miércoles, 22 de diciembre de 2021

Emilia Pardo Bazán: naturalismo “a su manera”


Salvo su origen, al que nadie del momento original dio importancia ni nombre, nada en el Arte surge de modo espontáneo ni por capricho, sino que sigue una evolución que a menudo pasa desapercibida para quien limita los periodos artísticos a compartimentos estanco, para quien no intenta ensanchar perspectivas o para quien no vive la transición donde se mezclan variedades y enfrentan el continuismo y su oposición. Es una especie de darwinismo de estilos que se adaptan o que van surgiendo acordes a las distintas ideas y realidades sociales, y a las psicologías de cada época, y que deparan el múltiple enfrentamiento que dará como resultado la suavidad de una evolución continuista o la supuesta revolución cultural y social. Los cambios en las distintas artes son transformaciones que se van gestando en el tiempo, aunque es en un momento “puntual” cuando empiezan a ser notables para el propio Arte y para el público y la crítica que las aceptan o las rechazan: se escandalizan o regocijan y, en su febril e inconstante juicio, elevan a la gloria o hunde en el abismo a los artistas. El impresionismo pictórico no se inició de golpe y porrazo, sino que encuentra antecedentes en Delacroix y otros pintores que, a su vez, tendrían los suyos. Tampoco el naturalismo literario de Zola surge de la nada, pues este aparece cuando Zola, individualidad consciente, mira a su tiempo y encuentra un entorno nihilista donde situaciones y comportamientos le animan a posicionarse, a mostrar la “realidad” en sus novelas —<<me sumí en la tarea de copiar la vida con precisa minuciosidad, me entregué por entero al análisis de la maquinaria humana>>, escribe en el prólogo de la segunda edición de Thérèse Raquin, y a la denuncia social en sus escritos. Pero lo dicho no desvela ningún secreto, como tampoco lo hace decir que no existiría el autor de Nana, y del resto de su obra, sin el positivismo ni el rechazo al romanticismo previo, sin el Segundo Imperio Francés (1852-1870), sin la guerra franco-prusiana (1870-1871), sin Balzac, Stendhal ni Flaubert, sin el artículo periodístico y, en definitiva, sin esa misma época en la que se dan los abusos sociales contra los cuales el escritor nacido en 1840 (fallecido en 1902) alza su voz y pone en movimiento su estilográfica, fuese para describir la situación sufrida por el proletariado —Germinal— o la de minorías acosadas por el orden, cuyo ejemplo más impactante en su obra se particulariza en Yo acuso, cuando denuncia la intolerancia y el antisemitismo que descubre en el ejército y en el gobierno francés, a raíz del caso Dreyfus que investiga, destapa y le conduce a su exilio británico.



<<Hemos visto cuan efímero fue el triunfo del romanticismo, y registrado las diversas fases y direcciones de la transición. Una va a imponerse, con violencias de pirata que entra a saco en la ciudad, y contribuirán a su pasajero dominio, la difusión del positivismo científico, el cual, ya veremos si con fundamento, se afiliaba el naturalismo literario: la influencia póstuma de Balzac, que, como nuestro Felipe el Hermoso, anduvo más camino muerto que en vida; y las circunstancias sociales e históricas que prepararon el advenimiento de la tercera república>>, apunta Emilia Pardo Bazán en el tercer volumen de su estudio Literatura moderna francesa, que dedica al naturalismo, que sería una de las influencias literarias de la escritora gallega, pero no la única, como corrobora su gusto por los clásicos rusos: GógolTolstoi, Turguénev, Dostoievski… ¿Habría una Emilia Pardo Bazán (1851-1921) escritora como hoy la conocemos, sin su tiempo histórico, de continuo toma y daca entre conservadores y liberales?  Dudo que fuese la misma, como tampoco lo sería sin su descubrimiento del naturalismo y de su tocayo Zola. Emilia es la autora que introduce las obras del escritor francés en el panorama literario español en el “escandaloso” ensayo La Cuestión Palpitante, que genera inusitada expectación y ataques contra la literata, a quien algunos de sus contemporáneos tachan de <<sectaria del naturalismo>> y de otras cosas. Pero el libro fue un éxito, posiblemente la polémica que despertó ayudó lo suyo, que corroboraba que la artífice de Memorias de un solterón iba un par de pasos por delante de los carcas y de los puristas de su época, que, más o menos, interpretan el movimiento francés como inmoral, tal como hicieron los franceses con Zola y su Thérèse Raquin. Y aunque sea de manera inconsciente, quizá sufran inferioridad intelectual respecto a la creadora de Los pazos de Ulloa, quien ya de joven siente la necesidad de romper con el orden que le espera o que le exigen. A pesar de casarse a los dieciséis años, desde su mocedad, la escritora nacida en A Coruña apunta independencia y dará el paso que la libere de las cadenas paternalistas que todavía aprietan entonces. Padrón Bazán, Emilia, se aparta del camino señalado por la sociedad decimonónica, que contempla para la mujer una vida de esposa, madre y mente pasiva, en la que la escritora no concibe vivir, pues ella siente la suya desbordante, activa y deseosa de más y mayor actividad intelectual y pasional.



