martes, 28 de enero de 2014

El espía que surgió del frío (1965)


Finalizada la Segunda Guerra Mundial, y a raíz de la Guerra Fría, la novela de espionaje cobró mayor presencia dentro del panorama literario. 
Esto no quiere decir que anteriormente no hubiese de este tipo de novela, pero fue a partir de los años cincuenta cuando se produjo su explosión definitiva, gracias a la irrupción de aquel agente doble cero que se dedicaba a salvaguardar los intereses de los suyos en un planeta dividido en buenos, malos y los demás, donde, además de enfrentarse a los villanos de turno que pretendían destruirlo, a él y al lado que representaba y defendía, se entretenía con cuantas chicas le salían al paso. Pero la realidad de la época difería de la presentada por Ian Fleming en Casino Royale y en las sucesivas entregas de su 007, aunque debido al éxito editorial de este personaje se forjó la imagen del espía viril, físico, elegante y vital que poco después se vería potenciada con la presencia de Sean Connery en la película Agente 007 contra el Dr. No (Dr. NoTerence Young, 1962) y sucesivas. De tal manera, el publico cinematográfico y el literario tuvieron acceso a un agente con licencia para matar y con suma facilidad para seducir a mujeres de buen ver y de todos los colores, en lugar de uno con licencia para trabajar dentro de la fría clandestinidad de un ámbito más real que el mostrado en las aventuras de James Bond, icono del espía sofisticado, cínico, conquistador y seguro de sí mismo, aunque a todas luces irreal. Al tiempo que se producía el auge de Bond, un autor británico alcanzaba fama internacional con su tercera novela, y fue entonces cuando David Cornwell, conocido en el ámbito literario bajo el seudónimo de John le Carré, desveló a las masas su perspectiva de agentes en la sombra. La magnífica acogida de El espía que surgió del frío, una obra maestra del género, propició el interés de los productores cinematográficos, que deseaban realizar una adaptación que finalmente fue llevada a cabo por Martin Ritt en esta excelente visión de un agente de mediana edad, inseguro, pesimista y desencantado, que se mueve dentro de un ambiente gélido donde también existen dos bandos, aunque en estos no se distinguen ni buenos ni malos. Podría decirse que la irrupción de le Carrétanto en la novela como en el cine de espionaje, implicó o supuso tramas más sombrías y menos parciales que las producciones anticomunistas del Hollywood de finales de la década de 1940 y parte de la siguiente o que las expuestas por Fleming en sus creaciones literarias y en las adaptaciones cinematográficas de su personaje 007, un agente más espectacular y colorista que los espías de tonalidades grisáceas como Alec Leamas —la interpretación de Richard Burton, sus gestos, sus silencios, su mirada, transmiten la interioridad de su personaje sin necesidad de forzarla con palabras que restarían sinceridad a la sombría y herida interioridad del personaje—, quien apenas se distingue de otros tipos grises que practican su misma profesión, ya sea para un lado u otro del telón de acero.


En los primeros compases de 
El espía que surgió del frío (The Spy Who Come in from the Cold, 1965) se presencia una conversación entre Control (Cyril Cusack) y Leamas durante la cual el primero comenta que, a pesar de la diferencia ideológica existente entre los dos bloques enfrentados, ambos emplean métodos similares, cuestión que confirma que la única regla válida para este tipo de individuos son los resultados. Desde su aparición en pantalla, cuando aguarda en la frialdad nocturna en el lado occidental del muro de Berlín, se comprende que Leamas no es un héroe, nunca lo ha sido y jamás lo será, solo es un individuo sombrío y solitario en quien empiezan a aflorar las dudas y las frustraciones acumuladas durante años, como queda confirmado minutos después en la reunión anteriormente citada. A partir de este instante se observa al quemado veterano fuera del servicio secreto, intentando encontrar su lugar en una sociedad en la que no encaja. Aunque se trata de una actuación para alcanzar un fin, Leamas no miente cuando exterioriza contrariedad y desorientación, pues estas son emociones auténticas y, como tal, su comportamiento, entre violento y lastimero, no deja de ser la realidad que anida en él, y solo en compañía de Nan Perry (Claire Bloom) parece mitigar su desencanto. La misión de este hombre hecho por y para su época pasa por hacer creer a los agentes rivales que su desilusión lo convierte en un desertor en potencia a quien tantear, antes de iniciar el acercamiento que se produce poco después, durante el cual Leamas responde a las mismas preguntas que posteriormente le realiza Fiedler (Oskar Werner), su antagonista y su igual. Pero la trama de espionaje no es más que un aspecto secundario en El espía que surgió del frío, ya que su prioridad se encuentra en mostrar la compleja y amarga personalidad de un hombre a quien se utiliza y que a su vez no duda en utilizar, aunque también posea un lado más humano, que surge cuando conoce a Nan, quien, al igual que él, semeja a la deriva en un mundo dominado por el desencanto, los intereses y la frialdad de opuestos que no dejan de ser iguales, al menos en los caminos que eligen para alcanzar las metas que persiguen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario