sábado, 15 de enero de 2022

Pondal, explicado por Otero Pedrayo


Admiro y amo el lugar donde nací, su cultura, su arte, su paisaje, pero nunca he creído ni sentido que sea mejor o peor que otros lugares, puesto que no considero posible ni necesario comparar sentimientos y características humanas que son universales, aunque también existan particularidades locales (y estas, al ser particulares, no puedo compararlas, solo localizarlas). Además, desde niño sospecho que en cualquier rincón del mundo hay mucho que rascar y que mejorar, y en todos hay cosas hermosas y personas a quienes admirar y de quienes aprender; también de quienes huir y a quienes ignorar. Por otra parte, y esto es un gusto personal, en general, no suele apasionarme la poesía. Quizá no he leído suficientes versos para dejarme seducir por el heterogéneo universo literario al que BaudelaireRosalía, Rilke, Darío o Neruda entregaron sentimientos, emociones y lo mejor de su arte; pero esto no quiere decir que no existan poemas que recorran mi interior cargando de electricidad emotiva cada célula hasta hacerlas vibrar con una extraña y a la vez conocida carga de sentimiento, pasión, emoción. Uno de esos poemas que siento en el alma habla “dos Rumorosos”, “da costa verdecente” “do prácido luar”, “do fogar de Breogán”. Habla de Ponteceso, de Bergantiños, de Galicia, pero más que de un lugar geográfico, situado en uno de los extremos occidentales de Europa, donde los romanos hallaron sus finisterrae, lo hace de un sentir, de un sentimiento que su autor, Eduardo Pondal (Ponteceso, 1835 - A Coruña, 1917), sentía romántico, optimista, de ensoñación celta y que logró transmitir a todo un país <<elevando el idioma gallego a la categoría de lengua de cultura>> (entrecomillado de Anxo Tarrío Varela: Literatura galega. Aportacións a unha Historia crítica). No se trata de ningún himno, aunque tomasen versos de Os Pinos y la música de Pascual Veiga para el Gallego, se trata de emociones y sueños comunicados por la lírica de un poeta/bardo que, junto a la intimista Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837 - Padrón, 1885) y al combativo Manuel Curros Enriquez (Celanova, 1851 - La Habana, 1908), logró algo extraordinario: un brote de vida literario, un sentir, un lloro, un renacer, una esperanza, de ahí que los tres sean figuras seminales de la literatura gallega moderna. Pero <<¿qué virtud tienen los versos de “Queixumes” tan simples y desnudos de toda técnica literaria para causar en nosotros una emoción no sentida con ningún otro poeta?>>, pregunta Otero Pedrayo (Ourense, 1888 - 1976) en su Ensaio sobre a Cultura Galega


<<En marzo de 1856, las arboledas de Conxo se vieron llenas del entusiasmo de un banquete democrático donde por primera vez se juntaron en la misma aspiración estudiantes y obreros. La esencia y la intención de la fiesta se expresaron en los brindis de dos poetas: Aurelio Aguirre y Eduardo Pondal. El delicadísimo Aguirre, un Chesterton que no encontró en su país ni el amparo de una superior cultura, ni el escenario de su dolor, un puro romántico, murió ahogado en las bravas rocas de la península herculina proyectada al mar como una aspiración plástica de Galicia. Pondal tenía otro temperamento forjado más “sub speciae aeternitatis”. Estudiante de Medicina, formado en la disciplina unificadora de los estudios clásicos que si no le ofrecían la acabada formación que un Shelley encontraba en Eaton, le dieron para sempre la nota grave, estoica, varonil, de los antiguos, sentidos más como inicial primitivismo que como plenitud clásica. La misma exigüidad de su obra —poco más de un volumen de versos en una larga vida— es sintomática de la absorbente visión interior del poeta. Ninguno como él supo identificarse con el profundo y esencial tema-eje de Galicia. Por eso no debe extrañar que se le dedique amplía memoria en una meditación sobre la cultura gallega, tomando esta palabra en su sentido esencial. Los lectores y críticos de Pondal se preguntaban: “¿Qué virtud tienen los versos de “Queixumes” tan simples y desnudos de toda técnica literaria para causar en nosotros una emoción no sentida con ningún otro poeta?” La respuesta no puede ser más clara. Pondal, en la soledad de su vida y en la contemplación do su horizonte interior, descubrió y expresó en fórmula poética definitiva el sentido de Galicia en el mundo […] Pondal no podía ser juzgado por literatos. Hoy lo sienten hombres, pueblo y artistas. Pondal, se dijo, no pertenece a ningún tiempo. Está en un estado inicial porque tiene plena confianza en el porvenir. Su intuición maravillosa alcanza el carácter de la roca y del mar, la fisionomía simbólica del paisaje, el latir étnico de la raza, su trágica desesperanza momentánea, siempre presta a convertirse en dinamismo bajo la superior dirección del espíritu, como señalando el camino redentor de un nuevo mundo inspirado en las puras y altas potencias humanas. No lloró nunca. Supo esperar y su personaje es el pueblo gallego y la tierra que con su trabajo secular humanizó hasta convertirla en la patria material quizás más esencialmente ligada al dominio del espíritu. Poeta verdaderamente cósmico y étnico que desprecia la relatividad del tiempo, cada día es más perceptible la mano de Pondal en el lento y seguro despertar de la conciencia gallega>>


