Multipremiada en Asia y fuera de ella, Una vida sencilla (Tou ze, 2011) se proyectó al público por primera vez en el Festival de Venecia en 2011, donde fue una de las candidatas al León de Oro y, su protagonista femenina, Deannie Ip recibió la Copa Volpi a la mejor actriz. Pero ni los premios ni su paso por el prestigioso certamen veneciano evitaron su tardía distribución internacional y, cuando lo hizo en países como España, su exhibición comercial fue tan limitada que pasó desapercibida. Olvidando el negocio, la popularidad y el prestigio que generan, una de las razones de los festivales internacionales es servir de escaparate a las películas que proyectan, posibilitando el contacto entre los responsables de los films y las diferentes distribuidoras que acuden a la espera de adquirir los derechos de exhibición de aquellos títulos que les interese distribuir. Esto no siempre se consigue en un medio donde el consumo popular se decanta por el cine de evasión y de sensaciones de combustión espontánea. Películas en apariencia sencillas como la de Ann Hui rehuyen de la espectacularidad formal y se decantan por la reflexión, los sentimientos y las emociones que fluyen desde la contención y la honestidad con las que se adentran en existencias corrientes que no suelen llamar la atención de un público mayoritario. Su intimismo introspectivo complica la distribución de films como Una vida sencilla y, no solo en España, las opciones de ver títulos de estas características se reducen a ediciones en formato doméstico, a que algún festival o filmoteca cercanos realicen retrospectivas o que canales de televisión especializados las emitan y posibiliten el acceso a historias mínimas y cotidianas, con sus dramas y sus momentos de humor. La propuesta de Hui se decanta por la sencillez expositiva que nos acerca a la relación de amistad entre Roger (Andy Lau) y Ah Tao (Deannie Ip), la mujer que lo ha cuidado desde niño, y también a otros miembros de su familia durante más de seis décadas. Ah Tao es fundamental en la vida de Roger, no solo por sus servicios, sino por la compañía diaria que llena su vacío. Pero un día ella sufre un derrame y decide dejar el trabajo e ingresar en una residencia donde piensa pasar la última etapa de su vida. La decisión de Tao precipita la de Roger, que asume sus cuidados porque ve justo devolverle la atención que ella le ha ofrecido desde la cuna. Sabe que hace lo correcto, pero más allá de la corrección se encuentra el cariño mutuo y la conexión que les permite ser ellos mismos cuando comparten momentos donde se observa una complicidad que Roger no muestra con su madre. Nacida de la experiencia propia del guionista y productor del film Roger Lee, Una vida sencilla habla del cariño que no se expresa ni con palabras ni con gestos efusivos, también lo hace de la soledad de los personajes, de la desorientación de Ah Tao cuando es colmada de atenciones en lugar de darlas, de la vejez o de la enfermedad que ha llevado a Ah Tao a la residencia donde inicia otras relaciones, aunque ninguna ilumina su rostro como lo hace la reunión con la familia o las constantes visitas del hombre que cuidó y vio crecer.
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