El primer plano del giro de una rueda de automóvil abre Chantaje (Blackmail, 1929) a una jornada laboral quizá rutinaria, quizá menos común de lo habitual para el detective novato que poco después interviene en la detención de un sospechoso y en el posterior interrogatorio. Del despacho, pasamos a la sala de reconocimiento y, sin tiempo que perder, vemos la toma de huellas digitales. El caso está cerrado, los detectives han cumplido y la rutina diaria concluye satisfactoria. Son secuencias que se suceden a ritmo de cine silente de finales de la década de 1920, cuando la cámara había adquirido un dinamismo que, según algunos cineastas, corría el riesgo de perderse con la llegada de los equipos sonoros, más pesados que los habituales hasta entonces. La sucesión de escenas muestra el trabajo de Frank y de otros agentes de Scotland Yard, pero también deja claro que no se necesitan palabras para comprender en qué consiste su labor. Este primer instante de Chantaje y la parte donde se persigue a un falso culpable de asesinato, aunque culpable de otros delitos, son movimiento, el resto del metraje se relaja y pierde dinamismo. Entre ambas partes, descubrimos a los protagonistas y el conflicto que Alfred Hitchcock desarrolla con un ojo puesto en la novedad sonora que anunciaba imponerse en el cine. Cuando inició el rodaje, el cineasta no había realizado ningún film hablado, de hecho, nadie en Gran Bretaña, pero sí había creado su primera obra maestra: El enemigo de las rubias (The Lodger, 1927), un suspense más equilibrado que el desarrollado en este film, cuyo valor no pongo en duda. Pero Chantaje no es un punto y aparte de la carrera del director británico por ser mejor o peor película, sino por ser su primera hablada (y también el primer "talkie" británico de la historia), aunque inicialmente se produjo como film mudo.
El arranque, aludido arriba, expone la cotidianidad que concluye con la aparición de Alice, la prometida de Frank. En ese momento, el cine hablado cobra cuerpo y voz, pero los rasgos silentes no desaparecen, aunque se minimizan, pues, como comentó Hitchcock, rodó consciente de que el film podría sonorizarse; y así fue, se convirtió en su primer largometraje con diálogos sonoros y en un gran éxito popular. Pero, aparte del impacto que produjo en los oídos del público que vivía la novedad, Chantaje carece de la sensación de movimiento de otras producciones en las que el realizador juega sus bazas y genera el suspense. Aquí lo hace, aunque lo consigue desde la quietud de la cámara y la inquietud interior de los personajes (sobre todo la mente de Alice, cuyo pensamiento se exterioriza mediante sus expresiones faciales, el montaje o primeros planos de manos que le recuerdan a la del muerto), puesto que, salvo su inicio y su parte final, prevalecen las secuencias estáticas, ajenas al dinamismo del primer momento y del instante en el que un falso culpable huye por las calles de Londres. Los protagonistas de la historia, Alice y Frank, son pareja, pero discuten y ella decide regresar a casa por su cuenta, aunque, finalmente, acepta la compañía de un desconocido que se ofrece a acompañarla. Poco después, la invita a subir a su apartamento y, en un primer momento, ella se muestra reticente, aunque no demasiado, de modo que finalmente cede y sube. Durante esos instantes no existe tensión, más bien complicidad entre la muchacha y el pintor. Trazan líneas sobre un lienzo, Alice lo firma con su nombre, ambos flirtean, ella se desviste, él la desea, ella se viste con la ropa de la modelo... Todo parece indicar que el aspirante a artista y la rubia hitchcockiana acabarán acercándose por mutua voluntad. Pero no es así. Alice lo rechaza cuando el hombre intenta obligarla. Le dice no, una y otra vez, súplica, mas el acosador se niega a aceptar una respuesta negativa. Hitchcock emplea el fuera de campo, como antes y después hizo y hará con las sombras. Muestra un mesa, sobre la cual hay un cuchillo. La cámara se aproxima, y ahora comprendemos que es un arma, la que ella toma desesperada. Solo vemos su mano, un grito, otro, y luego la mano sin vida de su agresor...
El arranque, aludido arriba, expone la cotidianidad que concluye con la aparición de Alice, la prometida de Frank. En ese momento, el cine hablado cobra cuerpo y voz, pero los rasgos silentes no desaparecen, aunque se minimizan, pues, como comentó Hitchcock, rodó consciente de que el film podría sonorizarse; y así fue, se convirtió en su primer largometraje con diálogos sonoros y en un gran éxito popular. Pero, aparte del impacto que produjo en los oídos del público que vivía la novedad, Chantaje carece de la sensación de movimiento de otras producciones en las que el realizador juega sus bazas y genera el suspense. Aquí lo hace, aunque lo consigue desde la quietud de la cámara y la inquietud interior de los personajes (sobre todo la mente de Alice, cuyo pensamiento se exterioriza mediante sus expresiones faciales, el montaje o primeros planos de manos que le recuerdan a la del muerto), puesto que, salvo su inicio y su parte final, prevalecen las secuencias estáticas, ajenas al dinamismo del primer momento y del instante en el que un falso culpable huye por las calles de Londres. Los protagonistas de la historia, Alice y Frank, son pareja, pero discuten y ella decide regresar a casa por su cuenta, aunque, finalmente, acepta la compañía de un desconocido que se ofrece a acompañarla. Poco después, la invita a subir a su apartamento y, en un primer momento, ella se muestra reticente, aunque no demasiado, de modo que finalmente cede y sube. Durante esos instantes no existe tensión, más bien complicidad entre la muchacha y el pintor. Trazan líneas sobre un lienzo, Alice lo firma con su nombre, ambos flirtean, ella se desviste, él la desea, ella se viste con la ropa de la modelo... Todo parece indicar que el aspirante a artista y la rubia hitchcockiana acabarán acercándose por mutua voluntad. Pero no es así. Alice lo rechaza cuando el hombre intenta obligarla. Le dice no, una y otra vez, súplica, mas el acosador se niega a aceptar una respuesta negativa. Hitchcock emplea el fuera de campo, como antes y después hizo y hará con las sombras. Muestra un mesa, sobre la cual hay un cuchillo. La cámara se aproxima, y ahora comprendemos que es un arma, la que ella toma desesperada. Solo vemos su mano, un grito, otro, y luego la mano sin vida de su agresor...
Chantaje fue un paso más en la experimentación técnica de Hitchcock y en el desarrollo de sus temas y constantes que irían dando cuerpo a un mundo tan suyo que se reconoce al instante, sea por un fugaz plano de su figura, por la presencia de una rubia o de un falso culpable, no siempre inocente, por las apariencias, sospechas y mentiras: el juego que el cineasta mantiene con su público, al que no hace cómplice, sino víctima de su suspense. Su gusto por hacer sufrir y por divertir se compenetran, aunque, en este caso, no llegan a la par. Existen altibajos, quizá achacables a sus distintos ritmos; en definitiva, la película es Hitchcock entre el silente moderno y el sonoro primitivo, entre la luz de un tiempo que se apaga y las sombras de un futuro inmediato e inevitable, igual de inevitable que la congoja de la protagonista, atrapada en la culpabilidad que la martiriza -aunque su acto se justifica en su defensa ante una agresión sexual-, en la sospecha de que la ley será inflexible, aunque ella no haya querido matar, sino repeler el ataque, en la de ser víctima de un chantaje, que también pondrá a Frank a prueba, y la necesidad creciente de confesar...
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