Texto orixinal, en galego


<<En marzo de 1856, as arboredas de Conxo víanse enchidas do entusiasmo dun banquete democrático onde por primeira vez se xuntaron na mesma aspiración estudiantes e obreiros. A esencia e a intención da festa expresáronse nos brindis de dous poetas: Aurelio Aguirre e Eduardo Pondal. O delicadísimo Aguirre, un Chesterton que non achou no seu país nin o amparo dunha superior cultura, nin o escenario da súa dor, un puro romántico, morreu afogado nas bravas rocas da península herculina proxectada ó mar como unha aspiración plástica de Galicia. Pondal tiña outra témpera forxada máis “sub speciae aeternitatis”. Estudiante de Medicina, formado na disciplina unificadora dos estudios clásicos que se non lle ofrecían a acabada formación que un Shelley atopaba en Eaton, lle deron para sempre a nota grave, estoica, varonil, dos antigos, sentidos máis coma inicial primitivismo ca coma plenitude clásica. A mesma exigüidade da súa obra —pouco máis dun volume de versos nunha longa vida— é sintomática da absorbente visión interior do poeta. Ningún coma el soubo identificarse co profundo e esencial tema-eixo de Galicia. Por iso non debe estrañar que se lle adique ampla memoria nunha meditación sobre a cultura galega, tomando esta palabra no seu sentido esencial. Os lectores e críticos de Pondal preguntábanse: “¿Que virtude teñen os versos de “Queixumes” tan simples e espidos de toda técnica literaria para causar en nós unha emoción non sentida con ningún outro poeta?” A resposta non pode ser máis clara. Pondal, na soedade da súa vida e na contemplación do seu horizonte interior, descubriu e expresou en fórmula poética definitiva o sentido de Galicia no mundo […] Pondal non podía ser xulgado por literatos. Hoxe sénteno homes, pobo e artistas. Pondal, díxose, non pertence a ningún tempo. Está nun estado inicial porque ten plena confianza no porvir. A súa intuición maravillosa abrangue o carácter da roca e do mar, a fisionomía simbólica da paisaxe, o latexar étnico da raza, a súa tráxica desesperanza momentánea, sempre presta a convertirse en dinamismo baixo a superior dirección do espírito, como sinalando o camiño redentor dun novo mundo inspirado nas puras e altas potencias humanas. Non chorou nunca. Soubo agardar e o seu persoaxe é o pobo galego e a terra que co seu traballo secular humanizou astra convertela na patria material quizais máis esencialmente ligada ó dominio do espírito. Poeta verdadeiramente cósmico e étnico que desprecia a relatividade do tempo, cada día é máis perceptible a man de Pondal no lento e seguro espertar da conciencia galega>>


Ramón Otero Pedrayo: Ensaio Histórico sobre a Cultura Galega (1932), pp 237-239. Biblioteca da Cultura Galega. Editorial Galaxia, Vigo, 1995.

2 comentarios:

  1. Pues fíjate qué curioso, Antonio, que yo descubrí a Pondal gracias a una película: "Trinta Lumes" (2017), dirigida por tu paisana Diana Toucedo.

    Saludos.

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    1. Me gustó “Trinta Lumes”, creo que capta la esencia del medio rural gallego, las costumbres, la humanidad y los mitos del entorno

      Saludos.

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