Películas propagandísticas como Sin novedad en el Alcázar (Augusto Genina, 1940) o Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941) exaltan la figura de Franco (y del ejército), pero en Rojo y negro (1942) Carlos Arévalo no lo hizo, en realidad, lo obvió y exaltó a Falange mediante el título y el personaje interpretado por Conchita Montenegro. Franco no era falangista, exclusivamente era franquista, y, una vez asentada su dictadura, se produjo su desencuentro con el partido fundado por José Antonio Primo de Rivera. Este pudo ser uno de los factores que apuraron la desaparición de la película dos semanas después de su estreno y, aunque pueda continuar conjeturando sobre los porqués de la retirada de Rojo y negro, ignoro la realidad que conllevó su extravío, pérdida o secuestro. Durante las décadas que siguieron, el film permaneció en el olvido, en concreto, hasta que en 1996 la Filmoteca Española lo rescató y recuperó para su estudio y supervivencia. Dejando a un lado el posicionamiento ideológico asumido por Arévalo, la película presenta virtudes cinematográficas que la posicionan entre lo mejor del cine español de los primeros años de posguerra. Su avance en el tiempo, desde el amanecer hasta la noche, pasando por el día, sintetiza la situación de una España donde se discute en el parlamento, en los bares, en las calles,... y donde la ceguera generalizada (los ojos de los personajes tapados por vendas) desvela que quizá muy pocos comprendan qué les deparará la contienda que estalla y divide, más si cabe, a un país ya dividido o roto en numerosos pedazos. Como no podía ser de otra manera, el film toma partido por Luisa, la niña del amanecer y la mujer de la noche, <<roja de sangre y negra de odio>>>, que parece confirmar que el título no alude a la sangre derramada ni al odio desatado durante el conflicto, sino a los colores de la bandera del partido al que pertenece la protagonista y al que Arévalo estaba afiliado.
La trama de Rojo y negro se inicia un día soleado de 1921, con el regreso de los derrotados en Annual, para descubrirnos a dos niños, Luisa (Luisita España) y Miguel (Quique Camoiras), unidos por el lazo de amor y de amistad que asumen indestructible. Pero aquel amanecer quedó atrás y el tiempo avanza hacia el día, hacia la juventud de la pareja y hacia su noviazgo amenazado por las ideologías enfrentadas que profesan: Luisa (Conchita Montenegro) ligada a los falangistas y Miguel (Ismael Merlo) a los antifascistas. Mediante una serie de imágenes y un abanderado falangista que avanza sobre ellas, se inserta la guerra que trae consigo la oscuridad, también el sacrificio de una mujer decidida, que asume proteger a uno de sus compañeros de partido y preocuparse por la suerte de otro. Su decisión y sus creencias la llevan hasta las milicias de la C.N.T., a su posterior encarcelamiento, violación y fusilamiento (ambas fuera de campo). La heroína de Arévalo difiere de la mujer pretendida por el régimen franquista (esposa, madre y ama de casa), es una mujer fuerte que decide por sí misma y se iguala, incluso supera, a los hombres de su bando y a los del opuesto, cumpliendo aquellas palabras infantiles que dijo a Miguel, cuando este le explicaba que una mujer no podía ser pirata. Metafórica y en busca de su <<aurora triunfante>>, Rojo y negro destaca por su forma, por las sombras de su fotografía y el uso de la cámara que nos descubre mediante un travelling las diferentes habitaciones sin pared frontal del edificio miliciano donde, cual casa de muñecas, observamos a los presos, presas, carceleros, dirigentes marxistas, dudas, intenciones y preocupaciones.
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