Una luz en el hampa (1964)
Un éxito en la taquilla no equivale a una gran película, como tampoco un fracaso comercial implica lo contrario. Ejemplos para corroborar lo dicho, hay muchos y muy conocidos, uno de ellos podría ser Una luz en el hampa (The Naked Kiss, 1964), que si bien fue un fiasco comercial, su calidad fílmica se encuentra fuera de toda duda. Sin embargo, en su momento, no gustó e implicó un punto de inflexión en la carrera cinematográfica de Samuel Fuller, un cambio que lo llevó a buscar financiación para posteriores proyectos fuera de su país natal (en Alemania, Francia o México), aunque, sobre todo, significó el inicio de un periodo de irregularidad creativa que concluyó con su espléndida Uno Rojo, división de choque (The Big Red One; 1980). Que no despertase la simpatía del público, no resta a la hora de situarla entre los títulos más intensos y valientes de un "outsider" que intentaba rodar sus guiones como quería. Esta osadía fue uno de los factores del fracaso de Una luz en el hampa, al que se unirían la ausencia de un reparto mediático que atrajese la atención popular, a pesar de que su actriz principal había sido la protagonista femenina de dos films de John Ford, y la temática abordada por Fuller, que posteriormente daría pie a su novela homónima. Sacar a relucir cuestiones como la prostitución, la pederastia o la hipocresía social, no resultaría atractivo ni agradable para una sociedad que encontraba su reflejo en la (en apariencia) armoniosa ciudad donde se desarrolla el intenso drama protagonizado por una mujer que, en su intento de cambiar de vida, es repudiada por su pasado de prostituta. Por un momento, esta circunstancia se atenúa al adquirir la historia tintes de cuento de hadas, aunque solo es un espejismo que se diluye cuando el tono de la narración se oscurece para incidir con mayor fuerza en la doble moralidad de un mundo de apariencias que choca con la sinceridad de Kelly (Constance Towers), cuya honestidad pone en evidencia las miserias que habitan a su alrededor. Su pasado la convierte en una mujer marginada e igual de rechazada que el policía de origen japonés de El kimono rojo (The Crisom Kimono; 1959), el carterista de Manos peligrosas (Pickup on South Street; 1953) o el renegado de posicionamiento pro-indio de Yuma (Run of the Arrow, 1957), ya que todos ellos son juzgados por la sociedad a la que pertenecen, sin llegar a ser admitidos debido a los distintos prejuicios que salen a relucir en cada uno de los títulos mencionados. Estos personajes chocan con su entorno, con la moral dominante, la que impone prejuicios o ideas preconcebidas que a menudo inducen a juicios erráticos que no contemplan ni su humanidad ni sus realidades, como la descubierta por Kelly cuando, por segunda vez, se mira al espejo y ve más allá de su rostro, ve su interioridad y con ella su necesidad de evolucionar y convertirse en esa otra persona que empieza a trabajar en el hospital donde se hace cargo de los niños, los únicos que, sin condicionamientos morales, la aceptan por su esencia.
La transformación de Kelly se concreta durante su encuentro con Griff (Anthony Eisley), el jefe de la policía local, quien, tras pasar la noche con ella, le recomienda (ordena) que abandone la ciudad y busque trabajo en el local de alterne de Candy (Virginia Grey), donde piensa que alguien como ella sí encajaría. Este instante, unido al cara a cara con su reflejo en el espejo, precipita el cambio en la protagonista, un cambio que empezaría a gestarse en la primera secuencia del film, dos años antes de los hechos presentes. Griff la juzga por lo que fue no por quien es, sin embargo Kelly no se deja vencer por el hostilidad del agente, ya que está decidida a dejar atrás el desencanto y la marginalidad inherentes a la vida fácil de la que salva a Buff (Marie Devereux), cuando la joven acepta trabajar para Candy. Ella sabe de lo que habla cuando se refiere a la existencia insatisfactoria y marginal de <<ser la mujer de muchos y la esposa de nadie>>, sin un presente y sin un futuro, una existencia de la que reniega al asumir la búsqueda de su lugar en el "idílico" entorno donde se produce su encuentro con Grant (Michael Dante), el multimillonario y pilar de la sociedad en quien cree encontrar a su príncipe azul. Una luz en el hampa refleja el rechazo hacia una persona íntegra, pero que no encaja dentro de los cánones establecidos por prejuicios como los del policía, que oculta su deseo hacia esa mujer a quien no puede apartar de su mente, por la vergüenza, que lleva a Buff a mentir cuando es interrogada, o por falsos ídolos como Grant, ese pilar social que, bajo su fachada de respetabilidad, esconde el desequilibrio que desea proyectar en Kelly, que siempre se muestra tal cual es, sin ocultar su pasado ni juzgar a quienes le rodean y ayuda de forma desinteresada.
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