La sombra de una duda (1943)
Aparte de ser una de sus películas favoritas, La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, 1943) fue la primera que Alfred Hitchcock ambientó en Estados Unidos, en una pequeña población llamada Santa Rosa, que se convierte en el escenario de la reflexión sobre el ser humano y la ambigüedad que en él habita. A los vecinos de esta apacible localidad californiana les resulta inconcebible aceptar o reconocer los conceptos que representa el hombre que se descubre tumbado a miles de kilómetros de allí, en un sombrío cuarto de New Jersey, donde piensa en la posibilidad de desaparecer hasta que la policía deje de acosarle. La llegada de Charlie (Joseph Cotten) a Santa Rosa coincide con la necesidad de su sobrina (Teresa Wright), con quien comparte nombre, por sentir la presencia de aquél a quien recuerda como un ser maravilloso a quien le une una relación especial. Para ella el extraño es la imagen idealizada en su memoria, aquélla de la que se enamoró de niña, y que anhela volver a contemplar en el presente para alejarse de la desidia que le produce la tranquila monotonía en la que habita. Aunque todos muestran cariño por el tío Charlie, ella es la más próxima al encantador familiar que les colma de regalos, y que no tarda en conquistarles con su simpatía y atenciones. En ese instante de reencuentro, la joven muestra alegría y la misma inocencia que el pueblo o el seno familiar, porque para ella la presencia de su tío colma sus ilusiones y sus deseos; sin embargo el recién llegado también trae consigo la realidad de que lo idílico solo es la invención con la que se pretende ocultar las sombras que anidan en cada individuo.
Parece evidente que para Hitchcock <<ni todos los malos son negros ni todos los héroes son blancos. Hay grises en todas partes>>. Esto queda perfectamente reflejado en La sombra de una duda, una de sus grandes obras, aunque no la que mejor define su estilo. En este magnífico thriller ni aparecen falsos culpables ni otras constantes de su cine, aunque sí asoma la figura de un asesino que cobra el protagonismo casi absoluto, algo que volvería a suceder en Psicosis, y que muestra una cara amable y simpática, pero también un rostro que se oscurece cuando comprende que su sobrina sospecha de él. En ese pueblo donde se oculta, y pasa desapercibido, se afianza en él la idea de emprender una nueva vida en la que le acepten como a uno más, consciente de que allí nadie se plantea que él no sea otro que el agradable tío Charlie. Pero, ante la posibilidad de que su sueño se rompa, intenta eliminar cualquier aspecto que guarde relación con los asesinatos que ha cometido, ya sea destruyendo el periódico donde se publica la noticia de la desaparición del asesino de las viudas millonarias, impidiendo que se tararee el vals "La viuda alegre" o callando para siempre a su querida sobrina. El enfrentamiento entre dos seres cuya afinidad es innegable se produce en la sombra, ajeno a los ojos de quienes les rodean, y que continúan habitando en un mundo de ensueño donde los aspectos negativos representados por el tío Charlie solo tienen cabida en conversaciones como las que mantienen el padre de la adolescente (Henry Travers) y su amigo Herbie (Hume Cronyn), siempre comentando maneras de cometer el crimen perfecto, como si se tratase de un juego que nunca podría materializarse. Esto confirma que incluso los inocentes son capaces de plantear aquéllo que el asesino sí ha cometido y que volverá a intentar una vez más para poder formar parte del entorno que la joven se ve obligada a salvaguardar para que sus seres queridos no despierten de la falsedad en la que desean continuar viviendo.
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