Cuando John McTiernan finalizó la lectura de Los devoradores de cadáveres se puso en contacto con Michael Crichton, autor de la novela, con la intención de llevarla a la gran pantalla, pero partiendo de una visión personal que le permitía volver a adentrarse en el universo vikingo de The Demon's Daughter, mediometraje semi-profesional que realizó una década antes de su primer film (Nómadas). Llegados a un acuerdo, se inició el rodaje en el verano de 1996, sin embargo, surgieron desavenencias entre ambos, y durante un segundo montaje del film (el anterior no tuvo buena acogida entre el público presente en las sneak previews anteriores al estreno) el director abandonó la película como consecuencia de incompatibilidades creativas con Crichton, quien se encargaría del montaje final, recortando parte del metraje, pero sin poder destrozar la fuerza narrativa, no exenta de cierto lirismo, de las imágenes rodadas por McTiernan. Los héroes que protagonizan los films de John McTiernan presentan aspectos comunes, se trata de hombres que, sin saber cómo, se encuentran dentro de una situación que amenaza sus vidas, obligados a llegar a límites insospechados para vencer a esa adversidad que hubiesen preferido que no les hubiese elegido, un rasgo que habla de un intento de continuidad y de equilibrio en su obra. El guerrero número 13 (The 13th Warrior) guarda similitudes con anteriores películas del director, no solo en cuanto al personaje principal, sino en el enfoque de los hechos que narra y las sensaciones que se producen en la aldea vikinga: miedo, terror o amenaza, que aparecen con la niebla que anuncia la presencia de los hombres-osos. Dichas emociones también se encuentran en Depredador (Predator), film en el que se descubre a un enemigo similar (un alienígena), prácticamente invisible, que acecha para acabar con sus víctimas, a quienes consideran trofeos. No obstante, el personaje principal, Ahmed Ibn Fahdlan (Antonio Banderas), guarda más parecido con el Jack Ryan de La caza del Octubre Rojo (The Hunt for Red October) que con Dutch (el protagonista de Depredador), ya que ni Ryan es un agente de campo ni Ibn es un guerrero, ambos son hombres refinados y cultos, que poco tienen que ver con la dureza de Dutch o con el descaro innato de John McClane en Jungla de cristal (Die Hard). Ibn se ve obligado a adentrarse en un medio que desconoce como consecuencia de decisiones ajenas a él; lo suyo no es el campo de batalla, ya que se trata de un poeta, no de un soldado, un hombre que hubiese preferido componer hermosos versos con los que cortejar a su amada que alejarse de su hogar, por imposición del califa, y convertirse en el guerrero número trece de una misión suicida. Ibn no tiene opción, ya que él no es quien elige, sino a quien eligen para acompañar al grupo vikingo en su viaje hacia el norte. El planteamiento de John McTiernan muestra de manera precisa y efectiva el acercamiento entre el árabe y los nórdicos, para ello se vale del viaje hacia tierras escandinavas, durante el cual utiliza varios primeros planos de Ibn, mientras éste atiende a las incomprensibles voces de sus compañeros, hasta que finalmente las palabras cobran sentido en su cerebro, confirmándose de esa manera su aprendizaje; al mismo tiempo, los hombres del norte observan la valía de un individuo a quien a primera vista juzgan por su tamaño o por el de su caballo. Así pues, no tarda en producirse la comunión entre dos mundos opuestos, representados en la figura de Ibn y las de los guerreros vikingos, sobre todo en Buliwyf (Vladimir Kulich), líder que antepone el honor y la gloria a las riquezas y al poder, y Herger (Dennis Storhoi), cuyo comportamiento vendría marcado por su creencia en que el destino se ha escrito de antemano. Otro de los aspectos que destaca en el film, por su excelente ejecución, son las batallas, la primera, en la aldea vikinga, (guardando las distancias) recuerda en algunos aspectos a las desarrolladas por Akira Kurosawa en Los siete samuráis, cuestión que no sorprende ya que el director japonés es un referente que ha sido fuente de inspiración para un buen puñado de directores. A pesar de no ser la película deseada por su director, El guerrero número 13 (The 13th Warrior) desprende cierto clasicismo en su manera de narrar la épica, que por momentos resulta apasionante y produce la sensación de estar contemplando un más que meritorio film de aventuras.
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