Locura de amor (1948)
Con un presupuesto holgado, un guion firmado por Carlos Blanco, Alfredo Echegaray y José María Pemán, y la dirección de Juan de Orduña, Locura de amor significó uno de los mayores hitos comerciales de CIFESA, la distribuidora y productora española más importante de la primera década del franquismo. En el seno de la empresa valenciana se realizaron durante aquellos primeros años de la dictadura producciones bélicas de exaltación nacional (¡Harka! o ¡A mí la legión!), comedias románticas e irreales acordes con la moralidad dominante (Deliciosamente tontos o Huella de luz) o películas de corte histórico como la caricaturizada en una de las escenas iniciales de Esa pareja feliz (Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, 1951). Dicha secuencia encuentra su sentido si recordamos que por aquel entonces Bardem y Berlanga eran dos jóvenes debutantes que pretendían modernizar el cine español y para ello ridiculizaron aquellas producciones de cartón piedra ajenas a cualquier tipo de verismo, de las que el film de Juan de Orduña sería su abanderada. El tono panfletario, la alteración histórica, su nacionalismo maniqueo, que concede rasgos positivos a los castellanos y negativos a los extranjeros, la teatralidad desmedida y los amoríos no correspondidos de sus cuatro personajes principales, provocan que, por momentos, la película roce lo ridículo, aún así no carece de atractivos cinematográficos: la fotografía sombría de José F. Aguayo, los decorados de Sigfrido Burman y la narrativa de Orduña, quizá la más destacada del cine histórico español de posguerra. Este tipo de producción buscaba en épocas pasadas historias que dramatizar, priorizando el catolicismo, la patria y la tradición que el régimen franquista había asumido como "pilares ideológicos" y que en Locura de amor prevalecen desde su inicio hasta su final. Las primeras imágenes del film muestran el encuentro entre el capitán Alvar (Jorge Mistral) y Carlos I (Ricardo Acero), que se traslada con su séquito al castillo donde Juana de Castilla (Aurora Bautista) vive su retiro espiritual.
En el interior del palacio el pasado y el presente monárquico se carean en un instante confuso para el joven recién llegado de Alemania, ya que desconoce el por qué del desequilibrio que aqueja a su madre. De la voz de Alvar, el rey escucha la turbulenta relación entre sus padres, así como las intrigas palaciegas que provocaron la locura de Juana, un desequilibrio fruto de sus celos y de los tejemanejes de don Filiberto de Were (Jesús Tordesillas), el consejero flamenco de Felipe el hermoso (Fernando Rey). El relato del oficial comienza en el instante de la muerte de la reina Isabel, una noticia que él mismo debe comunicar a la todavía princesa de Castilla, en ese momento en Flandes. En tierras flamencas observa a una mujer alegre y enamorada, que confía en el amor de su esposo, sin embargo, la mala nueva trastoca su semblante y cambia su ánimo, que poco después se hará añicos, cuando acude al pabellón de caza de Felipe para darle a conocer el fallecimiento materno y lo descubre acariciando a otra mujer. Tras esta secuencia, que ya anuncia la implicación del ambicioso Filiberto en el trágico futuro de la regia pareja, las imágenes regresan al presente para que Alvar continúe con su relato. El fiel capitán prosigue su narración y traslada la acción a Castilla, al momento de la llegada del regio matrimonio a suelo castellano, pero sin que el recuerdo del pasado se borre de la mente de Juana. Como consecuencia, esta manda seguir a su marido, temerosa de que el mujeriego Felipe continúe con sus aventuras donjuanescas lejos del lecho conyugal. Esta circunstancia confirma el primer desamor del film, que se encadena con el segundo, el del monarca, quien a su vez es rechazado por Aldara (Sara Montiel), quien tampoco es correspondía por Alvar, enamorado de la reina y de cuanto aquella representa. Este círculo de amores no correspondidos da pie a uno de los ejes de la película, en el que se fuerza el dramatismo hasta el extremo de resultar cómico, aún así se trata de un film mejor de lo que pueda parecer a primera vista, quizá por esa misma exageración que se descubre en sus personajes y en su trama, que muestra otro punto de interés en las intrigas cortesanas, puestas en marcha por el consejero flamenco del manejable Felipe, en cuyo pensamiento solo hay cabida para la corona y para el deseo que en él despierta la vengativa princesa mora interpretada por Sara Montiel. Los tres son los personajes negativos del relato, cabe decir que su condición foránea juega en su contra, ya que los nacidos en Castilla, como el Almirante (Juan Espantaleón), Alvar y la propia reina, asumen los rasgos positivos en los que Orduña y sus guionistas representaron el "espíritu nacional" impuesto por el franquismo.
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