El humorismo, el ingenio, la imaginación y la vanguardia de Enrique Jardiel Poncela se unían a influencias cinematográficas y a su minuciosa búsqueda del chiste y de los diálogos perfectos para no dejar nada al azar. No cabe duda que perseguía el éxito y lo obtuvo, pero lo hizo con un estilo propio que conectó con el público, agradecido ante un humor cercano al absurdo. Y ahí residió parte de su éxito en saber conectar con el gusto popular sin renegar a sus intereses creativos. Es innegable que fue una de las figuras más destacadas del teatro español, modernizándolo con un humor que iba un paso más allá, y que evoluciona otro en Miguel Mihura. Esta conexión entre lo popular y lo personal también puede aplicarse a sus novelas e incluso a las adaptaciones cinematográficas de sus obras. Jardiel Poncela apuesta por las situaciones inverosímiles en las que se descubren a personajes extravagantes e ilógicos como los que pueblan Eloísa está debajo de un almendro (1943), destacada adaptación realizada por Rafael Gil, en la cual, como sucede en el texto original, se mezcla misterio y humor, aunque lo primero sería una excusa para alcanzar lo segundo.
La puesta en escena desarrollada por Rafael Gil se inicia en Bélgica en lugar de la sala de cine donde se desarrolla el prólogo de la obra teatral, esta opción presenta directamente a Fernando Ojeda (Rafael Durán) durante la entrega del diploma que certifica que ha terminado sus estudios en un país donde ha pasado los últimos años. La larga ausencia de su tierra natal provoca su total desconocimiento de cuanto ha sucedido en el hogar adonde regresa para encontrarse con un espacio que remite al cine de terror de los estudios Universal de la década de 1930. Pero ese decorado resulta uno de los aciertos del film, ya que potencia la atmósfera surrealista en la que se descubre al joven cuando regresa al castillo familiar, donde ni falta un laboratorio ni un científico que parece no estar en sus cabales, y que, para más señas, resulta ser su tío Ezequiel (Alberto Romea). Por lo visto, la locura es algo congénito en la familia Ojeda, cuestión que preocupa a Fernando a partir de la lectura de la carta en la que su difunto padre le explica el por qué de su suicidó. Pero además, en esas mismas líneas, también le pide que descubra al asesino de la mujer que amaba. Este hecho decide al muchacho para presionar a su tío, y éste le habla de los Briones, otra familia que parece haber perdido el norte al mismo tiempo que la suya. De ese modo las imágenes se trasladan a la recargada mansión de los Briones, donde se desarrolla el primer acto en el original y donde el muchacho descubre a Edgardo (Juan Espantaleón), el patriarca, encamado por voluntad propia desde hace años; aunque en ocasiones se permite el lujo de viajar por España en compañía de su criado Fermín (Joaquín Roa), necesario para convertir el lecho en el coche cama que recorre el país por una vía imaginaría en la que no falta de nada. Por si fuera poco, entre las sombras, agazapada tras la ventana, se descubre a la tía Micaela (Ana de Siria), que solo abandona su habitación por la noche, y en compañía de dos mastines que le confieren un aspecto ciertamente inquietante. Asimismo se puede escuchar a su dama de compañía (Angelita Navalón) preguntando y respondiéndose sin permitir que nadie más intervenga en su rápido e inconexo diálogo. Mas por este hogar también transitan la tía Clotilde (Guadalupe Muñoz Sanpedro), por quien Ezequiel bebe los vientos, o Mariana (Amparo Rivelles), la hermosa joven que resulta ser la viva imagen del retrato de la mujer que amaba el padre de Fernando. Eloísa está debajo de un almendro se mantiene fiel a la imaginativa obra de Jardiel Poncela, plasmando sus diálogos y el enredo absurdo en el que se descubre a las dos familias, a cada cual más desquiciada, mientras los más jóvenes se enamoran; o puede que no, ya que por momentos la bella Briones se muestra hostil al creer que su enamorado puede resultar un tipo corriente sin nada que ocultar. Como consecuencia del continúo ahora te quiero ahora te detesto de la muchacha, Fernando la secuestra y la lleva su fantasmagórico castillo, donde finalmente se resuelven los misterios que dan rienda suelta a la fantasía cómica sobre la que se sustenta el film.
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