Referentes literarios y de buen cine no le faltaron a Haynes para atrapar a sus protagonistas dentro de los barrotes de moral y convencionalismos sociales de una jaula de lujo, pero también de insatisfacción existencial que parece no tener fin porque su tiempo histórico, y la sociedad que lo crea, les impide su naturaleza, les exige vivir sus sentimientos y sus emociones en la sombra, ocultándose para no tener que pagar por ser y sentir. Esa podría ser la situación existencial de Carol (Cate Blanchett), elegante y de mediana edad, separada de su marido y entregada a su hija. Sin embargo, Harge (Kyle Chandler), de quien se está divorciando, no acepta o no es capaz de aceptar que su matrimonio ha terminado y le insiste para que vuelva con él: le dice que la ama y se lo demuestra mediante el chantaje emocional que implica la pérdida de su hija. Y, de ese modo, mediante el choque, Haynes nos hace mirar el entorno y a Carol; vemos que vive afectada por el enfrentamiento que se produce entre el exterior que no acepta su liberación y el interior que lucha por salir adelante en una sociedad que niega las relaciones homosexuales y donde conoce a Therese (Rooney Mara), la joven empleada de los grandes almacenes donde se produce su primer encuentro. Therese es fotógrafa, por lo tanto es una artista que observa el mundo, es los ojos que miran a esa mujer seductora, misteriosa, hermosa. En la joven se descubre la mezcla de inocencia, curiosidad y deseo. Carol y Therese son dos almas opuestas, pero complementarias. La primera sufre el desencanto de conocer mientras que la segundo desea conocer para hallar respuestas. De ese modo inician una relación en la que el amor se ve entorpecido por fuerzas externas que las separan y que provocan que Carol regrese a la jaula donde su vida y su esencia se consumen. Tomando como fuente la historia de amor narrada por Highsmith, cuya primera novela fue llevada a la pantalla por Alfred Hitchcock en Extraños en un tren (Strangers on a Train, 1951), la sutil exposición de Todd Haynes de estas dos mujeres y el entorno que habitan muestra, desde imágenes que miman los detalles —el plano inicial de la alcantarilla que, en un primerísimo primer plano, semeja una verja infranqueable, la mano de Carol que, en la siguiente escena y, en la parte final de la película, se posa sobre el hombro de Therese al despedirse, o los guantes sobre el mostrador que anuncian que volverán a verse— y las interpretaciones y miradas de Blanchett y Mara, la insatisfacción, la incomprensión, el descubrimiento y el amor de dos mujeres durante los primeros años de la década de 1950 (1952-1953), en un momento durante el cual las relaciones entre personas de mismo sexo estaría como mínimo mal vistas por esa sociedad que, sostenida sobre su moral inmoral, quitaría a Carol la posibilidad de estar con su hija por ser fiel a su naturaleza, la misma a la que se aferra cuando comprende que no puede ir contra natura, como pretende su marido o los psicólogos: <<de que le sirvo a ella (a su hija), a nosotros (respecto a la relación con su ex-marido), si vivo en contra de mi naturaleza>>. Esa es la victoria y la lección que Carol ofrece a quienes la escuchan, porque vivir en el miedo y en la mentira solo le ha producido dolor y la insatisfacción que desaparece cuando su mirada se encuentra con la de Therese.
1.Todd Haynes, entrevista publicada en El periódico, el 4 de febrero de 2016.
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