En Viento norte (1937) Mario Soffici introdujo como primer escollo para la relación entre Miguelito (Ángel Maraña), de familia gaucha y pobre, y María de los Dolores (Rosita Contreras), cuyo padre (Juan Bono) es un rico hacendado, las diferencias socio-económicas que les separan y, en la distancia, anuncian aquellas que afectarán al jefe de estación y a los agricultores de la cómica Kilómetro 111 (1938), al médico de barrio interpretado por Enrique Muiño en El viejo doctor (1939) y, sobre todo, a los trabajadores (esclavizados) de Prisioneros de la tierra (1939). Aunque en estas cuatro producciones Soffici se decantó por los desfavorecidos, rechazados o explotados, solo Prisioneros de la tierra es cine social en estado puro, ya que en Kilómetro 111 prima la comicidad del actor Pepe Arias, en El viejo doctor se enfrentan dos visiones de la profesión médica y en Viento norte fluyen la influencia gauchesca, romántica y trágica, y un aspecto formal que la aproxima al western estadounidense, aunque sin perder su esencia autóctona. Esta similitud entre el género del oeste y el drama gauchesco de Soffici, o los posteriores La guerra gaucha (1942) y Pampa Bárbara (1945), ambos realizados por Lucas Demare (el segundo codirigido por Hugo Fregonese), nace de un pasado con aspectos similares que podemos fechar en el siglo XIX, durante el cual, salvo la estadounidense, se produjo la independencia y la formación de los distintos países que conforman en la actualidad el continente americano. Con la creación de los diversos estados las luchas internas continuaron, también las diferencias sociales entre las distintas clases, al tiempo que se desarrollaba la colonización de grandes extensiones, a menudo despobladas o habitadas por pueblos indígenas, que fueron ocupadas por vaqueros, gauchos, militares y colonos, entre ellos mujeres fuertes y resignadas como Malena (Camila Quiroga), la madre de Miguelito y esposa del paisano gaucho Aniceto Reyes (Enrique Muiño). Aunque inicialmente la diferencia social separa a los enamorados, esta se supera gracias a la intercesión del capitán Ramallo (Elías Alippi) ante don Severo, siendo la muerte del comandante Ledesma (Orestes Caviglia) la amenaza real que impide la unión de los jóvenes, una amenaza que provoca el abandono de la perspectiva social de Viento norte y que Soffici se decante por conceder el protagonismo absoluto de la tragedia a Miguelito, acusado del asesinato del militar, pero inocente del crimen que se le atribuye. Tras observar el arma del delito, el muchacho acepta la culpabilidad y su funesto e injusto destino porque la mentira le permite encubrir a su padre, herido en su orgullo (por haber sido llevado ante los militares tras ser acusado por don Severo de simpatizar con los sublevados monteros) e incapaz de olvidar que el oficial había sido novio de Malena, a quien se observa en el tramo final de la película embargada por el dolor que implica la inminente ejecución de su retoño y su promesa de silenciar la verdad que podría impedirla.
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