<<Mi nombre es Max. Mi mundo es fuego y sangre. Antes era policía, un guerrero de la carretera buscando hacer justicia. Con el declive del mundo llegó, de una forma u otra, el de cada uno de nosotros. Era difícil saber quién estaba más loco, yo o los demás>>. Para muchos la introducción que Max Rockatansky (Tom Hardy) hace de sí mismo es innecesaria, aunque para las nuevas generaciones puede que sí lo sea, de modo que este solitario antihéroe se presenta a sí mismo como un superviviente que habita en un mundo post-apocalíptico por donde huye de los vivos mientras no puede hacerlo de los fantasmas que lo persiguen durante su viaje sin destino por la desolación. Esta presentación confirma que Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road) no es una secuela de la trilogía australiana protagonizada por Mel Gibson y dirigida por George Miller entre los años 1979 y 1985, sino una revisión de la misma, que se decanta por renovar a su personaje y devolverlo a la aridez del páramo habitado por humanos que, como Max, han perdido parte de su condición. Sin embargo, y a pesar de las tres décadas que separa a Mad Max: Furia en la carretera de la anterior entrega de la serie, esta nueva aventura resulta cercana a Mad Max 2. El guerrero de la carretera (Mad Max 2, 1981) y a la parte final de Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (Mad Max: Beyond Thunderdome, 1985). Aunque más adrenalítica que aquellas y escasa de diálogos, su desenfrenado ritmo narrativo, desarrollado a lo largo de la trepidante persecución que engloba la práctica totalidad de su metraje, nace del montaje realizado por Margaret Sixel y por el propio Miller (que emplea el montaje para dar velocidad y algo de la locura del mundo de Max a la narrativa cinematográfica del film) y de las imágenes de tonalidad terrosa y árida fotografiadas por John Seale, pero son los silencios de sus dos protagonistas principales los que permiten acceder a su evolución emotiva, que va desde el violento rechazo inicial, pasando por la aceptación de saber que se necesitan, hasta reconocerse como iguales en su intención de sobrevivir dentro de un entorno donde la esperanza, el pensamiento y la capacidad de elegir han sido sustituidas por el fanatismo y la promesa de alcanzar el Valhalla.
miércoles, 19 de agosto de 2015
Mad Max: Furia en la carretera (2015)
<<Mi nombre es Max. Mi mundo es fuego y sangre. Antes era policía, un guerrero de la carretera buscando hacer justicia. Con el declive del mundo llegó, de una forma u otra, el de cada uno de nosotros. Era difícil saber quién estaba más loco, yo o los demás>>. Para muchos la introducción que Max Rockatansky (Tom Hardy) hace de sí mismo es innecesaria, aunque para las nuevas generaciones puede que sí lo sea, de modo que este solitario antihéroe se presenta a sí mismo como un superviviente que habita en un mundo post-apocalíptico por donde huye de los vivos mientras no puede hacerlo de los fantasmas que lo persiguen durante su viaje sin destino por la desolación. Esta presentación confirma que Mad Max: Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road) no es una secuela de la trilogía australiana protagonizada por Mel Gibson y dirigida por George Miller entre los años 1979 y 1985, sino una revisión de la misma, que se decanta por renovar a su personaje y devolverlo a la aridez del páramo habitado por humanos que, como Max, han perdido parte de su condición. Sin embargo, y a pesar de las tres décadas que separa a Mad Max: Furia en la carretera de la anterior entrega de la serie, esta nueva aventura resulta cercana a Mad Max 2. El guerrero de la carretera (Mad Max 2, 1981) y a la parte final de Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (Mad Max: Beyond Thunderdome, 1985). Aunque más adrenalítica que aquellas y escasa de diálogos, su desenfrenado ritmo narrativo, desarrollado a lo largo de la trepidante persecución que engloba la práctica totalidad de su metraje, nace del montaje realizado por Margaret Sixel y por el propio Miller (que emplea el montaje para dar velocidad y algo de la locura del mundo de Max a la narrativa cinematográfica del film) y de las imágenes de tonalidad terrosa y árida fotografiadas por John Seale, pero son los silencios de sus dos protagonistas principales los que permiten acceder a su evolución emotiva, que va desde el violento rechazo inicial, pasando por la aceptación de saber que se necesitan, hasta reconocerse como iguales en su intención de sobrevivir dentro de un entorno donde la esperanza, el pensamiento y la capacidad de elegir han sido sustituidas por el fanatismo y la promesa de alcanzar el Valhalla.
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