El caso de Barbara Stanwyck llama la atención, al ser una actriz capaz de asumir riesgos cuando su carrera artística se encontraba consolidada en la comedia y el drama. Muchas compañeras y compañeros de profesión en su misma situación no habrían aceptado protagonizar una película como Perdición (1944), obra cumbre del cine negro en la que desempeñó un rol negativo que podría dañar la imagen conseguida en títulos como Recuerdo de una noche (1940), Las tres noches de Eva (1941), Juan Nadie (1941) o Bola de fuego (1941). Pero más sorprende su constante presencia en el western (en alrededor de una decena de títulos), un género poco o nada agradecido para que una actriz pudiese sobresalir, ya que la figura de la mujer solía relegarse a un plano decorativo, sin embargo Stanwyck interpretó personajes fuertes que asumen el protagonismo absoluto de la historia, cuestión esta que se observa en Annie Oakley (1935), 40 pistolas (1950), Las Furias (1950) o La reina de Montana (1954). En ellas interpretó roles que se diferencian en casi todos sus aspectos, menos en la constante por sobrevivir o por destacar dentro de un entorno masculino y violento, en el que sus personajes asumen las riendas de sus destinos. En La reina de Montana (Cattle Queen of Montana) dio vida a Sierra, una joven que acompaña a su padre (Morris Ankrum) hasta Montana, donde pretenden asentarse y criar el ganado que traen consigo desde Texas, pero con la mala fortuna de sufrir el ataque de un grupo de indios. A pesar de tratarse de un western menor, La reina de Montana es un buen ejemplo de esas excepciones que presentan a un personaje femenino decidido a prevalecer dentro de un entorno hostil, donde siempre se presentan obstáculos que la protagonista se ve obligada a superar para alcanzar sus objetivos. Quizá uno de los puntos más flojos de la película se encuentra en los personajes masculinos, sobre todo en el interpretado por Ronald Reagan, cuyos mejores papeles se descubren a la sombra de los héroes interpretados por Errol Flynn en Camino de Santa Fe o Jornada desesperada. No obstante, la presencia detrás de las cámaras de un superviviente como Allan Dwan, pionero del Hollywood silente, proporcionó a la historia la suficiente consistencia para que esta funcionase de una manera digna, pese a las carencias que presenta. Durante el periodo mudo, Dwan realizó superproducciones de la importancia de Robin Hood, sin embargo, con el paso de los años fue relegado a producciones de bajo presupuesto, aunque no por ello carentes de interés; Arenas sangrientas, Filón de plata o Ligeramente escarlata son ejemplos de su buen hacer. En La reina de Montana se centró en la lucha que Sierra sostiene en un entorno donde Tom McCord (Gene Evans) pretende apoderarse de todas las tierras, y para conseguirlo no duda en comprar los servicios de varios guerreros pies negros que atacan al campamento de la joven, provocando la muerte de todos menos la de Sierra y la de Nat (Chubby Johnson). Los dos supervivientes no tardan encontrarse con otro grupo de indios, a quienes a primera vista juzgan similares a aquéllos que poco antes les habían atacado; sin embargo, en el poblado indígena, la joven comprueba que también entre los pies negros existen los mismos tipos de personas que podrían encontrarse en cualquier otro lugar. La historia trascurre entre dos enfrentamientos, el que Sierra mantiene con McCord y el que opone a Colorados (Lance Fuller), un nativo que desea la paz con el hombre blanco, con Natchakoa (Anthony Caruso), en quien solo se encuentra rechazo, violencia y sed de whisky; de ese modo, el personaje masculino de mayor importancia, Farrell (Ronald Reagan) quedó relegado a plano secundario (o decorativo) durante la mayor parte de la película, cobrando mayor presencia hacia final de la misma, pero sin que parezca aportar nada a una trama que recae sobre el personaje femenino interpretado por Barbara Stanwyck.
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