miércoles, 10 de noviembre de 2021

Scott Pilgrim contra el mundo (2010)



En sus inicios, el cine tomó de la literatura, de la arquitectura, de la pintura, de cuanto pudiese servir para establecer un sentido y una forma propia a las imparables imágenes en movimiento. De ese modo, los cineastas establecían comunicación con otros medios de expresión anteriores al nacimiento cinematográfico y, avanzado el tiempo, posteriores que, a su vez, tomarían del cine y de otros. Las influencia de unos y otros están ahí, en las obras y en las mentes de los creadores, también en las posibilidades que se van presentando en la evolución de las nuevas tecnologías y medios de entretenimiento y expresión como el cine, el cómic y el vídeo-juego. Antes de poner la guinda a la trilogía cornetto de tres sabores con Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End, 2013), el británico Edgar Wright se fue a Toronto (Canadá), tomó del cómic, adaptando la obra de Bryan Lee O’Malley, y de los video-juegos, y realizó este animado ejercicio audiovisual sobre la (in)madurez y las responsabilidades (constante en su cine) a menudo no asumidas en el mundo adulto al que, por edad, ya pertenece Scott Pilgrim (Michael Cera), un joven de veintidós años incapaz de asumir su existencia y avanzar en el mundo adulto en el que se niega a entrar como consecuencia de sus miedos y sus frustraciones, lo que provoca que siempre acabe por no decidir o no enfrentarse a las situaciones con las que se encuentra. Pero todo esto cambia cuando conoce a Ramona Flowers (Mary Elizabeth Winstead), la neoyorquina que le atrae y con quien sueña, sin embargo no es capaz de expresar sus sentimientos como tampoco lo es de expresar en alta voz el nombre de la mujer que lo hirió o romper con su falsa novia, una adolescente de diecisiete años con quien puede mantenerse apartado de ese presente del que se esconde cuando Ramona, que también huye, y sus ex irrumpen en su cotidianidad. Pero, aparte del ritmo visual del cineasta británico, lo más interesante y divertido del film es el descaro de Edgar Wright a la hora de caricaturizar las caricaturas de las comedias románticas del Hollywood moderno y aquí es donde Scott Pilgrim vs the World (2010) juega con los tópicos y estereotipos, les da la vuelta y se aleja de ellos para ofrecer una perspectiva paródica, en apariencia inmadura, del infantilismo y buenrollismo que dominan las repetitivas comedias adolescentes.

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