Dos series cambiaron el panorama televisivo alemán durante los primeros años de la década de 1980. La primera, obra de Reiner Werner Fassbinder, adaptaba la novela Berlin Alexanderplazt escrita por Alfred Döblin en 1929 y la segunda partió del guion desarrollado por Edgar Reitz y Peter Steinbach en 1979, después de la participación de ambos en la película colectiva Alemania en otoño (Deutschland im Herbst, 1978). Las dos producciones televisivas vuelven su mirada hacia el pasado para mostrarnos momentos de la historia de Alemania del siglo XX, pero Heimat. Una crónica de Alemania (Heimat. Eine deutsche chronik, 1984) lo hace desde un enfoque cinematográfico y a lo largo de más de seis décadas de vivencias de la familia Simon en la región de Hünsruck en Renania. Como sucede en las ubicaciones de Siberiada (Siberjada; Andrei Konchalovski, 1978) y Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976), el espacio se convierte junto a la familia protagonista en parte fundamental para exponer el paso del tiempo y las reflexiones sobre la Historia del siglo XX, de la cual los Simon son testigos y protagonistas anónimos. La saga familiar escogida por Reitz abarca tres generaciones que se suceden durante los once episodios que superan las dieciséis horas de duración (y que podrían funcionar de forma autónoma, sirvan de ejemplo El americano o El pequeño Hermann), aunque su forma y la intención del realizador son cinematográficas. Este acercamiento del cine a la pantalla televisiva fue la novedosa aportación formal del relato de los Simon, el cual se inicia en 1919, a la conclusión de la Gran Guerra. En ese instante se observa a un soldado alemán que camina por el campo. Se trata de Paul Simon, quien regresa al hogar, a su heimat, tras haber sobrevivido a los campos de batalla de la Gran Guerra. Pero su vuelta a casa no se produce por completo y se muestra ausente mientras el primer capítulo, La llamada de los lugares lejanos, avanza sin prisa por la década de 1920, ubicándose en la localidad ficticia de Schabbach, desde donde observamos la situación del país. La crisis económica, el sentimiento de humillación tras el tratado de Versalles o la inflacción son aspectos apuntados por Reitz, aunque ni entorpecen ni alteran la cotidianidad de la localidad rural donde Paul trabaja en la construcción de su radio, su hermano Eduard fotografía a sus paisanos y, en compañía de Gladisch, busca oro en el río donde su dolencia pulmonar se agudiza. Cuanto se observa en la pantalla rezuma familiaridad, poética y la tranquilidad que se rompe por un instante, cuando Pauline Simon visita la ciudad cercana y es testigo de la ruptura de los cristales de la vivienda donde vive un judío. La situación de los años veinte concluye para dar paso al siguiente decenio, una década durante la cual la situación económica parece mejorar para dar paso a la supuesta bonanza (tener coche y teléfono, adquirir alimentos o comprar oro), aunque esta sea a crédito y el bienestar no deje de ser ficticio. En esta época se observa la división del país: comunistas, judíos, ambos grupos perseguidos, simpatizantes nazis o gente corriente como Katherina Simon, la madre que rechaza el nuevo régimen que, desde las falsas promesas, los desfiles, la propaganda y la alienación, los llevará al peor momento de su historia. Reitz no se muestra amable con la historia de su país y muestra como las situaciones no se produjeron de la noche a la mañana, ni que estas fueron fruto de casualidades, sino de la seducción, de seguir la moda sin pensar en sus consecuencias ni en el precio a pagar, pues los personajes o se dejan llevar o buscan su beneficio. Heimat es el hogar, la patria, la familia, la identidad nacional representada en los habitantes del pueblo, pero también es la historia crítica y humana que encuentra en María a su personaje principal. Al igual que Gladisch, quien inicia los episodios recordando hechos y personajes mediante decenas de fotografías, ella aparece en cada uno de los capítulos que componen esta espléndida película y serie. Nacida en 1900 y fallecida en 1982, María es testigo del regreso al hogar de Paul en 1919, quien, tras casarse con ella y tener dos hijos, la abandona sin aviso y emigra a Estados Unidos, de la guerra, de la desorientación de la posguerra, del reflotar económico, de la modernidad tecnológica y de la desintegración familiar. Por su parte, Paul desparece hasta su visita en El americano y por lo tanto no será testigo del auge del nacionalsocialismo, ni del crecimiento de sus hijos ni de la soledad de María, tampoco del resurgir del amor cuando aquella conoce a Otto, el ingeniero que dirige las obras de la autopista que no solo une Schabbach con otras ciudades sino que permite el rápido traslado de las tropas que acabarán por invadir países vecinos. La mirada de Reitz no esconde su relación íntima con los personajes o con el paisaje, tampoco su sutil crítica, todo Heimat es una crítica en sí misma, ni cierta nostalgia ni la humana poética que fundía en un solo lenguaje el televisivo y el cinematográfico.
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