuentra solo y, además, es un ingenuo cuya vida corre peligro. Él mismo se pone en peligro, al cometer errores como llamar a Sigi cuando, ya trabajando en colaboración con los servicios secretos israelís, ella está siendo vigilada y él debería cortar con cualquier contacto pasado; al menos, durante el tiempo que dure su misión: infiltrarse en Odessa. Este supuesto error es parte de lo previsible, ya que forma parte de los pasos a seguir por un thriller que precisa de ese momento para desarrollar su propuesta y la supuesta tensión posterior. Con todo y en conjunto, Odessa funciona, aunque quizá funcione mejor en su primera parte, en la desorientación inicial de Peter, cuando lee las minorías e inicia la investigación y descubre un mundo y una realidad diferente a los que daba por ciertos, un mundo y una realidad más oscuras.
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