Lolita (1962)
Gracias al éxito obtenido por Espartaco (Spartacus, 1960), Stanley Kubrick alcanzó una posición de privilegio frente a los grandes estudios de Hollywood, por entonces, ya dispuestos a financiarle (casi) cualquier película. Pero no Lolita (1962), un proyecto que ninguna major quiso asumir debido a las presiones creadas alrededor de la novela de Vladimir Nabokov, que supuestamente atentaba contra la decencia y la moral. Por ello, el realizador de la magistral Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957) tuvo que buscar financiación en una pequeña productora, la Seven Arts, y se trasladó a Inglaterra donde, en régimen de coproducción, pudo rodar la adaptación con la que inició su etapa más personal como cineasta.
<<Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía...>> abre el diario escrito por Humbert Humbert en la obra literaria de Nabokov, la misma que se convirtió en un escándalo que obligó a su autor a tener que publicarla por primera vez en Francia en 1955, bajo el sello de la editorial Olympia Press, aunque, poco después, sería retirada de la circulación, a raíz de las presiones ejercidas por diversos sectores que la tildaron de indecente y pornográfica. Posteriormente, la prohibición sería levantada en varios países, entre ellos Estados Unidos, donde Lolita resultó un éxito de ventas gracias, precisamente, al revuelo creado alrededor de una narración de la que Stanley Kubrick y James B. Harris, su socio de entonces, adquirieron los derechos cinematográficos. Harris llamó a Nabokov para que se hiciera cargo de la adaptación de su propia obra; sin embargo, en un primer momento, el escritor declinó la oferta, aunque acabaría aceptando la propuesta después de considerar la posibilidad de ofrecer un enfoque distinto al relato original. El primer borrador constaba de más de cuatrocientas páginas, un exceso justificado en la inexperiencia de Nabokov en la escritura de guiones, por lo que Kubrick le aconsejó que lo redujese a una cuarta parte —tras el estreno del film, el escritor mostraría cierto descontento con el resultado de la película.
Con el argumento preparado, se inició la búsqueda de los actores y actrices encargados de dar vida a los personajes; para el papel de Humbert Humbert no existía la menor duda, no así para la adolescente protagonista, que finalmente recayó en Sue Lyon, de catorce años, dos mayor que el personaje literario al que daría vida en pantalla. Aunque el actor que más sorprendió, a pesar de su rol secundario, fue Peter Sellers, quien demostró su versatilidad al encarnar a un personaje que se hace pasar por distintos individuos, algo que superaría en su segunda colaboración con Kubrick, ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964). En la presencia de este personaje reside uno de los cambios más significativos con respecto a la obra literaria, como se descubre en un inicio que coincide con el final de la novela, cuando Humbert Humbert (James Mason) llega a casa de Clare Quilty (Peter Sellers), a quien dispara como consecuencia de una cuenta pendiente del pasado y consigo mismo, ya que el personaje de Sellers vendría a ser la imagen que el protagonista ha intentado mantener oculta (reprimiendo sus deseos). Este acto adquiere su explicación cuando la historia retrocede en el tiempo y muestra a Humbert poco antes de su encuentro con Charlotte Haze (Shelley Winters), la viuda que le alquila una de las habitaciones de su casa.
Desde el primer momento, el refinado huésped siente antipatía hacia la señora Haze, sin embargo, al descubrir a Dolores (Sue Lyon), la adolescente de quince años (por evitar problemas con la censura se cambió la edad), decide quedarse, ya que la muchacha se convierte en su obsesión. La primera imagen de la "nínfula" le recordaría la de otra más lejana en el tiempo, y la de todas las que siguieron, pues Humbert Humbert siempre ha guardado en secreto la pasión que en él despiertan las “lolitas”. Para poder estar cerca de la adolescente, se casa con la madre, una mujer a quien aborrece, ya que la adulta representa el esnobismo y la vulgaridad, pero a quien se somete para poder respirar el aire que llena los pulmones de la muchacha. Mientras, la necesidad de sentir a un hombre cerca condiciona el comportamiento de Charlotte, consciente de que se encuentra ante su última oportunidad, aunque seguramente le hubiese dado igual que se tratase de otro individuo. Pero fue Humbert el pervertido, Humbert el obsesionado, Humbert el enamorado de la imagen de la ninfa que ocupa las páginas del diario donde esconde sus pasiones enfermizas, el mismo diario que provoca el accidente mortal en el que Charlotte pierde la vida. Como consecuencia de esta muerte fortuita (acontecida después de que el profesor descartase el asesinato) se abre la posibilidad de materializar aquello que anhela; de ese modo engaña a la niña para que se embarque en un viaje que nace del deseo de un hombre que al tiempo que la pervierte se convierte en el juguete de ésta, ya que Lolita le manipula prácticamente desde el primer instante, cuestión que irá en aumento a medida que avanza la imposible doble relación que se produce entre ellos: la paterno-filial y la de amantes. Así pues, el viaje se convierte en la obsesiva lucha interna entre las múltiples facciones que componen la personalidad del padrastro y amante, sin ser consciente de que la niña busca otra compañía distinta a la suya, la de ese otro personaje que en la novela no asoma hasta su último suspiro, y que representa los puntos de vista morales (aunque sea un amoral) que persiguen y aumentan el desequilibrio emocional que habita en Humbert Humbert.
Podríamos decir que Stanley Kubrick rodó esta película demasiado pronto. La “escandalosa” novela de Vladimir Nabokov no podía ser trasladada a la pantalla en 1961 (cuando comenzó el rodaje) sin someterla a un obligado filtraje que dejara fuera del guión –escrito por el propio Nabokov– los aspectos más “peligrosos”. Así, en relación al libro, nos fue dado un Humbert Humbert (incorporado por un espléndido James Mason) más elegante y atractivo, una Lolita más mujer y una mamá menos “foca”, restando así una buena dosis de patología al asunto.
ResponderEliminarPor otro lado, la narrativa adoptada por Kubrick resulta demasiado objetiva, exterior y distante. No se implica hasta el fondo con la maniática obsesión del maduro profesor por esa "ninfeta" cuyo equívoco comportamiento basculante entre el candor y la perversidad acabará arrastrándole a un degradante infierno personal.
Una muy buena película, sí, pero tal vez demasiado aséptica, con brillantes demostraciones, no obstante, de cómo deben ser filmadas ciertas escenas (las dos entre Humbert Humbert y Quilty, especialmente la larga y complicada que abre la película antes del flashback que ocupará toda la narración y que culmina con el asesinato del segundo a través de un cuadro).
Gracias, Teo Calderón. Te estoy muy agradecido por el comentario. Me parece muy acertado y lo he disfrutado de principio a fin.
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