lunes, 9 de septiembre de 2019

El caserón de las sombras (1932)


Las circunstancias en las que Roger Penderell (Melvyn Douglas) canta "Singin' in the Rain" -compuesta por Arthur Freed y Nacio Herb Brown para The Hollywood Revue of 1929 (Charles Reisner, 1929)- son muy distintas a las que llevarían a Gene Kelly a hacer lo propio dos décadas después en una de las cimas del cine musical. En el film de James Whale, la canción, entonada durante apenas diez segundos, no denota el optimismo de las imágenes de Kelly chapoteando y bailando, suena en la distancia, cínica y burlona, bajo la inclemente tormenta que se desata en la noche y sorprende a los tres ocupantes del automóvil que se desplaza en la solitaria y tempestuosa oscuridad. Necesitan un lugar donde guarecerse del intenso manto de lluvia, del vendaval que lo acompaña y de los desprendimientos de tierra que amenazan el paso del vehículo. Precisan un refugio que evite cualquier tipo de accidente, y la casualidad pone en el camino un sombrío y viejo caserón. Llaman a la puerta; no sin esfuerzo, esta se abre y entreven el siniestro rostro de Morgan (Boris Karloff), que los observa y les permite el paso al interior del recinto donde, salvo el intervalo de intimidad romántica que Roger y Gladys (Lilian Bond) comparten en el granero, se desarrolla El Caserón de las sombras (The Old Dark House, 1932), un film que juega con la luz y la sombras y, a diferencia de su predecesora silente El legado tenebroso (The Cat and the Canary; Paul Leni,1927), también lo hace con el sonido. Pasos, viento, puertas, quejas en la distancia se escuchan en la vieja mansión que se convierte en el escenario del comportamiento de diez personajes, la mayoría estereotipos, que interaccionan expuestos y condicionados por la acotación espacio-temporal, en el edificio tenebroso y durante las horas nocturnas de tempestad, que agudiza la sensación de encierro y de desvarío que define a los hermanos Femm. Rebeca (Eva Moore) evidencia con sus palabras y su rostro huraño que su hermano Horace (Ernest Thesiger) la teme tanto o más que a Morgan. Ambos son seres extraños, que a regañadientes ofrecen cobijo a los recién llegados. Pero más que la imagen de la locura que habita entre las paredes de la extraña mansión, son la imagen de la represión simbolizada en su aislamiento. Los sonidos, siempre audibles, se combinan a la perfección con los claroscuros de la fotografía de Arthur Edeson, iluminación que no oculta influencias expresionistas -cabe recordar que las aportaciones de los alemanes Paul Leni y, en mayor medida, Karl Freund fueron parte responsable de la estética visual que se convertiría en marca de la casa del cine de terror Universal-, para enrarecer el ambiente hasta transformarlo en una pesadilla delirante, no exenta del humor que Whale introdujo en sus films de terror, incluso de burla -la canción bajo la tormenta, el anciano Femm (Elspeth Dudgeon) interpretado por una actriz, un supuesto héroe despreocupado que abandona la botella para abrazar lo cursi, Margaret jugando con las sombras o la ambigüedad del personaje de Charles Laughton-, y una historia de amor de lo más convencional, apurado e increíble. Más interesante resulta la atracción que Margaret Waverton (Gloria Stuart) despierta en Morgan y el rechazo que Rebeca siente por esa misma mujer, lo siente porque la descubre opuesta a ella; Margaret es sensual, bella, joven, de piel suave y tersa. Los primerísimos primeros planos de un candando, de restos alimenticios sobre una bandeja, de la mano que anuncia amenaza o los movimientos de la cámara por el escenario sombrío apuntan la destreza visual que Whale empleó con la intención de apartar a El caserón de las sombras de la teatralidad que podría imponerse, como consecuencia de los personajes y del acotamiento espacial y temporal. Pero el responsable de la exitosa El doctor Frankenstein (Frankenstein, 1931) salió bien parado de su incursión en casas terroríficas; generó una atmósfera quizá no inquietante, pues dicha sensación se ve mitigada por las constantes notas de comicidad, pero sí cinematográfica y acorde con el desequilibrio que los visitantes, sobre todo, el matrimonio Waverton, sea en conjunto o por separado, descubren a lo largo de su extraña noche en el hogar de los Femm. 

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