La política llevada a cabo por el gobierno conservador de Margaret Thatcher allá por lo primeros años de la década de 1980 se basó en una propuesta económica en la que primó el recorte del gasto público, privatizando empresas estatales, y la desregulación de los mercados, lo cual acarreó el cierre de fábricas y el despido de miles de trabajadores que pasaron a engrosar las listas del paro. Sin dinero y sin vistas a una reubicación laboral, desempleados como los de la industria metalúrgica de Sheffield se encontraron ante una espera que se prolongaba sin que nada sucediese, salvo que sus escasos ahorros disminuían a pasos agigantados. Como consecuencia, y ante la falta de soluciones beneficiosas para el trabajador, algunos de estos buscaron reinventarse para recobrar la dignidad y las posibilidades económicas que les devolviera la comodidad perdida como consecuencia de la crisis. Así descrito podría pasar por la introducción de un film de denuncia social dirigido por Ken Loach, sin embargo, Full Monty (The Full Monty) no deja de ser una comedia amable que presenta como telón de fondo esta situación laboral y social, dentro de la cual se descubre a un grupo de parados reconvertidos a strippers para ganarse su propio respeto, y algo de liquidez que les permita sobrevivir un día más. La idea de convertirse en bailarines exóticos parte de la imperante necesidad de Gaz (Robert Carlyle) de conseguir setecientas libras con las que pagar deudas y así no perder la custodia compartida de su hijo Nathan (William Snape). Pero la historia no se centra en un individuo sino en los seis miembros del grupo, sobre todo en tres de ellos: Gaz y su relación paterno filial, Dave (Mark Addy) y el complejo de gordura que afecta a su relación marital con una mujer forofa del estriptis masculino, y Gerald (Tom Wilkimson) y su falta de valentía a la hora de sincerarse con su esposa, a quien teme confesar que lleva seis meses en el paro. Entre una cuestión y otra se inicia la selección de candidatos, los ensayos y los contratiempos que, como no podía ser de otra manera en una comedia (no así en un film de Loach), se resuelven con el triunfo de los strippers en un final que les permite alejarse de esa cotidianidad que les ha venido denigrando desde la pérdida del trabajo y su condena a vagar por las ventanillas de una oficina de empleo donde la única oferta parece ser la de vuelva otro día, quizá otro año.
viernes, 27 de marzo de 2015
Los diez mandamientos (1956)
jueves, 26 de marzo de 2015
El pan nuestro de cada día (1934)
Los felices años veinte dejaron de serlo cuando el crack bursátil de 1929 trajo consigo una depresión económica sin parangón —sobre todo en los Estados Unidos, pero también en otros países que se vieron afectados por el colapso— que provocó la pérdida de empleos, negocios y hogares, lo que obligó a parte de la población a lanzarse a las carreteras en busca de las oportunidades inexistentes en las ciudades. Esta realidad socio-económica convenció al gobierno de Franklin Delano Roosevelt para intervenir con su New Deal, pero, antes de que este plan surtiera efecto y la crisis remitiera, miles de hombres y de mujeres se vieron obligados a buscar un lugar donde volver a sentirse dignos, alimentados y protegidos. Este éxodo no pasó desapercibido para King Vidor, que, recopilando noticias que salían en la prensa, fue desarrollando la idea que dio pie a El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1934), una película cuyo carácter social y ausencia de glamour provocaron que ningún estudio quisiera hacerse cargo de su producción. <<Daba la impresión de que el hecho de que los personajes fueran parados y estuvieran arruinados asustaba a los estudios. La historia parecía interesarles, y se mostraban entusiasmados con el proyecto, pero todas las grandes compañías temían hacer una película carente de sofisticación, aún admitiendo que el tema era sin duda alguna el de una hazaña heroica>>. Pero Vidor no desistió en su empeño y decidió <<reunir el dinero hipotecando cuanto había acumulado hasta la fecha>> para filmar su película, ajustando el presupuesto y los medios, sin renegar de su intención de hablar de aquella realidad a través de las vivencias de un matrimonio que podría ser cualquier pareja de entonces.
