lunes, 17 de mayo de 2021

Abwege (Crisis, 1928)



<<Un rostro amable y riente. Una frente inteligente, amplia. Unos ojillos pequeños, vivaces, que asoman tras de unos lentes con montura de oro. Una panza burguesa. Contraste: un espíritu revolucionario. G. W. Pabst más bien parece un banquero o financiero que un hombre que trabaja la caída de una sociedad llena de engaños e injusticias. Él retrata la verdad. La verdad, presentada desnuda y libre de prejuicios, es revolucionaria. Por eso los films de Pabst son revolucionarios. En todas las películas de Pabst se advierte un valiente ataque a la injusticia. Él no exalta. El no hace otra cosa que tomar trozos de la vida y fotografiarlos con una cámara. Pabst es un espíritu libre con una cámara. Pabst es un espíritu libre que obra atendiendo a su propio pensamiento. Unas veces con el drama. Otras con la sátira. Siempre G. W. Pabst fustiga y ataca. Hace abrir los ojos. Y comprender y aprender muchas verdades>>. Aparte de que no distingo una frente inteligente de cualquier otra, no pretendo apropiarme de las palabras de Carlos Serrano de Osma, que así describió al cineasta centroeuropeo y las películas que realizó durante el periodo mudo y los primeros compases del sonoro. Serrano de Osma escribió estas palabras como parte del artítulo que dedicó al cineasta alemán, publicado en la revista Popular Films, el catorce de septiembre de 1933. Por aquel entonces empezaba a dudar de las últimas películas del hombre a quien había admirado por su realismo y por su manera de enfrentarse a las distintas realidades que asoman en sus películas, ligadas a su época. Cabe recordar que estamos hablando de los años previos al ascenso de Hitler al poder; es decir, de los “locos años veinte” (y primeros compases del crítico decenio siguiente), aunque más que locos y felices, tras el hundimiento económico y los cambios políticos y sociales que siguieron a la Gran Guerra (1914-1918), los años de la República de Weimar fueron permisivos y liberales, años que sentían la culpabilidad del pasado y miraban su presente con mayor tolerancia y también con cierto temor. Fue un periodo durante el cual Berlín dejaba atrás el espíritu de Postdam y se convirtió en centro cultural y de diversión no solo de Alemania, sino a nivel europeo. Allí, la juventud que sobrevivió a la guerra y a la posguerra y los artistas vivían el desorden al que no estaban acostumbrados los alemanes —<<Y es que el pueblo alemán, un pueblo de orden, no sabía qué hacer con la libertad y ya buscaba impaciente a aquellos que habrían de quitársela>> (Stefan Zweig: El mundo de ayer)—, el desenfreno y el escapismo también abrazados por la clase burguesa a la que pertenecen los protagonistas de Crisis (Abwege, 1928).



Por aquel entonces de 1928, la metrópolis alemana era una de las capitales culturales europeas, pero también una ciudad abierta al placer y a la diversión, algo que
Pabst deja constancia en los hombres y mujeres que acuden al club nocturno donde Irene (Brigitte Helm) busca olvidar su prisión matrimonial y a Walter Frank (Jack Trevor), el hombre que la iba a sacar de su encierro, pero que no se presentó en la estación como consecuencia de la intervención de Thomas (Gustav Diessl), el marido de Irene, que, ante la posibilidad de perderla, parece salir de su letargo. En su presentación, Pabst lo muestra disciplinado o quizá rígido, en todo caso como ausente de la reunión que su mujer mantiene con dos amigos. Thomas no hace más que trabajar para aumentar su fortuna y, como consecuencia, se ha desentendido de su matrimonio creando las distancias y la insatisfacción en Irene, quien tampoco encontrará lo que busca en el club. Ese entorno nocturno existe por y para el deseo y el placer. El alcohol, las drogas, el erotismo de un escote en la espalda, el dinero que circula a cambio de compañía, el sexo, todo ello queda perfectamente recogido por la cámara de Pabst, mas nada de lo que allí se le ofrece logra llenar a una mujer herida que se siente sola, a pesar de estar acompañada y rodeada de la multitud que se emborracha y baila, incapaz de olvidar que todavía ama a su marido. La situación expuesta por el cineasta en Abwege parte de un matrimonio burgués que ha perdido el contacto, el apetito y la comunicación mutua. Thomas apenas presta atención a cuanto no sea sus negocios, aunque sí es capaz seguirla o, instantes antes, decirle que se quede en casa, que no quiere verla en compañía de Liane (Herla von Walther), su amiga, y una mujer sin ataduras que vive para divertirse. Todo lo contrario que Irene, encerrada entre esas cuatro paredes de indiferencia conyugal que la asfixian y de las que desea huir, aunque resulta que pretende escapar de un hombre a quien todavía ama, pero a quien cree que ya no despierta interés, ni pasión. Irene vive en la insatisfacción, hasta que decide dar el paso, uno del que tampoco está convencida, pues su decisión de acudir a casa de Walter parece fruto de la desesperación, como también lo es aceptar huir con él a Viena y empezar una nueva vida; algo que no llega a suceder, como se ha dicho, por la intervención de Thomas, lo cual depara que el conflicto continúe, en su silencio hiriente, hasta alcanzar una solución que solo llegará cuando valoren lo que han perdido o han estado a punto de perder.


2 comentarios:

  1. Un filme extraordinario en el que destaca la presencia de Brigitte Helm: la misma actriz que había protagonizado "Metrópolis" (1927) y que ese mismo año intervino en "L'argent" (1928) de Marcel L'Herbier.

    Saludos.

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    1. Coincido. Gran película e inolvidable actriz. No hace mucho, quizá dos meses atrás, escribí una entrada sobre ella y, buscando información, apenas encontré más referencias que las que apuntaban su papel de María y de la máquina en Metrópolis, su primera película.

      Saludos.

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