miércoles, 3 de octubre de 2012

La última película (1971)



La imposibilidad de relaciones sinceras o la certeza de la soledad se palpan en esa calle sin asfaltar donde se levanta el viejo cine de Sam 
el león (Ben Johnson), un símbolo del esplendor marchito de un medio amenazado por la irrupción de la televisión; allí, hacia el final del film, observando las imágenes que se proyectan en la gran pantalla, Sonny (Timothy Bottoms) y Duane (Jeff Bridges) comparten una última sesión que pone punto y final a su etapa adolescente, mientras contemplan Río Rojo, la última película antes de que Duane abandone el pueblo para luchar en Corea. La historia narrada por Peter Bogdanovich en La última película (The Last Picture Show) es un reflejo pesimista, nostálgico e intimista de la realidad que rodea a ese par de amigos que inevitablemente dejarán de serlo al final de la sesión que cierra una época de sus vidas. El futuro de los adolescentes se refleja en el presente de los adultos que se han condenado a una vida de insatisfacción, aunque Sonny y Duane todavía no son conscientes de eso. Su adolescencia está a punto de dar paso a la edad adulta, pero mientras ésta no les alcanza, pasan su tiempo en la sala de billar o en el cine, adonde acuden acompañados de sus respectivas parejas, con quienes experimentan los primeros contactos sexuales, que marcan una parte muy importante en esa etapa de sus vidas. El pueblo texano en el que viven ofrece pocas oportunidades, allí todos se conocen y aceptan su lugar, aunque se descubre la insatisfacción en ricos, pobres, jóvenes o adultos. Sonny no se encuentra a gusto ni con su relación de pareja ni con un entorno en el que las personas parecen haberse insensibilizado, como se confirma en esa calle donde no puede más que gritar ante la indiferencia de quienes se reúnen alrededor del cadáver de Billy (Sam Bottoms). Al inicio del film, Duane parece distinto a su amigo, rebosa satisfacción con su relación sentimental con Jacy Farrow (Cybill Shepherd), la chica más guapa del pueblo, pero no tarda en sentir la frustración que conlleva la inestabilidad emocional de Jacy, dominada por la necesidad de experimentar sensaciones que le permitan distanciarse y a la vez acercarse a la imagen materna, sin saber que las palabras de su madre (Ellen Burstyn) no son más que fruto de la frustración que siente. La última película expone la desidia que domina a los habitantes de un pueblo imaginario de Texas, donde la desolación del entorno refleja la pérdida y la insatisfacción que no tarda en afectar a los adolescentes. Promesas de juventud convertidas en tristes recuerdos que crean la insensibilidad en los adultos, amistades rotas, relaciones imposibles y melancolía por un pasado del que sólo Sam es capaz de hablar, confirman que se trata de un lugar moribundo, donde las barreras no se encuentran en el medio físico, sino en las distancias invisibles que separan a cada uno de los habitantes del pueblo. Dos décadas después de estrenar la que se considera su mejor película, Peter Bogdanovich realizó una secuela, Texasville (1990), donde retomó algunos de estos personajes para mostrar qué les deparó un futuro que se gesta en la sala del cine que cierra sus puertas para siempre al final de esa última sesión, símbolo del paso de Duane y Sonny a un mundo adulto donde las promesas de futuro quizá se conviertan en la aceptación que les rodea.

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