La tensión y la violencia que rodean y golpean al protagonista de Ruta infernal (Hell Drivers, 1957) confieren a la película de Cy Endfield su apariencia de thriller, mientras que el realismo de sus imágenes y su drama social la sitúan dentro de un ámbito laboral que, por similitud temática, recuerda en ciertos momentos a Mercado de ladrones (Thieves' Highway; Jules Dassin, 1949) y en menor medida a El salario del miedo (Le salaire de la peur; Henri-Georges Clouzot, 1953). Pero Ruta infernal no está influenciado por estos títulos míticos, lo está por los aspectos sociales de su época, por el realismo que años atrás se había impuesto en diferentes cinematografías e incluso por las experiencias vividas por su realizador, exiliado en Reino Unido tras su inclusión en las listas del comité de actividades antiestadounidenses. Dichas influencias se unen en Ruta infernal para dar forma a un excelente drama negro que señala y denuncia la explotación laboral sufrida por los camioneros, condicionados por el entorno que, con gran acierto, Endfield expuso adelantando algunas características del free cinema posterior. El verismo con el que el director estadounidense encaró la descripción tanto de los espacios por donde transita la película (la pensión, el bar, las carreteras, la cantera o el recinto empresarial) como de los personajes remite a la realidad laboral de un grupo de trabajadores presionados por su capataz y por el gerente de la empresa.
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