lunes, 5 de noviembre de 2012

El año que vivimos peligrosamente (1982)


La historia de amor que Peter Weir narra en 
El año que vivimos peligrosamente (The year of Living Dangerously, 1982) le sirve de excusa para mostrar un entorno de miseria y corrupción, donde los periodistas occidentales pasan sus días esperando acontecimientos entorno a la situación política de Yakarta, en plena convulsión civil, pero obviando la pobreza que domina en cada uno de los rincones de la capital indonesia a la que llega Hamilton (Mel Gibson), corresponsal australiano que por primera vez se aleja de su país natal. La presentación de Hamilton corre a cargo del pensamiento de Billy Kwan (Linda Hunt), fotógrafo chino-australiano que observa en el recién llegado a un individuo distinto al resto de los corresponsales occidentales, por eso decide ayudarle, moviendo hilos para que el joven periodista pueda acceder a noticias y a entrevistas, pero sobre todo para que inicie una relación sentimental con Jill (Sigourney Weaver), agregada de la embajada británica a quien Kwan tiene en muy alta estima. En Billy se descubren aspectos humanos que no se observan en un grupo de periodistas a la espera de la noticia que beneficie sus carreras, individuos a quienes no afecta la cruda realidad que domina el entorno, y que Hamilton descubre gracias a su amistad con ese pequeño y enigmático fotógrafo que no sabe qué hacer para paliar la miseria en la que vive el pueblo Indonesio. Alrededor de esto, Weir plantea una cuestión tan sencilla que resulta compleja su respuesta: ¿por qué existe un abismo entre el primer mundo y aquellos países a cuya población se le niega el acceso a comodidades y libertades que disfrutan los occidentales; más bien, vive explotada? La corrupción política, el hambre y las enfermedades están presentes en esta historia de amor y de amistad, dejándose ver en cada rincón de un país al borde de una revuelta civil, donde los líderes comunistas amenazan con la lucha armada contra el poder militar establecido, noticia que Jill confirma a su amante para salvarle la vida. Ante la inminente llegada de un barco repleto de armas, Hamilton no puede evitar sentirse pleno al tener entre sus manos la primicia que podría convertirse en la noticia de la década, oportunidad que aprovecha sin tener en cuenta que su ambiciosa actitud rompe su idilio con Jill y su buena sintonía con Billy (desesperado ante una situación que va más allá de su control). El año que vivimos peligrosamente no es un film que gire entorno al romance de los dos extranjeros, su verdadero interés reside en su crítica social, que se descubre en el mismo espacio donde se enamoran Jill y Hamilton y donde se producen situaciones que atentan contra la dignidad de una población que sólo quiere una vida más digna, similar a la de los occidentales.



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