Por momentos, esta decisión de distanciarse de lo terrenal para acceder al cielo —al intangible donde se desarrollan los amores indestructibles de las grandes películas de Frank Borzage— deriva en la superficialidad que James Cameron llevaría a su extremo cursi, y ridículo, en Titanic (1997). De haberlas visto, sería más que probable que ambas películas revolviesen las tripas de Miller, igual que sus memorias revolverían la de otros. Lo que está claro es que tanto el film de Cameron como el de Sydney Pollack surgen de recuerdos de dos mujeres que vivieron amores que no pueden olvidar en su presente, o quizá sí los hayan olvidado, al menos la parte real que, con el paso del tiempo, han adornado en sus pensamientos, desde los cuales introducen las historias que narran. Pero aun siendo sensiblera y engañosa, a diferencia de Titanic, Memorias de África se mantiene fiel al marco que establece desde su inicio: la idealización de su protagonista, cuya voz rememora una y otra vez que <<tenía una granja en África...>>, aunque, si cambiamos algunos detalles del paisaje y de sus gentes, su granja bien podría ubicarse en China o en Marte, pues esa granja solo existe como el abstracto al que se aferra, aquel que recuerda como el momento de su liberación, de formar parte de un algo que considera suyo, puede que por primera vez, un algo que le permite escapar de la rutina, de las barreras de su época, y posibilita el amor que idealiza en Dennis (Robert Redford), con quien mantiene una relación intermitente que ella desea retener y mantener sin separaciones del amado que le descubre aspectos de la vida que ignoraba hasta entonces. Dennis es el puente que permite el paso del mundo real a la ensoñación que se va apoderando de la pantalla a lo largo de las dos horas y media que Pollack rellena solo en su superficie, con la hermosa fotografía de Kenya, con la partitura musical de John Barry y con una historia de amor que no esconde su falta de aquello que Miller llamó la sal de los clásicos: su honestidad. Puede que exista un algo mágico, estimulante, emocional en la película que a mí se me escapa, quizá si Dennis hubiera sobrevivido nos contaría algo distinto, algo quizá más cercano a lo expuesto por David Lean en Pasaje a la India (A Passage to India, 1984), aventura colonial en la que espacio, música, fotografía y personajes se encuentran al servicio del tema que el cineasta británico pretende contar, lo cual nos ofrece la sensación de vida y de que cuanto narra solo podría acontecer en suelo hindú, y nunca en otro lugar.
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