El pan nuestro de cada día (1934)
Los felices años veinte dejaron de serlo cuando el crack bursátil de 1929 trajo consigo una depresión económica sin parangón —sobre todo en los Estados Unidos, pero también en otros países que se vieron afectados por el colapso— que provocó la pérdida de empleos, negocios y hogares, lo que obligó a parte de la población a lanzarse a las carreteras en busca de las oportunidades inexistentes en las ciudades. Esta realidad socio-económica convenció al gobierno de Franklin Delano Roosevelt para intervenir con su New Deal, pero, antes de que este plan surtiera efecto y la crisis remitiera, miles de hombres y de mujeres se vieron obligados a buscar un lugar donde volver a sentirse dignos, alimentados y protegidos. Este éxodo no pasó desapercibido para King Vidor, que, recopilando noticias que salían en la prensa, fue desarrollando la idea que dio pie a El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1934), una película cuyo carácter social y ausencia de glamour provocaron que ningún estudio quisiera hacerse cargo de su producción. <<Daba la impresión de que el hecho de que los personajes fueran parados y estuvieran arruinados asustaba a los estudios. La historia parecía interesarles, y se mostraban entusiasmados con el proyecto, pero todas las grandes compañías temían hacer una película carente de sofisticación, aún admitiendo que el tema era sin duda alguna el de una hazaña heroica>>. Pero Vidor no desistió en su empeño y decidió <<reunir el dinero hipotecando cuanto había acumulado hasta la fecha>> para filmar su película, ajustando el presupuesto y los medios, sin renegar de su intención de hablar de aquella realidad a través de las vivencias de un matrimonio que podría ser cualquier pareja de entonces.
A la pareja se le ofrece la promesa de un nuevo comienzo en un terreno donde marido y mujer se muestran ilusionados, porque en esa tierra simbolizan el sueño americano en el que, a pesar de su precaria situación, todavía creen. De tal manera El pan nuestro de cada día muestra la situación social del ciudadano medio desde la perspectiva de Mary (Karen Morley) y John (Tom Keen) Sims, los mismos personajes de ...Y el mundo marcha (The Crowd, 1928), aunque con distintos rostros que en aquella, ya que, tanto la pareja del film silente como la de esta producción sonora, vendrían a representar al estadounidense de a pie, que, como tantos otros, no podían hacer frente a los gastos alimenticios ni al alquiler de su vivienda. Aunque, por suerte para John y Mary, el tío de esta les cede un terreno hipotecado que, avanzado el film, recuperarán por 1,85 dólares, gracias a la intervención de sus amigos durante su subasta pública. El argumento expuesto por Vidor resulta sencillo, pero su exposición atractiva y certera, sobre todo como documento y como lección del uso tempo narrativo. La llegada de la pareja al medio rural expone su inexperiencia, así como su falta de conocimientos agrícolas y, como consecuencia, le piden al granjero, a quien se le estropea el vehículo en las inmediaciones de la finca, que se quede y les ayude con la cosecha. Chris (John Qualen) es el primero de los muchos desempleados que, vagando con sus familias en busca de una mejora, descubren en esa tierra la oportunidad de formar parte de un algo que no tarda en convertirse en una cooperativa. Así pues, la granja se transforma en un espacio utópico donde hay cabida para canteros, fontaneros, carpinteros, músicos,... e incluso para Louie (Addison Richards), un delincuente que se sacrifica por el bien común cuando empiezan a surgir las trabas que deben superar hasta alcanzar el estado de bienestar, siempre amenazado por la hipoteca bancaria, por la falta de alimento, por la presencia de Sally (Barbara Pepper), que nubla el juicio del protagonista, o por la sequía. El pan nuestro de cada día es una de las grandes aportaciones al cine social de la época (apenas existente), alejada en planteamiento y en intenciones a la comicidad y al romanticismo empleado por Frank Capra en Sucedió una noche (It Happened One Night; 1934), porque en la película de Vidor la Gran Depresión es parte fundamental del entorno y no el telón de fondo utilizado por Capra para dar forma a su exitoso film. De tal manera, en esta propuesta prevalece una narrativa casi documental que, al tiempo que ofrece una perspectiva crítica y realista del momento, ofrece el atisbo de esperanza que sus protagonistas agrandan al aceptar su individualidad como base del colectivo, de ahí que los hombres y mujeres de la granja unan sus fuerzas cuando comprenden y aceptan que cada uno es parte vital para el buen funcionamiento del grupo, y de ahí también que la figura del individuo cobre suma importancia en el personaje de John Sims, en quien recae el papel de líder y, solo cuando asume dicha responsabilidad, se accede a la parte final de <<una película que no traicionaba nuestras intenciones y que reflejaba fielmente nuestra época>>.
(Las frases entre comillas han sido extraídas del libro Un árbol es un árbol, King Vidor, 1953, 1981)
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