Podría resultar extraño afirmar que Marea roja (Crimson Tide) es un film impersonal y a la vez reconocible en cuanto a sus responsables, ya que no cuesta reconocer en ella el tipo de cine realizado por Tony Scott y por el productor Jerry Bruckheimer; movimientos acelerados de cámara, importancia de los efectos sonoros en detrimento de aspectos más íntimos y profundos del relato, como diálogos o emociones que dominan a los personajes, montaje trepidante y poco argumento para desarrollar la acción que narran la mayoría de sus films en común: Top Gun, Superdetective en Hollywood II, Días de trueno, Enemigo público o Déjà Vu o por separado: Dos policías rebeldes, La roca, Armageddon o Piratas del Caribe, en el caso del productor, y El último boy scout, Amor a quemarropa o Imparable, en el haber del realizador. A pesar de sus carencias Marea roja (Crimson Tide) acierta al encerrar a sus personajes en un moderno submarino nuclear y forzar un duelo de egos que enfrenta al capitán Ramsey (Gene Hackman) con su primer oficial, el capitán Hunter (Denzel Washington), poseedores de dos modos de entender el mando y la responsabilidad que este conlleva, diferencia que se aprecia en el acatamiento de las órdenes por parte del primero: <<estamos para preservar la democracia, no para practicarla>>, o las dudas que dominan al segundo ante la inminente posibilidad de un ataque nuclear: <<En la guerra nuclear el verdadero enemigo es la guerra en sí misma>>. Marea Roja (Crimson Tide) hereda el punto de partida de excelentes producciones como Punto límite o ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, aunque se queda sólo en eso, en un acercamiento lejano a esas dos grandes representantes del cine sobre holocaustos nucleares, centrando su atención en la lucha entre las dos posturas que nacen a partir de la interrupción de las comunicaciones con el exterior, justo cuando envían el mensaje cifrado con la orden de ataque con misiles nucleares a suelo enemigo, un detonante similar al que se produce en el film de Sidney Lumet, pero sin llegar a profundizar ni a alcanzar el verismo, la emotividad o la crudeza de Punto límite. Tony Scott se limitó a aprovechar el hipotético conflicto como excusa para dar rienda suelta a la lucha por el poder entre los dos oficiales al mando de la nave, la cual genera el nacimiento de dos bandos que se oponen mientras un joven marino (Lillo Brancato, Jr.) intenta arreglar la radio; llegando al extremo de un enfrentamiento físico que se convierte en un motín. En Marea roja (Crimson Tide) lo que prevalece no es la reflexión antropológica sino la acción adrenalítica que se posiciona por encima de cualquier otra posibilidad que pudiese ofrecer la trama, pero al fin y al cabo nada habría que reprochar ni a Scott ni a Bruckheimer, ya que ambos fueron fieles al tipo de cine que se esperaba de ellos, dando como resultado una película entretenida y por momentos tensa.
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