<<Mamá dice que la patria es todo lo que tenemos. Es lo que somos. Lo es todo>>, concluye Kovas (Matas Metlevski), el joven protagonista del primer largometraje de Tomas Vengris. Pero tampoco lo dice convencido, puesto que no son sus palabras, solo reproduce las palabras de la mujer que regresa a su tierra natal después de veinte años de ausencia. Es 1992, un año después de la caída del comunismo soviético, y Lituania vive su proceso de independencia y de reconstrucción, pero quizás todo y nada haya cambiado y nuevos cambios aguarden y lleven su tiempo.
Regresar a la tierra madre, en el caso de Viktorija (Severija Janusauskaite), no es tanto un viaje físico como uno de identidad, pues de eso se trata, de la identidad y suma de causas, recuerdos y personas que se han sucededido o que permanecen en su vida. Ese es el hogar al que Viktorija regresa, uno que ha llevado consigo desde que huyó tiempo atrás, pero, aunque sea el mismo espacio físico, no es adonde llega Kovas, su hijo. No lo es porque el muchacho no lo siente ni lo percibe así. No puede, ya que nació en Estados Unidos y se ha criado allí, de modo que, para él, Lituania no es su hogar porque no se reconoce en el país báltico adonde llega pensando en que su paso es transitorio, algo así como unas vacaciones tras las que regresará a su casa en Boston. Kovas carece de los lazos y los nexos de su madre, no posee sus referencias del pasado anterior a la emigración, conoce fragmentos de historias contadas y posee las impresiones que le genera su contacto con un lugar hasta entonces desconocido. Motherland (2019) habla del regreso, de reconstruir una identidad y un hogar de los restos de un pasado que todavía sobrevive en el presente que Kovas observa y nosotros observamos a través de él, de la mirada de alguien que va descubriendo un entorno en conflicto donde se produce su encuentro con una realidad humana inexistente (para él) hasta entonces...
No hay comentarios:
Publicar un comentario