Si no amaneciera (1941)
Ni fue la primera ni sería la última vez que un realizador o una de las estrellas del reparto cambiasen aspectos del guion para servir a sus intereses artísticos o personales, como tampoco sería una sorpresa que un productor o un guionista intervinieran en las decisiones del director y alterasen parte de lo que este había rodado. Pero a Billy Wilder los cambios realizados por Mitchell Leisen en Si no amaneciera (Hold Back the Dawn, 1941) no le agradaron, más aún, le molestaron hasta el extremo de “obligarle” a presionar a los directivos del estudio para que le permitieran dirigir sus guiones, objetivo que alcanzaría al año siguiente en El mayor y la menor (The Major and the Minor; 1942). Pero, a pesar de los reproches de Wilder hacia las decisiones asumidas durante el rodaje de la película, no se puede negar el talento de Leisen a la hora de poner en escena comedias tan logradas como aquellas que lo auparon a su privilegiada posición dentro de la Paramount o dramas como este, que se inicia en esos mismos estudios, cuando un desconocido irrumpe en uno de los platós para vender su historia al realizador interpretado por el propio Leisen, a quien, durante un descanso del rodaje de Vuelo de águilas (I Wanted Wings; 1941), expone los hechos que lo han conducido hasta allí.
Como consecuencia del encuentro entre Leisen y el personaje, las imágenes de Si no amaneciera se desarrollan a lo largo del flashback que ocupa la práctica totalidad de su metraje. Durante este retroceso temporal se descubre a Georges Iscovescu (Charles Boyer) en la frontera mexicana, a la espera del visado que posibilite su entrada en los Estados Unidos. Sin embargo, las autoridades le informan de que el cupo de inmigrantes rumanos está cubierto, así que "solo" tendrá que aguardar ocho años para acceder al país y a un nuevo comienzo. Durante los primeros compases de su narración se muestra el letrero del <<Hotel Esperanza>>, pero, cuando la cámara se centra en la asistenta del establecimiento abriendo la puerta de una de las habitaciones, el cuerpo de un cliente que cuelga de una soga indica que se trata de un lugar de desesperación y de interminable espera, similar a la que Iscovescu experimenta durante los siguientes cinco meses, los cuales omite para avanzar su relato. Se sobreentiende que, para él y para los hombres, mujeres y niños que allí se alojan, la situación resulta una condena, sin lugar a donde ir y sin un futuro al que aferrarse, porque se les niega un presente que les aparte de la decepción y de la frustración de saber que no cuentan para nadie. Sin embargo, este hombre, supuesto bailarín de profesión, se reencuentra con Anita Dixon (Paulette Goddard), quien le proporciona la idea que se convierte en el eje motor de su pensamiento: entrar en los Estados Unidos por vía matrimonial.
Casarse con una ciudadana estadounidense es su prioridad y sabe cómo conseguirlo, embaucando a una mujer, no en vano había vivido de ellas hasta que, obligado por la Segunda Guerra Mundial, abandonó Francia. Desde ese instante, el vividor busca alguna inocente a quien engañar, y la encuentra en Emmy Brown (Olivia de Havilland), una maestra que se deja engatusar por la idea de un matrimonio feliz al lado de alguien que la aleje de su solitaria monotonía, sin plantearse que para Georges solo es el medio que le permite alcanzar su meta. La situación expuesta por Leisen desvela el cómo, ante la desesperación, Iscovescu asume saltarse el proceso administrativo de un país levantado por inmigrantes, aunque en el presente de Si no amaneciera ha restringido la entrada y construido un muro físico que simboliza el distanciamiento entre la comodidad que se vive dentro de sus fronteras y la miseria en la que se encuentran los parias del Hotel (des)Esperanza. Sin embargo, mientras el resto de clientes esperan resignados, el conquistador rumano, en su anhelo, asume una decisión que no contempla más sentimientos y necesidades que las suyas, por eso en ningún momento duda a la hora de utilizar a esa mujer que anhela sentirse querida y especial. Ambos deseos, a primera vista distantes, nacen del egoísmo y de la necesidad, aunque en Emmy fluye de modo inconsciente, fruto de su inocencia y de su fantasía, mientras que en su pareja se comprende consciente y forzada por la realidad que vive. Aunque, durante su huida del inspector Hammock (Walter Abel), agente de inmigración, las intenciones y el afecto del buscavidas se transforman para dar pie a una historia de amor que se convierte en el centro de un sólido drama que expone con crudeza un tema siempre actual y siempre presente en el cine.
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