Superando obstáculos y temores, aprovechando su educación privilegiada —considero fundamental para su formación y su pensamiento la posición económica y aristocrática de la familia, pues le posibilita comodidad económica y el acceso a una mejora educativa impensable para la mayoría de las mujeres y hombres de entonces— y fortaleciendo su carácter, da la espalda al patriarcado de entonces, aunque se mantenga conservadora respecto a sus creencias religiosas. Emilia, Pardo Bazán por parte de padre, de la Rúa-Figueroa por lado materno, mujer, novelista, ensayista, editora, hija, esposa desde los 16 años, madre de tres hijos, separada, amante, creyente, descreída, genuina, pasional, intelectual, precursora feminista, liberada y atrapada, vive el conflicto que le hace crecer y alcanzar la suficiente confianza para lanzarse a una aventura de la vida más allá de lo pensado y presumido por sus contemporáneos, incapaces de aceptar cuanto escapa a su comprensión y a su orden. La primera catedrática universitaria de la historia de España, cátedra que nunca llega a ocupar debido a las presiones de la sociedad del momento, también se queda fuera de la Real Academia Española, cuyo acto simbólico de aceptarla un siglo después de su muerte, más que a disculpa suena a vergüenza tardía. La memoria de la autora la reivindica su obra y la historia viva de las letras; y los gestos solo son eso, aunque quizá sirvan para contentar al hoy y calmar las conciencias. Lo cierto es que el “pago” de la impagable deuda histórica, a ella nada le reporta, ni le compensa el ninguneo sufrido. Como mujer emancipada e intelectual, consciente de su sexo y de su intelecto, Emilia significa un cambio para el cual su época no está ni preparada ni dispuesta. Puede que la humanidad, la amplitud de miras, la cultura, el desarrollo intelectual, el deseo ser ella misma, Emilia, y no la mujer sometida o limitada a su hogar y a la familia, por muy condesa que sea, no guste a las mentes guardianas de la época, igual que quizá resulte un personaje en ciertos aspectos escandaloso, sencillamente, porque opta por vivir a su manera, mucho antes de que Paul Anka, Sinatra, Elvis, Julito o Los Piratas entonen sus My Way. Lo hace en conflicto —sociedad e individuo— y en la negación que le permite ser más de lo establecido por el orden que trasgrede, cuando esta extraordinaria autodidacta decide aprender y pensar por su cuenta; y lo hace de tal modo, que llega a convertirse en una de las mujeres (y de los hombres) con mayor erudición de España; y también con más valor, pues, dentro de lo posible, ella decide su conducta, la cual, en muchos aspectos, la sitúan por delante de su tiempo histórico y quizá también del nuestro.




2 comentarios:

  1. Los vituperios recibidos por doña Emilia al publicarse "La cuestión palpitante" demuestran bien a las claras que fue una mujer avanzada a su tiempo. Como el hecho de que su candidatura a la Real Academia fuese rechazada.

    Saludos.

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    1. Comparto tu opinión. Tus palabras son claras y precisas respecto a la autora de “Madre naturaleza”.

      Saludos.

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