En ocasiones, se presentan historias que escapan a la norma y se aproximan a la fantasía. No me refiero a esas historias de las que dicen que la realidad supera a la ficción, sino a otro tipo de "película", en la que la realidad y la ficción se funden y confunden, sin saber donde está el límite que las separa. Cual Odiseo en su leyenda, Juan Pujol García abandonó su tierra natal para adentrarse en la aventura y en la batalla. Y, al igual que el héroe griego, sus armas más efectivas fueron la invención y el jugar con la credulidad y con el deseo ajeno. Pujol no ideó un caballo gigante, pero sí veintidós subagentes ficticios, que tuvo a su servicio durante la II Guerra Mundial, contienda en la que participó como agente doble. Este espía barcelonés se valió del engaño e hizo creer al servicio de inteligencia alemán que era su agente estrella, cuando, en realidad, la información que les suministraba carecía de valor o llegaba a destiempo. Garbo, así llamado por los británicos que lo enrolaron en sus filas secretas, es y no es un personaje de leyenda, un actor y un espía, un hombre real e inventado (por sí mismo). Según nos cuenta Edmond Roch en su documental sobre el personaje, queda claro que Pujol no era uno hombre corriente, ni solo un espía: era dos y muchos, era un tipo con inventiva y con la ingenuidad que le permitió engañar a los alemanes mucho antes de que los británicos lo fichasen y entrenasen como agente de contrainteligencia. De la nada, creó una red de espionaje inexistente, compuesta por veintidós hombres y mujeres que nunca existieron, aunque sí lo hicieron para lo británicos que se valieron de ellos para engañar a los alemanes. Arabel, así conocido por estos últimos, tuvo su importancia en el éxito del desembarco de Normandía, pero cuánta o por qué decidió convertirse en espía y ofrecer sus servicios como si nada son cuestiones que Garbo: el espía (2008) plantea y contesta a medias, dejando que el mito se imponga. Tras luchar en la Guerra Civil española en el bando republicano, y pretender pasarse al nacional, el personaje central del film de Roch acudió a la embajada británica y ofreció sus servicios como espía. No obstante, los ingleses fueron precavidos y, educadamente, como buenos gentlemen, le dieron la patada. Pero, igual que el héroe de mitología homérica, Pujol no desesperó y decidió engañar. Lo hizo con los alemanes, a quienes ofreció sus servicios, pero sin la intención de ayudarles, solo para lograr sus fines. De hecho, solo pretendía ganarse la confianza germana y utilizarla para llamar la atención de los británicos, como explica Garbo, el espía mediante la combinación de imágenes de archivo, de películas bélicas y de espionaje, y en las entrevistas que apuntan aspectos de la época y de este misterioso pícaro condecorado por ambos bandos.
lunes, 17 de agosto de 2020
Garbo: el espía (2008)
En ocasiones, se presentan historias que escapan a la norma y se aproximan a la fantasía. No me refiero a esas historias de las que dicen que la realidad supera a la ficción, sino a otro tipo de "película", en la que la realidad y la ficción se funden y confunden, sin saber donde está el límite que las separa. Cual Odiseo en su leyenda, Juan Pujol García abandonó su tierra natal para adentrarse en la aventura y en la batalla. Y, al igual que el héroe griego, sus armas más efectivas fueron la invención y el jugar con la credulidad y con el deseo ajeno. Pujol no ideó un caballo gigante, pero sí veintidós subagentes ficticios, que tuvo a su servicio durante la II Guerra Mundial, contienda en la que participó como agente doble. Este espía barcelonés se valió del engaño e hizo creer al servicio de inteligencia alemán que era su agente estrella, cuando, en realidad, la información que les suministraba carecía de valor o llegaba a destiempo. Garbo, así llamado por los británicos que lo enrolaron en sus filas secretas, es y no es un personaje de leyenda, un actor y un espía, un hombre real e inventado (por sí mismo). Según nos cuenta Edmond Roch en su documental sobre el personaje, queda claro que Pujol no era uno hombre corriente, ni solo un espía: era dos y muchos, era un tipo con inventiva y con la ingenuidad que le permitió engañar a los alemanes mucho antes de que los británicos lo fichasen y entrenasen como agente de contrainteligencia. De la nada, creó una red de espionaje inexistente, compuesta por veintidós hombres y mujeres que nunca existieron, aunque sí lo hicieron para lo británicos que se valieron de ellos para engañar a los alemanes. Arabel, así conocido por estos últimos, tuvo su importancia en el éxito del desembarco de Normandía, pero cuánta o por qué decidió convertirse en espía y ofrecer sus servicios como si nada son cuestiones que Garbo: el espía (2008) plantea y contesta a medias, dejando que el mito se imponga. Tras luchar en la Guerra Civil española en el bando republicano, y pretender pasarse al nacional, el personaje central del film de Roch acudió a la embajada británica y ofreció sus servicios como espía. No obstante, los ingleses fueron precavidos y, educadamente, como buenos gentlemen, le dieron la patada. Pero, igual que el héroe de mitología homérica, Pujol no desesperó y decidió engañar. Lo hizo con los alemanes, a quienes ofreció sus servicios, pero sin la intención de ayudarles, solo para lograr sus fines. De hecho, solo pretendía ganarse la confianza germana y utilizarla para llamar la atención de los británicos, como explica Garbo, el espía mediante la combinación de imágenes de archivo, de películas bélicas y de espionaje, y en las entrevistas que apuntan aspectos de la época y de este misterioso pícaro condecorado por ambos bandos.
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