En su primera película sonora, Aleluya (Hallelujah, 1929), King Vidor concedió el protagonismo exclusivo de la historia a los miembros de una comunidad afroestadounidense, pero no sería hasta décadas después, gracias al estatus de estrella alcanzado por Sidney Poitier (y, en menor medida, por otros actores como Harry Belafonte o el ex-jugador de fútbol americano Jim Brown) y a los movimientos por la igualdad racial que se llevaron a cabo durante las décadas de 1950 y 1960, desde Martin Luther King hasta el <<Black Power>>, pasando por Malcolm X, cuando proliferaron en las pantallas de las salas comerciales películas destinadas principalmente a la población negra estadounidense. Este tipo de cine étnico, conocido por blaxploitation, alcanzó su esplendor durante los primeros años setenta, sobre todo en thrillers que reivindicaban el protagonismo de personajes como los interpretados por Richard Roundtree en la trilogía Shaft o Fred Williamson en El padrino de Harlem (Black Caesar, Larry Cohen, 1973) o heroínas como las encarnadas por Pam Grier en Coffey (Jack Hill, 1973), Foxy Brown (Jack Hill, 1974) o Friday Foster (Arthur Marks, 1975). Estos hombres y mujeres deambulan por espacios marcados por la marginalidad, la violencia, el sexo y las drogas que formaban parte de la realidad que se vivía fuera de la pantalla, una realidad en la que también tenían cabida la desigualdad y el enfrentamiento racial que ya se encuentra presente en títulos como Un rayo de luz (No Way Out, Joseph L. Mankiewicz, 1950), Fugitivos (The Defiant Ones, Stanley Kramer, 1958) o En el calor de la noche (In the Heat of the Night; Norman Jewison, 1967), ambas interpretadas por Sidney Poitier, en la primera dando vida a un evadido y en la segunda al inspector Tibs, quien, gracias a sus capacidades y habilidades, se impone en un medio hostil donde el racismo es la nota predominante.
Este personaje no solo iguala al caucásico sino que lo supera en un terreno que poco antes le estaba prohibido, pero en Las noches rojas de Harlem (Shaft, 1971), abanderada del blaxploitation, el problema racial queda supeditado a la figura de John Shaft (Richard Roundtree), quien desempeña un oficio hasta entonces asociado a los blancos, algo que Ben (Christopher St.John), su amigo del pasado y un activista radical en el presente, le recrimina porque cree que así se minusvalora y minusvalora a los suyos. Shaft es un detective privado con convicciones, las suyas, y sin prejuicios raciales, a pensar de que se mueve por un entorno donde las diferencias de piel siempre se encuentran latentes, como sucede en el enfrentamiento entre la mafia y Bumpy Jonas (Moses Gunn), aunque esta lucha no deja de ser por dinero, pero, como apunta el teniente Androzzi (Charles Cioffi), la gente verá en ella una lucha entre negros y blancos. En Las noches rojas de Harlem quedan definidas las características del blaxploitation cinematográfico: sexo interracial, violencia, persecuciones, delincuencia o la aceptación-rechazo racial. En buena medida estas características, unidas a la actitud chulesca del mítico personaje de Roundtree y a la música de Isaac Hayes, fueron las responsables del gran éxito comercial de la película. Un año después de su estreno, Gordon Parks, el director del film, realizó una secuela titulada Shaft vuelve a Harlem (Shaft's Big Score, 1972) y, de nuevo, Richard Roundtree retomaría por tercera vez su peculiar detective en Shaft en África (Shaft in Africa, John Guillermin, 1973) y en la serie de televisión Shaft (1973-1974), ofreciendo al público más aventuras de un tipo duro y orgulloso de ser quien es, en ciertos aspectos (rudeza, individualidad y métodos expeditivos) similar al resto de los detectives privados y policías protagonistas del policíaco estadounidense de la década de 1970.
No hay comentarios:
Publicar un comentario