Hasta que Anthony Mann rodó La puerta del diablo (Devil's Doorway, 1950) la figura cinematográfica del nativo norteamericano solía aparecer en la pantalla en papeles de escasa relevancia, en la mayoría de los casos no dejaba de ser una caricatura que atacaba a colonos o a aventureros que se adentraban en un territorio inhóspito del que se omitía que era su hogar. Pero, con anterioridad a La puerta del diablo, considerado el primer film pro-indio, en algunas películas estos habituales secundarios del western recibieron un tratamiento más cercano a la realidad histórica, una de aquellas producciones que precedieron al film de Mann fue Las aventuras de Buffalo Bill (Buffalo Bill, 1944), en la que William A.Wellman concedió mayor presencia y profundidad a este tipo de personaje, que a muy pocos realizadores y guionistas interesaba mostrar desde consideraciones históricas como las que sí se tienen en cuenta en este largometraje. Wellman, a quien a menudo olvidamos incluir entre los grandes del género, fue el responsable de westerns imprescindibles (Incidente en Ox-Bow, Cielo amarillo, Más allá del Missouri, Caravana de Mujeres o El rastro de la pantera) que presentan perspectivas atípicas al momento de su rodaje, lo mismo se puede decir de Las aventuras de Buffalo Bill, film que expone, aunque de manera superficial, los atropellos sufridos por los indios en un periodo durante el cual el hombre blanco se asienta en su territorio con la intención de enriquecerse (el motor de cualquier colonización), sin considerar los perjuicios que dicha postura acarrea al nativo, a quien se denigra e incluso se elimina para alcanzar los fines que acaban por afectar a William Frederick Cody (Joel McRea). Buffalo Bill Cody, a pesar de ser contrario a los intereses de los empresarios del este, se posiciona a favor de estos en detrimento de sus amigos los indios, representados en Mano Amarilla (Anthony Quinn) y en Aurora Luminosa (Linda Darnell), encargada de la educación de los niños caucásicos del fuerte y de redactar la carta que Bill copia para contestar a Louisa Frederici (Maureen O'Hara), lo que demuestra una formación superior a la del protagonista. Pero más que revindicar la figura del indio, algo que se logra desde la aparición de Aurora, se trata de dramatizar la figura del héroe que denuncia la injusticia dominante, aunque no antes de vivir en una constante contradicción entre lo que siente y lo que hace. De modo que no será hasta que en su homenaje, Vandervere (George Lessey) (enriquecido a costa de la matanza masiva del Buffalo de las praderas) cite al general Sherman: <<el único indio bueno es el indio muerto>>, cuando Bill equilibre palabras e ideas y denuncie públicamente el atropello sufrido por los indígenas, a quienes defiende e iguala a los descendientes de los europeos que se asentaron en la costa este de Norteamérica. Esta postura provoca la posterior campaña de difamación contra su persona, e implica su caída en el arroyo, pero también su reencuentro con Louisa, a quien había culpado de la muerte del hijo de ambos, síntoma de la constante frustración que domina a un personaje que alcanza la redención, y el éxito, gracias al espectáculo circense con el que pretende transmitir el auténtico espíritu del oeste.
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