Aparte de su posicionamiento a favor de las libertades, el cineasta también pudo expresar su inclinación hacia una medicina humanista, que tiene como principio y fin el paciente, tanto desde una perspectiva física como psíquica. Esta visión médica del responsable de Operación Cicerón (Five Fingers, 1952) se personaliza en la figura del doctor Praetorius (Cary Grant), quien asume como base fundamental de su trabajo el respeto y la preocupación por sus pacientes, a quienes trata como lo que son, seres humanos con nombre y rostro, con miedos y esperanzas, por eso asume un tono familiar y se dirige a ellos por su nombre de pila, mientras les insufla dosis de optimismo como parte de su terapia, la misma terapia que el doctor Elwell (Hume Cronyn) califica de poco profesional y de la que se vale para acusar a su homólogo de ser un curandero que desprestigia la profesión médica. Este personaje, intolerante y conservador en extremo, hurga en el pasado de su colega buscando cualquier indicio que le desprestigie ante el comité de la universidad donde ambos ejercen como docentes, y lo hace porque ni comprende ni comparte la postura humanista y moderna de un médico cuyo pensamiento choca de pleno con un entorno anclado en viejas costumbres, las cuales impiden ver al paciente más allá de alguien a quien medicar, sin entrar en consideraciones que Noah sí observa, como sería el estado anímico de las personas que tiene a su cuidado. El ejemplo más claro a este respecto se encuentra en su relación con Deborah Higgins (Jeanne Crain), la joven embarazada que intenta quitarse la vida como consecuencia de la noticia de su estado. Pero, a pesar de su intento de suicidio, el doctor descubre en ella a alguien más que a una mujer desesperada, en ella ve una vida llena de promesas y esperanzas, por ese motivo decide mentirle sobre su embarazo, para que la joven se aferre a ese renacer al que accede tras la no consumación de su muerte. Como cualquier película hecha en el Hollywood del momento, la presencia de una historia de amor era casi obligatoria por cuestiones comerciales, como consecuencia esta relación médico-paciente se convierte en un romance, aunque los sentimientos de los enamorados no son más que la escusa para acceder a otro entorno igual de intolerante que el médico-universitario, el habitado por personas como John Higgins (Will Wright), el tío de Deborah y un hombre que, tras su severa visión moral, esconde la ignorancia y la intolerancia que le permiten creerse en posesión de una verdad absoluta, que ni existe ni tiene cabida dentro del humanismo representado por los personajes positivos de un film muy especial en la filmografía de Mankiewicz y reflejo del Hollywood de la época.
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