El sargento de hierro (1986)
Sin contarse entre lo mejor de la filmografía de Clint Eastwood, El sargento de hierro (Heartbreak Ridge, 1986) si es la película en la que mejor retuerce narices y esto no desentona dentro de su evolución como cineasta, pues en ella se descubre una nueva variante de un personaje expeditivo, perdedor e inadaptado que no esconde sus limitaciones, más aún, las convierte en su modo de vida. La presentación del sargento Tom Highway (Clint Eastwood) en el interior de la celda donde se le observa comentando anécdotas de su estancia en Vietnam, para poco después mostrar su contundencia (heredada de Harry Callahan) ante la amenaza de uno de los reos, certifica que se trata de alguien ajeno a las normas, de métodos expeditivos y orgulloso de sus vivencias, aunque en estas predominen los fracasos y las decepciones. Sin embargo, la cercanía de su jubilación, fecha que se aproxima veloz, genera en él la duda existencial de qué pasará cuando le obliguen a abandonar la institución a la que ha dedicado su vida. Quizás, como consecuencia de la experiencia adquirida durante décadas, tanto en el campo de batalla como en las bases militares que han sido su hogar, Highway haya comprendido que los reglamentos no siempre se adaptan a las necesidades bélicas que conoce de primera mano, no en vano es un veterano que participó en dos guerras que su país no logró vencer. Puesto en libertad, le comunican su nuevo destino, aunque para él se trata de su última oportunidad para enmendar fracasos personales y profesionales; de tal manera que, pretendiendo equilibrar ambas, se acerca a la vida civil, retoma el contacto con su ex (Marsha Mason), al tiempo que apura los últimos suspiros de la militar, ofrece sus conocimientos a los jóvenes reclutas con quienes inicialmente se produce un choque de personalidades e intereses. Como sucede en otras películas de Eastwood, en El sargento de hierro se produce un enfrentamiento-acercamiento entre la experiencia e individualismo representados por el veterano antihéroe, consciente de serlo, y la inexperiencia que se observa en los jóvenes reclutas. Desde esta perspectiva el actor-director empleó el carácter y los conocimientos de Highway como herramientas que posibilitan el aprendizaje del pelotón de soldados a sus órdenes, pero su personalidad y sus métodos de enseñanza rompen con lo establecido por el mando (practica con fuego real en emboscadas que toman por sorpresa al pelotón), lo que provoca desavenencias con el mayor Powers (Everett McGill), a quien no duda en plantar cara porque su honestidad y una ligera decepción le impide callar los errores cometidos por este oficial obcecado en seguir el reglamento (no tiene en cuenta que este debe ser flexible según las situaciones e imprevistos que se presentan durante el combate); y en este punto se percibe cierto tono antimilitarista que posiblemente no fuese la intención inicial del responsable de Un mundo perfecto (A Perfect Wolrd, 1993).
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