(Las frases entre comillas han sido extraídas del libro Un árbol es un árbol, King Vidor, 1953, 1981)
miércoles, 25 de marzo de 2015
Los puentes de Madison (1996)
lunes, 23 de marzo de 2015
Páginas del libro de Satán (1919)
La influencia ha sido una constante en la evolución cinematográfica, de modo que podría decirse que una película como Cabiria (1913) inspiró a David Wark Griffith a la hora de desarrollar parte de la concepción visual de Intolerancia (Intolerance, 1916), film que a su vez no dejó indiferente a Carl Theodor Dreyer, quien quedó impresionado al visionar la incomprendida obra de Griffith hasta el punto de realizar Páginas del libro de Satán (Blade af Satans bog, 1919) desde una perspectiva que guarda similitudes con la expuesta por el director de América (America, 1924), aunque Dreyer empleó una narrativa lineal (que no entremezcla los episodios que la componen) que a su vez influiría en la expuesta por Fritz Lang en Las tres luces (Der müde tod, 1921). Tanto Intolerancia como Páginas del libro de Satán y Las tres luces se dividen en cuatro espacios geográficos y temporales diferentes, además, estas últimas también coinciden en la presencia de un personaje similar en cuanto a su eterno vagar por las épocas y los lugares donde realiza una función que no desea. En el caso de la muerte del film de Lang su condena consiste en segar la vida humana, algo que la entristece, mientras que el Satanás (Helge Nissen) de Dreyer se ve obligado a hacer el mal entre los hombres y las mujeres como parte de su castigo por haber desafiado el poder divino. Los cuatro episodios que componen Páginas del libro de Satán se suceden por orden cronológico, iniciándose la acción en Jerusalén, en la época de Jesús, para dar el salto a Sevilla, durante el siglo XVI, de donde la historia se traslada a la Francia de la Revolución Francesa para terminar su recorrido en Finlandia, en 1918, con el enfrentamiento entre los ejércitos rojo y blanco como telón de fondo. Común a estas ubicaciones espacio-temporales se descubre la presencia de ese ángel caído con rasgos y emociones humanas, un personaje que incita a individuos como Judas (Jacob Texiere), don Fernández (Johannes Meyer), Joseph (Elith Pio) o Rautaniemi (Carl Hillebrandt) para que comentan actos censurables, ya que observa en ellos a seres que puede corromper hasta extremos que le escandalizan y provocan el pesar que siempre lleva consigo, porque a él se le ha negado el libre albedrío que sí poseen aquellos a quienes corrompe mientras busca a alguien que no caiga en sus provocaciones, lo que le depararía mil años menos de condena, una reducción que sabe insignificante porque su castigo abarca toda la eternidad.
lunes, 16 de marzo de 2015
Casado y con dos suegras (1951)
Los actores y actrices principales suelen ser el reclamo para que el público acuda a las salas comerciales, pero en muchas ocasiones son los actores y las actrices de reparto quienes soportan el peso del relato. Este fue el caso de Thelma Ritter, una secundaria de lujo en numerosas producciones hollywoodienses, a quien no resultaba extraño ver en pantalla eclipsando a las estrellas que encabezaban el reparto. Uno de estos casos se observa en Casado y con dos suegras (The Mating Season, 1951), comedia en la que su nombre aparece después del título del film y de los nombres de Gene Tierney, John Lund y Miriam Hopkins. Pero, desde el inicio, su personaje, Ellen McNutty, asume un rol vital en el desarrollo de esta película dirigida por Mitchell Leisen, cuando en su vieja hamburguesería, ante la presión ejercida por el representante del banco, decide dejar su negocio y acudir al lado de su hijo (John Lund). Este instante define a Ellen como una mujer de clase trabajadora, decidida y de recursos, capaz de lidiar con cualquier situación que se le presente, de modo que, sin dinero, se las ingenia para viajar haciendo autostop y más adelante, cuando ya ha puesto en marcha el engaño sobre el que gira parte del film, se desenvuelve con desparpajo y naturalidad a la hora de ayudar a Val, su hijo, y a Maggie (Gene Tierney), su nuera. Tras este pequeño recordatorio a Ritter, y por extensión a los actores y a las actrices de reparto, también apuntar que Casado y con dos suegras fue la quinta y última colaboración entre el guionista y productor Charles Brackett y Mitchell Leisen, el mismo director que precipito a Billy Wilder y a Preston Sturges a dirigir sus propios guiones. No obstante, el descontento de estos dos cineastas, claves en el desarrollo de la comedia hollywoodiense, no empaña la valía de Leisen, que fue un excelente director, elegante y sutil en su puesta en escena y capaz de realizar comedias tan destacadas como Una chica afortunada o Medianoche, dramas como Si no amaneciera o La vida íntima de Julia Norris; e incluso una película de género negro como Mentira Latente.