Desde su debut en la dirección hasta Sin perdón, Clint Eastwood realizó producciones tan destacadas como Infierno de cobardes, El fuera de la ley, El aventurero de medianoche o El jinete pálido, pero éstas no consiguieron el reconocimiento unánime de la crítica (eso llegaría mucho tiempo después), que no parecía tomar en serio al Eastwood director. Sin embargo, y a medida que el actor, convertido en realizador, iba sumando títulos, su prestigio fue ganando enteros, sobre todo cuando estrenó un film en el que sorprendió por su innegable capacidad para desarrollar emociones y sensaciones. Se podría considerar a Bird como un antes y un después en la brillante carrera del realizador de Un mundo perfecto, ya que a partir de su acercamiento a la figura del mítico Charlie Parker sería tomado más en serio por sus detractores. Pero, a parte de su excelente dirección, otro de los aspectos destacados del film reside en la caracterización llevada a cabo por Forest Whitaker, la cual transmite la complejidad de un personaje atormentado, en ocasiones genial y en otras debilitado por adicciones y fantasmas propios y extraños. Otro de los aciertos de Bird se encuentra en no pretender mostrar la vida del mítico músico de jazz como una sucesión de secuencias melodramáticas o lastimeras, decantándose por mostrarlo dentro de una atmósfera sombría en la que se desarrollan sus relaciones consigo mismo, con su esposa, con la música o con las drogas, que emplea como medio de escape para huir del dolor, pero que lo destrozan y marcan parte de su desequilibrado recorrido vital y del fluir de un película en la que se pone de manifiesto el innegable talento de Eastwood para crear esos espacios fantasmagóricos que ya había expuesto en Infierno de cobardes o en El jinete pálido, y que alcanzarían mayor perfección si cabe en Sin perdón. Pero Charlie Parker (Forest Whitaker) no es William Munny, él es un músico inimitable cuyo talento supera al de quienes le rodean, aunque, como aquel pistolero crepuscular, Parker es un tipo condicionado por sus excesos, pasados y presentes, por sus decisiones y por el ámbito en el que se mueve, donde otros se benefician de su música, ya que por muchos discos que grabe el dinero siempre acaba en las manos de aquéllos que los venden. A lo largo de su carrera (personal y profesional) se le observa sin blanca, aunque dotado de una genialidad musical que se reconoce al instante, como lo hace Chang (Diane Venora), que acaba convertida en su esposa y en un soporte que no consigue calmar la inestabilidad que anida en él. Pero Bird no es una historia de amor, tampoco pretende mostrar lo maravilloso de la vida, ni siquiera potenciar su lado dramático, pues se decanta por ofrecernos la imagen de un hombre condicionado por su entorno y por su manera de entenderlo, un individuo de enorme talento que vive para su música, pero también para adentrarse en el lado oscuro que le convierte en ese ser problemático que sufre y que irremediablemente se condena.
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