El éxito de películas o de personajes cinematográficos produce cierta tendencia a realizar parodias, más o menos innecesarias, que han dado pie a producciones como Casino Royale (1967) (burla del agente 007), El jovencito Frankenstein (1974) (Mel Brooks ofreció su versión en clave humorística de El Dr.Frankenstein), Mi bello legionario (1977) (caricatura de Beau Geste realizada por Matrin Feldman), Aterriza como puedas (1980) (divertida y alocada parodia de Aeropuerto) o Un cadáver a los postres (Murder by Death), que, más que una parodia de un film, caricaturiza a personajes reconocibles para cualquier espectador-lector de películas o novelas de intriga. El guion de Un cadáver a los postres (Murder by Death) adapta la comedia de Neil Simon, él mismo se encargó de escribirlo, como también hizo en producciones como Descalzos por el parque, La extraña pareja o El prisionero de la Segunda Avenida, basadas en otras obras suyas. La trama se desarrolla en el interior de una extraña mansión, donde las gárgolas de piedra se rompen en mil pedazos cada vez que alguien se detiene ante la puerta, los techos de las habitaciones descienden sobre sus ocupantes o las salas se llenan y se vacían de personas sin una explicación aparentemente lógica. A esta casa fantasmagórica y amenazante llegan los cinco detectives y sus respectivas parejas, algunas profesionales y otras personales; dichos expertos criminólogos representan la flor y nata del mundo detectivesco, y están a punto de enfrentarse al caso más complejo de sus carreras. Hay algo en cada uno de ellos que llama la atención, cierto parecido intencionado con personajes reconocibles dentro del mundo detectivesco, por lo tanto no es alarmante reconocer en Sam Diamond (Peter Falk) a un rudo detective que guarda un más que evidente parentesco con los personajes de Sam Spade y Phillip Marlowe, interpretados por Humphrey Bogart en El halcón maltés y El sueño eterno; tampoco resulta descabellado reconocer en el elegante Dick Charleston (David Niven) a una caricatura de Nick Charles, personaje de La cena de los acusados (basada en la novela de Dashiell Hammett), y para parecerse más a dicho personaje también se ha casado con una multimillonaria (Maggie Smith). Sidney Wang (Peter Sellers), eminente detective chino, parece decantarse por un estilo similar al mostrado por el señor Wong o por Charlie Chang, no así Milo Perrier (James Coco), que prefiere ser un alter ego cómico de Hercule Poirot, el fino detective creado por Agatha Christie, lo mismo le ocurre a Jessica Marbles (Elsa Lanchester), más parecida a la Miss Marple creada por la escritora británica maestra del suspense que a los detectives de origen chino. Estas son las mentes privilegiadas que han sido invitadas por Lionel Twain (Truman Capote), otro genio, pero éste se parece más a un mad doctor, que pretende ridiculizarles, demostrando que su talento y su inteligencia supera a la de todos ellos, ya sea en conjunto o individualmente. El embrollo se inicia cuando los detectives aceptan la invitación para pasar el fin de semana en esa mansión donde son informados de que se producirá un asesinato entre los presentes, afirmación que puede levar a pensar que el anfitrión está algo ido, sobre todo después de tomarse tantas molestias para ambientar su palacete, como si se tratase de una mansión encantada, pero, en mayor medida, por esa estúpida idea de asegurarles que la víctima será uno de los presentes en la sala, lo que vendría a decir que el asesino podría ser cualquiera de ellos, y como premio para quien resuelva el crimen nada más y nada menos que un millón de dólares. Antes de acceder a la mansión ya se producen los primeros contratiempos, provocados por la espesa niebla creada para dar mayor sensación de amenaza, como también resulta extraña la presencia del inquietante mayordomo interpretado por el gran actor británico Alec Guinness. La intención de Neil Simon al escribir Murder by death no deja lugar para dudas, pues queda claro que pretendía realizar una burla sobre los tópicos de la literatura detectivesca, aunque en el film de Robert Moore más que a los personajes literarios parece que se parodia a los cinematográficos.
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